¿Qué has dicho? ¿Una gran posibilidad? —pregunto exaltado.
—Si…
Samuel se pasó las manos por su cabello una y otra vez. Suspiro, se dio la vuelta y tiro al piso lo primero que vio. Un florero. Este cayó al piso en varios fragmentos desperdigados. Al igual que las flores y el agua que contenía. Definitivamente la cocina era un desastre.
— ¿Qué demonios ibas a hacer si… si tu…?—no pudo completar la oración. Las palabras eran muy dolorosas.
—Y-yo…—tartamudeé
— ¿Tu qué? —pregunto con dureza.
—No lo sé…
— ¿Pensabas dejar a nuestro hijo solo en el mundo? —escupió.
—No… claro que no.
—Yo creo que eso es exactamente lo que ibas a hacer. ¡Demonios! ¿Y si lo mandaban a un orfanato? ¿O con alguna familia que no lo quisieran y lo trataran mal? ¡Sin saber que aún tenía a su padre y que no estaba solo! —exploto.
—Samuel… las cosas no iban a suceder así…—retrocedí unos pasos.
— ¿Entonces que iba a suceder? Quiero saber tu patética excusa.
—No lo sé… aun. Todavía tengo tiempo para planearlo.
— ¿Para planear exactamente qué? ¿Cómo abandonar a nuestro hijo? De ninguna manera te permitiré eso. Estas muy equivocada si es eso lo que crees que pasara.
—Hablas como si no me importara lo que pasara con el—si seguíamos así, seria yo la que explotaría esta vez.
—Es lo que estoy empezando a creer—sus ojos estaban clavados en los míos.
—Soy su madre. Esta más que claro que mi hijo me importa. Nunca haría algo para perjudicarlo.—mi voz sonaba áspera.
—Y yo soy su padre. Lo normal sería que si… si te ocurriera algo, yo lo cuidaría. Tengo ese derecho después de todo.—exclamo con voz obvia.
—Ese… ese es el problema. No confió en dejarte al cuidado de mi hijo.
