EL INICIO

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Desde pequeña, siempre sentí que no encajaba en mi familia. Era evidente el rechazo que mi padre mostraba hacia mí y el favoritismo que tenía por mi hermana. Sin embargo, como niña, no le daba demasiada importancia; para mí, el cuidado de mi padre era sinónimo de amor, a pesar de que a veces se olvidara de mí y solo le brindara regalos a ella. Un simple abrazo suyo bastaba para hacerme sentir querida.

Mi tío Remus siempre se encargaba de traerme un regalo a la cama: un pequeño panque con una vela encendida. Eso me llenaba de felicidad. Además, me regaló mi primera mascota, un pequeño gato llamado Green. Aunque mi papá no quería que lo tuviera, mi tío interfería para que yo pudiera quedármelo. Al final, logré tenerlo y ahora es el más mimado de todos.

A pesar de que mi hermana era muy mimada por nuestro padre, nunca me ignoró ni me menospreció; al contrario, siempre me mostró su amor. Aunque éramos de la misma edad, cuando yo me sentía mal, ella asumía el rol de hermana mayor, junto con Kreacher, quien se convirtió en uno de mis mejores amigos. Había cosas que no comprendía, como por qué mi padre desaparecía durante meses o por qué escuchaba la voz de una mujer llamándome.

Mi tío Remus solía comentar que la razón era el trabajo de mi padre, quien viajaba con frecuencia, y que la voz en mi mente era simplemente mi conciencia. Acepté su explicación y dejé de prestar atención a esos detalles. Un día, recibimos una carta en casa informando que nuestro padre estaba encarcelado en Azkaban por asesinato. Desde aquel momento, Lupin se encargó de nosotras, al igual que un hombre barbudo y otras personas más. La tía Molly nos cuidaba durante los períodos en los que el tío Remus enfermaba, o al menos eso es lo que nos contaba la tía Weasley. Cuando pasábamos tiempo en su hogar, me sentía parte de la familia; nunca me miraban con desprecio, sino todo lo contrario: me miraban con cariño.

En aquella pequeña pero acogedora casa, había unos chicos singulares de cabello rojo. El mayor, Bill Weasley, casi nunca estaba en casa debido a sus constantes viajes, por lo que apenas compartía tiempo con él. Charlie y Percy eran similares; sin embargo, la presencia de Percy nunca me inspiraba confianza. Los gemelos, Fred y George, eran mis favoritos; disfrutaba mucho pasar tiempo a su lado haciendo bromas y travesuras. A mi hermana le molestaba bastante que me juntara con ellos, pero no le prestaba atención. Por último, Ronald Weasley era de nuestra edad y pasaba más tiempo con mi hermana que conmigo. Él evitaba jugar conmigo porque decía que era muy mala con el; solo deseaba que se riera un poco.

Con el paso del tiempo, demostré lo contrario y nos convertimos en mejores amigos. Mi hermana dejó de jugar con nosotros y comenzó a jugar con la pequeña Wasley, la última hija de mis tíos Weasley. Cuando intenté acercarme, mi hermana me miró con enojo y sus palabras resonaron en mi mente: "Siempre quieres jugar con lo que yo tengo y terminas ganándomelo. Déjame a ella, ¿quieres?" Desde entonces, lo que era de mi hermana nunca se lo quitaba. A pesar de eso, seguimos siendo unidas; yo la quería tanto como ella a mí.

A los 11 años, recibí una carta de una prestigiosa escuela en mi mundo, "Hogwarts". Mi tío nos llevó a comprar todo lo necesario. Fue ahí cuando conocí por primera vez a un chico de cabello negro, con gafas y una extraña cicatriz. Desde ese momento forjamos una amistad, pero tuve que alejarme porque él y mi hermana fueron asignados a la misma casa al igual que mi mejor amigo. En cambio, yo terminé en la casa de los malos, o al menos eso me había dicho mi padre; según él, allí se encontraban todos aquellos que alguna vez habían causado daño al mundo mágico. Todas las noches lloraba mientras le pedía a las estrellas por qué me había tocado estar en esa casa y si realmente era tan mala.

A medida que pasaba el tiempo, fui forjando una amistad con el chico de gafas y con una chica llamada Hermione. No solo establecí lazos con ellos de la casa de Gryffindor, sino también con mis compañeras Astoria y Pansy, así como con algunos chicos más. Era curioso que apenas interactuáramos, ya que ellos solían relacionarse con un joven de cabello blanco, atractivo pero engreído y egocéntrico. Este chico les decía que no podían hablarme porque yo me asociaba con los "perdedores". Sin embargo, no me dejaba intimidar; siempre le hacía frente a ese arrogante rubio. Desde ese momento, mi vida comenzó a llenarse de color: tenía amigos, contaba con el apoyo de mi hermana y eso era lo único que podía desear. ¿Qué más podría suceder?

LAS HERMANAS BLACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora