HORROCRUX

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"33"

Lyra

La mansión Malfoy se alzaba sombría y silenciosa, como si las paredes mismas aguardaran un grito de dolor. Apenas pusimos un pie en el salón principal, un peso sofocante nos envolvió. El aire olía a humedad, a polvo antiguo... y a miedo.

Mi padre me empujó hacia adelante y, con un movimiento seco, me clavó la punta de su varita en el cuello. Su mirada helada se encontró con la mía, mientras a pocos pasos de nosotros dos mortífagos sujetaban con fuerza a Draco, que forcejeaba inútilmente.

—¿Por qué fuiste con los muggles? —su voz era un cuchillo que desgarraba el silencio.

—No fuimos con ellos —respondí entrecortada, con la garganta seca.

—¡No mientas! —rugió, presionando más la varita contra mi piel.

—Lo juro... —cerré los ojos, buscando fuerzas para resistir el dolor que empezaba a punzarme.

Su aliento rozó mi oído.

—Mientes. ¿Acaso crees que no te tengo vigilada?

—¡Digo la verdad!

Su expresión se torció en una mueca de desprecio.

—Bien... Crucio.

El grito de Draco atravesó la sala. Su cuerpo cayó de rodillas, convulsionando sobre el suelo, con los ojos desorbitados y la boca abierta en un gemido de agonía.

—¡No! ¡Tienes que creerme! —le supliqué desesperada.

—¡Crucio!

Draco se arqueó de nuevo, ahogado en un dolor que parecía no tener fin. Yo misma temblaba al ver cómo se retorcía ante mis ojos.

—¡Basta! —grité con lágrimas en el rostro—. ¡Sí fui al mundo muggle! ¡Pero fue para ver a mi madre! Quería... quería saber quién era.

Los ojos de mi padre destellaron con furia contenida.

—¿Dónde está? Cru...

—¡A las afueras de Londres! —grité antes de que la maldición cayera sobre él otra vez.

Él guardó silencio unos segundos, con una calma tan cruel que helaba la sangre.

—¿Ves lo fácil que es? —giró lentamente hacia los mortífagos—. Tráiganla. La quiero viva. Si tiene familia... mátenlos.

Los hombres obedecieron sin dudar y desaparecieron entre las sombras, dejándome a solas con él.

—Un padre no debería lastimar a sus hijos... —susurré con voz quebrada.

Él soltó una carcajada amarga.

—Yo nunca quise ser padre. —Se acercó y me sujetó con fuerza del brazo—. Más te vale no estar tramando algo. No querrás que esto termine en tragedia, ¿verdad?

—No puedes matarme... me necesitas —respondí con un hilo de voz, levantando la mirada hacia él—. Sin mí, no eres nada.

El golpe ardió en mi mejilla antes de que pudiera reaccionar.

—No te puedo matar —murmuró con fría determinación—, pero sí puedo matar a la gente que amas.

Dicho esto, desapareció en la penumbra, dejando tras de sí un silencio sofocante.

Corrí hacia Draco, que aún jadeaba en el suelo, y lo ayudé a incorporarse.

—Lo siento... es mi culpa —lo recosté en uno de los sillones.

LAS HERMANAS BLACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora