𝐶ℎ𝑎𝑝𝑡𝑒𝑟 𝐸𝑖𝑔ℎ𝑡𝑒𝑒𝑛- Acuerdo de convivencia ✔︎

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— No ha venido desde hace semanas —dice mientras sostiene un plumero en sus manos.

— ¿Quién? —respondo sin prestar mucha atención mientras intento leer un texto que dejaron en la escuela.

— No te hagas, Hablo de tu amiga —dice volviendo a insistir.

— Creí que Caitlyn no te agradaba —respondí intentando terminar con el tema.

— Porque no ha venido a la casa o están juntas como antes? —ignora mi pregunta y continúa.

Decido ignorar la suya intentando acabar con tan molesto interrogatorio.

— Se pelearon —suena como una afirmación.

— Ella no está aquí, cuando estaba me decías que no era buena influencia —continuo — Tienen razón cuando dicen que las madres no saben lo que quieren.

Dije y le dediqué una corta mirada para volver a lo mío.

— Estoy preocupada por Ti! —dice  y el tono de su voz es más elevado — Ahora solo veo que alguien viene a recogerte y llegas tarde muchas veces, no eras así.

"No era así" que significaba eso?

— Mamá, ya no se quien soy o era —digo y me levanto del sofá.

— Intentó saber qué sucede Chenoa, no puedes ignorarme o ocultarte de mi —dice y camina hacia mi.

— Y tú puedes ocultarme cosas a mi? —levantó mi voz y siento un dolor quebrando mi garganta — No me dijiste que tendré que estar con mi Padre y su nueva mujer — recriminó — ¿Tu si puedes ocultarme cosas!?

Se queda callada por unos segundos.

— No te dije porque tenía miedo  a esta reacción —responde

— Querías que me pusiera feliz? —dije con ironía — Tendré que estar con mi padre, quien no tuvo el valor de decirme las cosas, soy su hija, o era —digo maldiciendo que mis sentimientos se muestren a flote.

— Es tu padre, es su derecho, verte —dice y puedo sentir algo de remordimiento en sus palabras.

— "Sus derechos" —repito esa palabra —Y su deber? Su deber era quedarse o al menos explicarme y no irse de un día a otro! —camino hacia las escaleras.

— Cariño, no puedo hacer nada —responde — Es un acuerdo y el juez ya la aprobó.

— No soy un objeto que él puede reclamar como suyo —dije y fue la primera vez que sentí tanta rabia por mi padre y por una mujer que aún no conocía y no tenia interés en hacerlo.

Nunca.

Subí las escaleras y no pude distinguir sus palabras antes de cerrar la puerta de mi habitación. Quería echarme a llorar, porque todo parecía empeorar un poco más cada día que pasaba, mi vida estaba desmoronada y no tenía a quien necesitaba en ese momento para que me dijera que estaría bien.

Coloque mis manos en mi rostro cubriendo todo, y cuando las retiré vi su silueta junto a la ventana como siempre.

Maldije que la privacidad ya no estaba en mi habitación.

— Siempre estarás aquí?— le pregunté poniéndome de pie.

No hubo respuesta. Parecía que ignoraba mi existencia.

— No volveré a dañarme, puedes irte en paz —dije pero obtuve de nuevo una respuesta vacía.

— Deja de ignorarme! —grite hacia él pero parecía no funcionar.

Mi ángel guardián Donde viven las historias. Descúbrelo ahora