CAPÍTULO 2

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Cuando el coche se detuvo en mi calle el chico salió y yo tuve que encargarme de pagar el viaje.

Al darme la vuelta lo encontré esperando en mi puerta de espaldas, curioseando por la ventana más próxima.

Me apresuré a ir hasta él y al llegar al umbral carraspee, tratando de acaparar su atención.

Al volverse hacia mi, me recorrió de los pies a la cabeza con lentitud, después se bajó la capucha y sus ángulos simétricos y definidos quedaron visibles.

Tragué saliva.

-Abre. -me dijo, casi como una orden.

¿Cómo había llegado a este punto?

¿Qué clase de locura estaba cometiendo?

Tiré del dobladillo de mi vestido empapado hacia abajo y aparté la vista a la hora de mentir.

-Mi padre está en casa.

Eso sin duda espantaría a la mayoría.

Él negó con la cabeza casi de forma instantánea.

-No, no está. -indicó, y antes de poder replicar de nuevo, agregó: -Sabes que tarda más en llegar del trabajo los sábados. Ahora abre la puerta.

Me quedé estática y sus labios se apretaron en una fina línea, hundió las manos en sus bolsillos y miró a ambos lados de la calle, mientras esperaba a que sacara las llaves y le abriese como si nada.

-Escucha, por el momento me pareces uno de esos acosadores de los que llevan enseñándome toda mi vida a protegerme... -manifesté en voz alta, uniendo todo el valor que era capaz de poseer, mientras aquellas piedras jade, enigmáticas y casi imposibles volvían a centrarse en mi. -Sería muy estúpido por mi parte abrirte la puerta de mi casa.

El frunció el ceño, parecía bastante harto de mi.

-No voy a aguantar estás gilipolleces. -afirmó, dando un paso y acortando la distancia entre nosotros. -Dame la llave.

Retrocedí casi en un acto reflejo, cruzando me de brazos.

-No te acerques más. El verano pasado di un curso de dos semanas de karate. -su actitud no cambió tras ese comentario, así que me vi en la obligación de seguir construyendo mentiras sobre las cuales poder escalar y a posteriori, huir. -Sé cómo defenderme.

Él soltó un suspiro prolongado.

-Si quisiera hacerte algo malo ya lo habría hecho.

Solté una risita nerviosa.

-¿Y cómo sé que no eres uno de esos psicópatas y que cuando pasemos la puerta trataras de descuartizar me y vender mis órganos?

Él se mordió el labio inferior y después una pequeña sonrisa desfiguró momentáneamente sus bonitas facciones.

-Con vida vales más. -mencionó.

El corazón me dio un vuelco en el pecho y me abracé con más fuerza a mi misma.

-¿Trata de blancas? -interrogué con un hilo de voz.

Él torció el gesto, como si no tuviese ni idea de a qué me refería.

-No sé de qué estás hablando. -alegó y luego señaló la puerta a nuestra derecha, algo más molesto. -Abre la puerta Nara, necesitas cambiarte de ropa.

¿También sabía cómo me llamaba?

No era algo que debiera de extrañarme tanto después de averiguar que incluso sabía mi dirección.

Eché un vistazo a mi vestimenta, la tela del vestido era fina y se me había pegado al cuerpo, revelando en cierta medida mi ropa interior.

No pude controlar a mis mejillas, que decidieron incendiarse en ese preciso instante.

La Humana y el Demonio || Lara Sanz || •sweet•fantasy•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora