CAPÍTULO 11

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Cuando desperté, Kaleb ya no estaba ahí.

Por increíble que pareciese se había esfumado, tan fugaz cómo había venido, se había marchado.

Traté de continuar con mi día con la mayor normalidad posible, pero mi conciencia comenzó a atormentarme rápidamente, acusándome de haberlo imaginado todo, incluso de haber imaginado a Kaleb.

Eso era... Imposible, ¿no?

Las horas en el instituto se me hicieron tediosas así que agradezcí profundamente la llegada del almuerzo.

Me senté en mi mesa habitual.

Riley, que ya estaba allí, me dedicó una despampanante sonrisa.

-¿Adivina quien ha conseguido entradas para la fiesta del Garache? -me soltó entusiasmada.

A pesar de la surrealista situación de por la mañana, algo de emoción también me recorrió las venas.

Llevábamos queriendo ir a una de esas fiestas privadas desde que entramos al instituto y ahora por fin iba a hacerse realidad.

Riley sacó las entradas y las posicionó sobre la mesa, cogí una y la observé de cerca. Era plateada y azul, con inscripciones en algún idioma que no conocía.

Incluso aquel trozo de papel destilaba magnetismo.

-Es genial. -añadí pegándola a mi pecho. -Pero... ¿Cómo las has conseguido? Creía que Harry era el único que las...

-Y lo es... -me interrumpió ella, recogiendo las invitaciones restantes y amontonando las con sus manos anilladas. -No me apetece entrar en detalles...

Su forma de decir aquello me puso el bello de la nuca en punta.

-Riley... ¿Qué has hecho? -logré gesticular, con cierto temor a la respuesta.

Ella suspiró con cansancio antes de echarse el pelo hacia atrás.

-Ya te lo he dicho, no quiero hablar de ello...

Me mordí el labio inferior con nerviosismo.

-¿Te has... ? -comencé a susurrar.

Sus ojos se abrieron como platos, como si pudiese anticipar lo que iba a decir.

-¡Dios, no! -bramó histérica. -No me acostaría con Harry bajo ninguna circunstancia. -suspiré de alivio. -Solo nos enrrollamos, pero no te haces una idea de lo mal que le olía el aliento.

Al ver que lo decía sin rasquicio de perturbación o trauma me permití reír un poco.

-Puaj. Suena asqueroso, no debiste hacerlo. -alegué, cargando mi cuchara de puré de patatas para llevármelo a la boca con posterioridad.

-Tonterías, va a merecer absolutamente toda mi saliva. -insistió Riley. -Me dio cuatro entradas, por ahora estamos tú y yo. Quería preguntarte si te parecía bien que invitase al maestro... -meneó la cabeza antes de soltar una carcajada agradable. -A Will a secas, ahora que no puede oírme. Sé que no estáis bien.

Tragué de manera forzosa y luego bajé la vista a mi bandeja, para comenzar a jugar de manera involuntaria con la comida.

-Si, tienes razón... -empecé a decir. -Pero no quiero que se pierda esto por mi culpa. Además aún estamos saliendo, así que...

-¿Estás pensando en dejarlo? -me interrumpió.

Alcé los ojos hacia ella, había preocupación en su forma de mirarme y aquello solo me hizo sentir aún más miserable.

-No, no... Quiero arreglarlo, lo quiero. Es solo que...

-¡Santo cielo! -gritó mi amiga, haciendo que diese un saltito en mi sitio.

La Humana y el Demonio || Lara Sanz || •sweet•fantasy•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora