Después de pasar todo el día en el centro comercial, logré obtener algunas prendas nuevas para mi demonio de la guarda o lo que fuese.
Al caer la noche le había instado a cenar en la pizzería italiana que quedaba frente a la última tienda de ropa que habíamos visitado, pero se negó en rotundo, casi como si estuviese anticipando mi propósito de entablar conversación y conocernos mejor allí.
Su excusa había sido que no le gustaba la pizza.
Dios, ¿podía existir una excusa más estúpida?
¿A quién no le gustaba la pizza?
Me rehusé, al fin y al cabo tenía la sensación de que insistir no serviría de mucho y forzarlo a nada tampoco me parecía buena idea.
Solo quería que nos llevásemos bien.
O que al menos no me mirase de forma tan despectiva todo el tiempo. Porque sí, llevaba haciendo eso desde que habíamos salido de casa y junto con sus ya escasas y bordes interacciones, pasar el día completo con él había resultado ser casi un suplicio.
Bajemos hasta la parada de autobús y esperamos bajo la cristalera de esta a que pasase el siguiente.
La ciudad brillaba de forma destellante en la oscuridad de la noche con los faros de los coches a ras de la carretera, los semáforos, las farolas y varias ventanas encendidas de los pisos que yacían frente a nosotros.
Un gélido viento me hizo sufrir un escalofrío.
La incomodidad comenzó a roerme el pecho y me vi en la obligación de dirigirme a Kaleb, el cual permanecía impasible a mi lado con las bolsas de su ropa nueva en las manos.
-¿Cómo te lo has pasado hoy? -inquirí, tan afable como me fue posible.
El chico me miró de soslayo, luego volvió la vista al frente.
-Ha sido uno de los peores días de mi vida. -contestó con desapego.
Incapaz de contener mi indignación fingí echar un vistazo prolongado a la calle mientras mi cerebro me gritaba que lo lanzase de un empujón a la carretera.
Finalmente no pude contenerme.
-¿Es una broma? -pregunté molesta, elevando la voz por encima del gentío y el tráfico.
-No. -se limitó a responder, logrando que la sangre hirviese en mis venas.
Me estaba esforzando todo lo que podía en hacerlo sentir bien, me estaba esforzando en ser una buena persona, una persona agradecida.
Y él solo me lo ponía más y más difícil.
-Solo me gustaría saber que hago mal... -farfullé para mi misma, cruzándome de brazos en busca de algo de calor corporal en vano.
Kaleb giró el rostro hacia mi y me miró directamente por primera vez desde que salimos de mi casa, sus ojos verdes y penetrantes lograron que me encogiese aún más.
-¿Tienes frío? -interrogó con el tono carente de emoción.
-Un poco. -alegué.
En silenció, cambió las bolsas a una sola mano y pillándome absolutamente por sorpresa alzó el brazo y me rodeó los hombros con este, dándome un leve empujón para pegarme a él.
No podía negar que emanaba un calor abrasador y reconfortante que te inspiraba a pegarte a él todo lo posible, sin embargo su actitud arisca mezclada con aquel gesto solo me confundía aún más.
Era su trabajo.
Me lo recordé mentalmente un par de veces, mientras me esforzaba en no pegar mi cabeza a su pecho.
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La Humana y el Demonio || Lara Sanz || •sweet•fantasy•
FantasyNara Spinster lleva siendo acosada en sueños más de tres años por una sombra que a su vez, la persigue cuando está despierta. En las últimas semanas descubre que la están siguiendo y más intrigada por los sucesos, decide tomar cartas en el asunto y...