La noche fue horrible.
Etta y Billy no eran nada silenciosos, y cuando se trasladaron a su cuarto pude jurar que la pared comenzó a moverse, Nara se tapó los oídos con la almohada en unas cuantas ocasiones antes de caer finalmente en la fase REM.
Aquel instante de sueño profundo era mi pequeño descanso, mi hora para dormir, ducharme o cumplir con cualquier otro tipo de necesidad básica que mi trabajo no permitiese realizar con normalidad.
Al día siguiente Nara perdió el autobús, así que nos tocó recorrer el camino andando.
-Joder... -me quejé en el trascurso.
Nara se volvió hacía, comenzando a caminar de espaldas.
-¿Qué? -masculló, tratando de defenderse en vano. -No tengo la culpa de que no sonase la alarma. -al ver mi mueca de desaprobación, sonrió un poco. -Vamos, ¿tan malo es caminar un poco?
Y lo decía la que ya se había parado por flato.
-Apártate de la carretera. -le ordené cansado.
Que ignorase por completo el hecho de que ayer casi la hubiese besado, solo lograba ponerme de un peor humor, había llegado a la conclusión de que no debería de haberlo hecho
A fin de cuentas solo desencadenaría problemas, y ya tenía suficientes.
Además, no estaba seguro de que la atracción física que sentía hacía Nara fuese mutua.
Nara como acostumbraba hacer, ignoró mis mandatos, poniendo los ojos en blanco y restándole importancia con un gesto de mano.
Estiré ambos brazos en su dirección, agarrándola del cuello de su camiseta y ladeándola del peligro.
Ella me observó atentamente antes de zafarse y darse media vuelta para seguir con su trayectoria habitual.
En el instituto, todo fue con normalidad, Will y Nara actuaron como si la noche anterior no hubiese pasado nada y aquella amiga rubia y de la cual solo lograba recordar el hecho de que su nombre empezaba por R, hizo el cutre papel de sujeta velas, como solía realizar a diario.
Al volver al piso, no había nadie.
Etta trabajaba en un club de bailarinas y Billy... Bueno de ese tío no tenía ni idea, pero tampoco estaba.
Nara se aseguró de comprobar esto antes de sonreír con un entusiasmo poco habitual en ella, me agarró del brazo y me guió hasta su habitación.
Me senté en la cama chirriante, observando como ella se agachaba frente al taburete y ponía en marcha aquel tocadiscos viejo, metiéndole un vinilo de ese tío del tupe que supuestamente me dejaría sin palabras.
-Es un recopilatorio de sus mejores temas. -me dijo conteniendo su emoción y terminando de poner en marcha el cacharro. -Te encantará.
Una música no del todo insufrible comenzó a salir del aparato, y contemplé como Nara dejaba caer su cabeza hacia atrás, con las manos apoyadas en la moqueta, mientras cerraba los ojos, aún con esa expresión ensoñadora.
-¿Te sigue doliendo el cuello? -pregunté fingiendo desinterés.
En ese instante sus grandes ojos se abrieron, para echarme un vistazo y después ponerlos en blanco.
-¿Puedes centrarte en la música? -suplicó.
Me mordí el labio, apoyando los codos sobre mis rodillas y echándome hacia delante.
-No, mi deber es... -traté de decir.
Nara se puso en pie, sacudiéndose el pantalón y mirándome desde arriba.
ESTÁS LEYENDO
La Humana y el Demonio || Lara Sanz || •sweet•fantasy•
FantasyNara Spinster lleva siendo acosada en sueños más de tres años por una sombra que a su vez, la persigue cuando está despierta. En las últimas semanas descubre que la están siguiendo y más intrigada por los sucesos, decide tomar cartas en el asunto y...