Kaleb
Sabía que no estaba bien, pero cuando tuve en brazos a Nara aminoré el paso, el peso de su cuerpo resultaba gratificante y tenerla de ese modo era una experiencia nueva y reconfortante, sobre todo después de estar tanto tiempo alejado de ella.
Aquella semana y media me había dedicado a mantenerme todo lo lejos posible, aunque sin perderla de vista, por supuesto.
No había entrado a su casa, ni había sucumbido a espiarla mientras se duchaba.
Digamos que estaba tratando de reformarme de nuevo.
Aunque sin mucho éxito para ser del todo sincero.
Mi situación física no era la mejor, había perdido la cuenta de los días que llevaba sin comer ni dormir, porque estar pendiente de mi humana era lo único que me quedaba de ella y lo aprovechaba hasta la última gota. Ni siquiera descansaba en su fase REM, prefería disfrutar observándola.
Sonaba siniestro, pero era un demonio, que cojones, ni siquiera llegaba a sentirme culpable por descuidarme un poco a mi mismo.
Nara se removió en mis brazos y sus piernas me rodearon con más fuerza la cadera, provocando que todos mis sentidos se pusieran alerta.
Se había dormido hacía un rato, así que para cuando lleguemos a la puerta de su casa tuve que rebuscar en su mochila hasta dar con la llave.
Abrí sigilosamente, y suspiré algo aliviado al comprobar que Arthur todavía no había vuelto del trabajo.
Me dirigí a su cuarto, dejando la mochila de la forma menos brusca posible en la entrada de la habitación, para posteriormente aproximarme a la cama y agacharme para tumbar a mi humana en la misma.
La ropa se le había arrugado y movido, tenía la falda y la sudadera algo levantadas y me esforzaba todo lo que podía por no hacer algo al respecto.
Apoyé las manos a ambos lados de su cabeza, observando más de cerca su bonito rostro completamente en calma. Era apabullante que estubiese tan acostumbrada a situaciones de riesgo y que tras pasar por estás no pareciese ni siquiera mínimamente afectada.
Sus cejas se fruncieron un poco y su boca colorada se entreabrió, incitándome sin ser consciente a hacer algo que definitivamente no debería hacer.
Menee la cabeza, borrando cualquier pensamiento fuera de lugar que ocupase mi cerebro para centrarme en mis obligaciones.
Agarré el filo de la sudadera y al ser ancha se la saqué fácilmente por la cabeza, la tiré a un lado y me permití unos minutos para admirar lo bien que le quedaba ese sujetador negro de encaje.
Mis manos tiraron de uno de los tirantes a un lado, asegurándome de que no tenía ningún hematoma u herida que decorase ni cercenase su pulcra piel.
Nada.
Los sucesos del accidente se habían desarrollado relativamente hacía poco, así que lo más probable era que aún no hubiesen tenido tiempo de aparecer ninguna marca como muestra de los golpes.
Pasé a apoyarme con los codos, quedando más cerca de Nara para poder ver mejor si había alguna marca indeseable en su piel.
Levanté su barbilla y giré su cuello a un lado y a otro sin encontrar nada.
Pasé mis dedos entumecidos por la parte baja de su abdomen, buscando algún signo de todo aquello, cuando mi humana se despertó de imprevisto.
Su cuerpo se tensó de inmediato y sus expresivos ojos azules me miraron titubeantes antes de proporcionarme un empujón por los hombros.
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La Humana y el Demonio || Lara Sanz || •sweet•fantasy•
FantasyNara Spinster lleva siendo acosada en sueños más de tres años por una sombra que a su vez, la persigue cuando está despierta. En las últimas semanas descubre que la están siguiendo y más intrigada por los sucesos, decide tomar cartas en el asunto y...