CAPÍTULO 15

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Nara

Me aseguré de mirar la calle concienzudamente antes de cruzar.

Acababa de salir de ir a comprar unas cuantas cosas con Riley, dentro de poco sería su cumpleaños y estaba ansiosa porque todo saliese bien, pretendía celebrarlo al aire libre, solo con los más allegados.

A diferencia de como había creído que las cosas serían con Will ahora que no estábamos juntos no iban tan mal como podrían ir, seguía juntándose con nosotras para comer y nos había invitado a ambas al próximo concierto de su banda, el cual se sucedería dentro de un par de semanas.

De vez en cuando me miraba de forma rara, pero no había intentado acercarse lo suficiente para hacerme sentir incómoda ni nada por el estilo, así que estaba bien.

Tal vez lo que menos me gustase era que debía de llamarlo maestro Will, en vez de Will a secas, cosa que mi privilegio como novia me otorgaba.

Sujeté mi falda cuando el viento nocturno sopló más fuerte.

Bajé las escaleras del metro y me detuve frente a las vías, situándome delante de un grupo de chiquillos que rondarían los doce años.

Al parecer ellos y yo éramos los únicos en el metro y no me extrañó al ver la hora, eran casi las doce de la noche.

Me coloqué mis auriculares y me aferré a mi mochila mientras esperaba impaciente el próximo tren.

Mientras Elvis me cantaba Suspicious Mind, yo me dedicaba a contener las ganas de llorar que me producía aquella canción.

Sabía que no era la única que escuchaba frecuentemente una canción que la hacía sentir triste precisamente para sentirse más triste, pero eso no me hacía menos estúpida en mi mente.

El recuerdo de cuando le mostré la música de Elvis a Kaleb por primera vez me golpeó con fuerza, recordé sus ojos verdes mirándome con expectación mientras yo tarareaba la letra y me odié a mi misma por ser tan estúpida.

Podía pensar en cualquier cosa y llegar a conectarla con Kaleb de la manera más insospechada.

Me había acostumbrado tanto a él que su repentina desaparición estaba siendo mucho más complicada de lo que podría haber llegado a imaginar nunca.

Dios, la mayoría del tiempo ni siquiera era amable, soltaba comentarios ofensivos e incluso se jactaba de ello en algunas ocasiones.

Entonces, ¿por qué...?

De pronto sentí como unas manos me empujaban.

Me encontraba más al filo de las vías de lo que debería y perdí el equilibrio, cayendo en esta de forma abrupta, me tapé con los brazos como pude, pero no pude evitar hacerme daño. El corazón me latía rápido, su sonido se mezclaba con la risa de esos niños y el temblar del metal de las propias vías, lo cual certificaba que se aproximaba el tren.

Estaba demasiado adolorida como para pensar de manera racional, sabía que debía de salir de ahí cuanto antes, pero sentada en el fondo de los railes, y observando como las luces del vehículo se aproximaban cada vez más y más, lo único que se me ocurrió fue cruzar los brazos delante de mi rostro, como si algo tan estúpido fuese a salvarme de morir.

Cerré los ojos con fuerza, preparándome para el impacto cuando alguien me rodeó con sus brazos, me aferré a él, sabiendo de quien se trataba, sentí como saltaba hacía el otro lado sin soltarme, después ambos caímos al suelo rodando, el suelo estaba terriblemente duro y cuando volví a abrir los ojos me encontré con Kaleb sobre mi, aplastándome, su respiración estaba agitada y sus ojos verdes y pálidos me observaban intranquilos.

La Humana y el Demonio || Lara Sanz || •sweet•fantasy•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora