CAPÍTULO 5

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-Eso es obvio. -suspiró y sus palabras chocaron contra mis labios, haciendo que abriese los ojos en el acto topándome con una sonrisita de autosuficiencia y aquella enigmática mirada oteándome con curiosidad, casi esperando que dijese algo al respecto.

Sin embargo, me había quedado muda y mis pies casi anclados al suelo.

Su mano fuerte aún me sujetaba, pero poco a poco su agarré se fue aflojando hasta desvanecerse, dejando caer su brazo a uno de los laterales de su torso.

-Debería volver a clases. -musité trémulamente con el último ápice de voluntad que albergaba mi alma en esos momentos.

Kaleb no dijo nada más.

-¿Quién es Elvis? -inquirió con interés Kaleb desde mi cama.

Después de comer me había puesto a estudiar y hacer la tarea, pero no era tan sencillo con la constante presión de que alguien te estaba observando y dedicándose ha hacer preguntas tan llanas como esa.

Me volví en mi silla giratoria en su dirección, con las piernas recogidas y una mueca exasperada.

El chico estaba tumbado boca arriba con la cabeza fuera del colchón, invertida y un cubo de rubik que le había prestado en las manos, movía los pequeños cuadrados con una agilidad fascinante, sin siquiera mirar, pero aún no había logrado ordenar los colores del mismo.

-Kaleb, estoy ocupada. -atajé y al ver que resoplaba, lo imité.

Llegaba a ser un fastidio que se viese guapo incluso estando en esa postura.

-Haz un descanso entonces. -me propuso, dejando el juguete a un lado y estirando ambos brazos a sus costados.

Puse los ojos en blanco antes de dirigir las manos a mi pelo, lo llevaba por encima de los hombros así que la posibilidad de hacerme una coleta era absurda.

-Para ti es muy fácil decirlo. -alegué, girando de nuevo en dirección a mis apuntes.

Oí movimientos por parte de Kaleb detrás de mi, pero opté por ignorarlos y seguir a lo mío.

-Aburrida... -escuché que murmuraba.

Me mordí la lengua, conteniéndome, mientras trataba inútilmente de centrarme en el esquema de las obras más relevantes de Shakespeare en vano.

-Aburrida. -repitió, está vez en un tono más rítmico, dotando a cada sílaba de una melodía cutre.

-¿Quieres dejarme en paz? -protesté apoyando mi cara en mi mano y soltando el bolígrafo con frustración.

Kaleb agarró mi silla de la parte baja antes de hacerla rotar en su dirección, haciéndonos quedar frente a frente de nuevo, se había sentado en el suelo y me observaba con carisma desde abajo, su cabello negro estaba revuelto y había perdido brillo ante las luces bajas de mi habitación.

-No, no quiero. -respondió sin más.

Estiré los brazos por encima de mi cabeza y después solté un largo suspiró.

-No sabía que el hecho de que formes parte de mi vida de manera activa implique tenerte como hijo. -planteé en voz alta.

Kaleb mostró una cara de completo horror al oír mi comentario y el simple hecho de ver otro sentimiento sobre sus facciones me hizo sentir que estaba ganando terreno.

-¿Por qué asemejas nuestra relación a una de ese tipo? -expuso del mismo modo. -Es repulsivo.

Fruncí el ceño un poco.

-¿Por? Sería una buena madre, lo seré cuando sea más mayor.

Kaleb soltó una carcajada burlándose de mis palabras sin pudor.

La Humana y el Demonio || Lara Sanz || •sweet•fantasy•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora