CAPÍTULO 6

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-¿Tú qué crees? -interrogó Will en un tono doloroso, provocando que mi corazón se estrujase por el reproche. -He venido para ver con quien estás. -agregó, empujándome hacia un lado para entrar en casa.

Observé confundida como se colaba en mi salón y comenzaba a inspeccionarlo con total libertad.

-¿Qué? -logré gesticular, cerrando detrás de mi de un medio portazo.

Will se deshizo de su chaqueta, dejando a la vista su cabello azul pálido, este se balanceó cuando se agachó para mirar tras el sofá.

-Si quieres que lo eche solo tienes que pedirlo. -susurró Kaleb en mi oído, pillándome por sorpresa y haciendo que me volviese en su dirección.

-No te metas. -dije por lo bajo y luego oí como chasqueaba la lengua. -Will, para... ¡Para de una vez, joder! ¡Aquí no hay nadie! -solté al borde de un ataque, al ver como comenzaba a mover los muebles a su antojo.

El chico levantó la cabeza antes de ponerse en pie, sacudiéndose las rodillas.

-¡No te haces ni una idea de como lo he pasado, Nara! -chilló, dándole una palmada a la pared. -¿Sabes lo frustrante que es saber que no te importo una mierda?

Tenía conocimiento de que era mentira, Will me importaba, y mucho, llevaba formando parte de mi vida largo tiempo y ambos habíamos avanzado juntos hasta convertirnos en lo que éramos ahora.

-Eso no es cierto. -musité, cruzándome de brazos para tratar de esconderme o sentirme menos vulnerable a sus continuos intentos de hacerme sentir culpable.

-Claro que si, yo me desvivo por ti y tú te dedicas a ignorarme y a ponerme los cuernos. -declaró, frotándose los ojos.

Fui incapaz de aguantarle la mirada al ver el destello de sus ojos cristalizados. Se sentó en el sofá y su espalda tembló de forma considerable. Me sentí en la obligación de sentarme a su lado y pasarle las manos por los omoplatos, tratando de otorgarle un poco de afecto que lo reconfortase.

-Oye, siento haber estado ausente esta semana, -me disculpé, viendo por el rabillo del ojo como Kaleb se sentaba en el suelo y nos observaba a ambos con pesadez. -Pero yo no te he puesto los... -no me dejó terminar.

-Fred te vio. -antepuso.

Fred era un compañero y amigo en su banda de heavy alternativo. El baterista, Riley había tenido algo con él a finales del año pasado, pero no había durado casi nada.

-¿De qué hablas? -interrogué sin entender a que se refería.

-Con un chico, -prosiguió, sorbiendo por la nariz y levantando un poco la cabeza. -En la parada de autobús, parecíais muy unidos.

Al oír la carcajada puramente maligna de Kaleb le dediqué una mirada dura, aunque por supuesto, no le afectó, se pasó la lengua por el labio superior y se acomodó en la moqueta, observando con más atención la escena.

Volví a dirigirme a Will, recogiéndole algunos mechones llamativos de la frente.

-Fred se confundió. -susurré, y él me apartó bruscamente.

-¡Eso es una excusa de mierda! -me espetó.

Me encogí de hombros.

-¿Y qué quieres que te diga? -expresé de forma sincera, con el corazón aún encogido por la angustia y la decepción conmigo misma. -Deberías de confiar en mi.

-¡Quiero que me digas que me quieres! -me gritó. Estaba acostumbrada a que lo hiciese, que fuese el vocalista de su banda lo fomentaba a ello, o eso me gustaba pensar.

La Humana y el Demonio || Lara Sanz || •sweet•fantasy•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora