10. Huida

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La fiebre del chico no hacía más que empeorar con cada minuto, tenía un fuerte nudo en la garganta y sentía aquel intenso dolor bajo las vendas.

-Vístete, iremos al médico cuanto antes.

-¡No! Digo... Ya casi soy adulto, no te preocupes por un resfriado, estoy bien.

Su madre no soportaba verle en aquel pésimo estado, se limitó a esperar unas horas más a ver si mejoraba.

Kakyoin se notaba extraño, sumido en sus pensamientos, tratando de recordar algún detalle más de ese curioso y realista sueño de anoche. Sabía que estaba Jotaro, pero el no poder recordar nada más le ponía de los nervios. Al final se pasó gran parte de la mañana jugando a su nuevo videojuego de carreras.

-¿Es nuevo? ¿De donde lo sacaste?

El pobre chico casi se atraganta con el poco aire que entraba en sus acatarrados pulmones mientras la pelirroja ojeaba la caja.

-Esto... Me lo compré yo cuando salía de clase, con el dinero de navidad.

-Ya veo... Pero es multijugador ¿No te aburre hacerlo solo?

-N-no... Está bien así.

Daba respuestas rápidas y entrecortadas para evitar ser descubierto por su madre. Ella no podía saber que ese regalo tenía algo que ver con Jotaro Kujo.

Le lanzó una mirada de sospecha, y tras unas horas volvieron a encontrarse.

-Llevas sin hacer nada toda la mañana, deberías llamar a tus amigos, o al menos bajar al salón a moverte un poco o comer algo. Si te enfermas más tendré que llamar al médico.

Sin decir ni una palabra el pelirrojo malhumorado apagó la consola, y salió de la habitación sin molestarse en limpiar, dejando a su madre atrás. Abrió la nevera, revisó tres veces toda la comida pero no había nada que le apeteciera. Su padre había salido a trabajar, así que simplemente se dejó caer sobre el sitio que solía ocupar y prendió el desfasado televisor del salón. Un documental sobre la fauna marina, que llamó su atención comenzó a recordarle el sueño de anoche. Esa sensación de oscuridad vacía y envolvente, el silencio en el que había estado antes con Jotaro. ¿Pero porqué él?

Abrió los ojos como platos al recordar ese último detalle. Puso una cara disgusto.

-¿Nos habíamos be...?

Se volvió a llevar la mano a los labios, interrumpiendo la frase con un sentimiento de culpa.
No quería pensar de esa manera, no era propio de él. Sabía perfectamente que esto le haría daño porque al fin y al cabo los sueños eran una representación de los deseos del subconsciente. Ellos dos eran amigos, buenos amigos incluso. Nada más. Le parecía repugnante y se avergonzaba de verlo de esa forma, aunque no dependiese de él. Pareció entrar en un trance recordando aquellas acciones silenciosas mientras los peces opacos y coloridos de la televisión daban vueltas sin parar.

Hico una mueca de dolor al visualizar la última parte, cuando el agua sangrienta le ahogaba sin piedad. Respaldó la cabeza en el sofá, y encogió el cuerpo para ocultar la herida. Comenzaba a dolerle de nuevo, y no quería seguir pensando así que apagó el televisor y se levantó en busca de más distracciones.

-Noriaki, ven aquí...

Subió las escaleras hacia su madre, quien le había llamado con un tono amenazante que le hizo dudar.

-¿Pasa algo...?

-Si... ¿De quien es esto?

Al pobre chico se le paró el corazón en el acto. La mujer sujetaba con desconfianza en ambas manos la negra chaqueta de Jotaro de la que colgaba su dorada cadena típica.

Un Latido ; JotakakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora