11. Tormenta

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La noche tardó poco en caer, además había comenzado a llover mientras los adolescentes se acercaban a la casa.

---¡Mamá! Ayúdame con esto.

---¿Que le ha pasado a tu amigo?

---¡Solo cállate y ayúdame!

Holly les abrió la puerta y dejó que entrasen, estaban empapados, y se les transparentaba la figura a través de los uniformes. El pelirrojo estaba prácticamente inconsciente, tras haber colapsado en medio de la calle debido a aquel reciente ataque de ansiedad y la gravedad de su herida, fue arrastrado hasta allí por su compañero.

---¿Estás bien?

---U-uh...

Los Kujo supusieron que no, cuando Kakyoin comenzó a toser de forma preocupante. Le acostaron con cuidado en una de las camas. Jotaro se encargó de cambiarle la parte mojada superior del uniforme, con extrema cautela.

---Nunca te había visto ser tan gentil con nadie.

Se burló Holly tras tomarle la fiebre, y el impaciente chico solo bufó con molestia, buscando argumentos en contra.

---Es solo porque me preocupa su herida.

---Es cierto, la herida...

Levantó algo su camisa, dejando al descubierto aquella cicatriz que cruzaba su formado abdomen, en el que Jotaro no pudo evitar fijarse.

En menos de un segundo las manos del pelirrojo ya habían vuelto a bajar la tela para cubrirse, avergonzado con las pocas fuerzas que le quedaban.

---Tiene mala pinta, tenemos que curarte Kakyoin, o se infectará de nuevo.

Holly-san parecía muy preocupada ante la brusca reacción del mencionado, pero tampoco iba a forzarle a desvestirse.

---Está bien así, solo necesito descansar...

Tosió de nuevo, girándose sobre si mismo, sacandole a los Kujo un suspiro, tras decidir que sería mejor dejarle en paz por el momento. Le dejaron analgésicos en la mesita, y Jotaro se sentó a su lado un rato más.

---Estoy bien.

---No estás bien. ¿...Porqué no me lo dijiste antes?

---Solo me dejaría en ridículo.

Farfulló entre las sábanas de nuevo, sintiéndose debil y dependiente.

---Deja de decir tonterías, casi mueres, y esto es algo serio. No dejaré que tus malditos complejos te pongan en peligro.

---No me lo recuerdes. No tienes porque cuidarme.

Ambos se quedaron en silencio por un minuto, las pupilas violetas del menor se estaban oscureciendo con todos esos pensamientos hirientes.

---Pero quiero cuidarte. Quiero que estes bien, bien de verdad.

---...

Kakyoin se giró mirándole a la cara directamente, con amargura y seriedad en el rostro. Se había quedado sin argumentos o palabras, pero su mirada lo decía todo. Claro que alegraba tener a ese bruto al lado, pero no de esa forma.

---Mañana me quedaré aquí contigo. Te pondrás bien y arreglaremos esto.

---Uh... Gracias. Intentaré tener mas cuidado, supongo.

Jotaro sonrió de nuevo y agarró una de las manos del chico. Estaba bastante distinto a como solía ser siempre, estaba decidido y servicial. Aunque obviamente su rostro serio y amenazador seguía en su sitio, las palabras que este articulaba cargaban aprecio y dulcura. Cosa que asombró mucho al sujeto, quien no se acostumbraba a ese lado tan directo.

Un Latido ; JotakakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora