7. Cerezos

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Era una mañana soleada, digna de la bienvenida primaveral. Se podían escuchar las risas de las chicas a lo lejos, las pisadas de las mujeres más mayores con sus zapatos de madera, como los niños corrían por las calles luciendo sus kimonos recién estrenados, y el olor de la comida tradicional que venía de los puestos de marisco.

Había pétalos de color rosa claro esparcidos por la acera, Jotaro los pisaba a medida que se dirigía a la entrada del parque, donde desde lo lejos, una figura sonriente en uniforme verde le saludaba con ilusión.  Eran las 09:57.

-Heyyyy ¡Viniste Jotaro!-

-Claro que vine, ¿Pasamos?-

El más alto abrió las enormes puertas del parque, recubiertas en hiedra, y por primera vez en años vio paisaje tan hermoso.

-¡Wow! ¡Hay cerezos en flor por todas partes! -

Dijo Kakyoin, estaba sonriendo como nunca antes, su pelo rosado combinaba con la festividad a la perfección, y continuó caminando entre la multitud hasta encontrar el sitio perfecto para comer. El parque estaba lleno de parejas enamoradas teniendo sus primeras citas, cosa que incomodaba un poco al pelinegro.

Los dos hombres se sentaron a la sombra de uno de los árboles más grandes, y tras pasarse por los puestos del mercadillo, extendieron un mantel y sacaron todo tipo de pasteles, sushi, más comida tradicional, y por supuesto, cerezas.

Comenzaron a degustar los platos mientras hablaban casualmente, respiraban el viento de casi abril y contemplaban el gentil movimiento de las ramas de los cerezos. Entonces Kakyoin cogió una sola cereza de la cesta, y la contempló durante unos cinco segundos. Se la llevó a la boca rápidamente, posándola con delicadeza sobre la punta de la lengua. Cuando Jotaro se percató de lo que iba a hacer ya era demasiado tarde.

-...-

-Leroleroleroleroleroleroleroreroreroreroeroreroreroero-

-¡Argh Kakyoin!- Protestó su compañero mirándolo con desagrado. - Sabes que odio cuando haces eso, es... ¡Es asqueroso!-

El joven siguió moviendo su lengua de forma obscena con una mirada pícara, se tragó la fruta en menos de un momento, estallando de risa tras ver la expresión de repulsión de su amigo.

- Vale, vale. Pfft, lo hago precisamente para molestarte...- Murmulló mientras acababa de reírse, tratando con sumo cuidado no atragantarse con la siguiente cereza, siguió probándolas una a una, pero a partir de entonces de forma normal.

Jotaro se dio cuenta de la forma en la que cerraba los ojos felizmente al saborear ese fruto, y le lanzó una pequeña y fina sonrisa disimulada al observar lo feliz que parecía al estar allí sentado con él.

-Realmente te gustan ¿verdad?-

-Claro que si, mira mis pendientes, creo que se nota de lejos que tengo una obsesión con ellas, me traen buenos recuerdos. Son definitivamente mi comida favorita.-

-Buenos recuerdos eh...-

Realmente su vida continuó su curso. 

Ambos siguieron la conversación con calma, como harían dos comunes adolescentes, hasta que un par de chavales de otra clase se les acercaron con una cara algo peculiar.

- Aw... Mira que tortolitos, quien pensaría que el matón del instituto se encontraría a una princesita tan lamentable.-

Dijo uno de los visitantes inesperados señalando descaradamente a Kakyoin, quien se había dado la vuelta avergonzado. Jotaro clavó sus pupilas en aquel estúpido estudiante. Estaba ardiendo de la rabia, literalmente. Se levantó de golpe, igualando sus alturas.

Un Latido ; JotakakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora