🧬 Capítulo 1 💉

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Tres pares de manos diminutas revolvieron las cartas de colores sobre la mesa.

Bruno tomó una con suma cautela deslizándola hasta su regazo, mientras miraba a Lia de soslayo.

-Dos manzanas rojas con un conejo – musitó ella, sin abrir los ojos siquiera.

-¡Pfffff! – resopló Bruno con un puchero – Esto ya no es divertido. Todos sabemos lo que puedes hacer. Siempre adivinas.

-Tú sólo envidias a Lia porque crees que tu Regalo no es tan fascinante como el suyo – comentó Hara.

Bruno la miró con los ojos entrecerrados y, en pocos segundos, el cabello rojo y plateado de Hara se levantó como si la gravedad lo atrajera hacia arriba. Parecía un cepillo viviente, uno muy enojado.

Hara se levantó y lo señaló con un dedo.

-¡Te dije que no me hicieras eso más! – chilló.

Avalyn los contemplaba con una sonrisa abierta, cargada de cariño, hasta que vio que Hara extendía las manos y las cartas se alzaban por encima de la mesa, en un torbellino que cobraba cada vez más fuerza. Algunos cubos de madera que había en el suelo, también se elevaron, uniéndose a la vorágine levitante de juguetes.

Sari, que estaba armando una casita con los cubos, miró a Hara con un mohín pues sabía que era ella la encargada de haber derruido su proyecto.

-Hara...

Avalyn se irguió. Las cartas no le harían gran daño a Bruno pero los cubos eran de madera y podían lastimar si eran lanzados a gran velocidad.

Vio por el rabillo del ojo que uno de los Agentes Grises se acercaba a ellos.

-No pasa nada. Sólo son chicos – dijo en tono afable.

El Agente Gris no se detuvo y avanzó hacia Hara. Avalyn fue a interponerse, sin pensárselo.

-Yo me encargo de cuidarlos. De verdad, no pasa nada. Sólo están jugando.

Se escuchó un estruendo aparatoso cuando cartas y cubos cayeron al suelo. Hara contemplaba al Agente Gris con un miedo más que latente en su rostro pálido. Avalyn no la vio porque le daba la espalda.

Les había repetido una y otra vez a los niños que los Agentes no estaban ahí para hacerles daño, su función era protegerlos y procurarles todo lo que necesitaran porque eran muy importantes para La Colonia. Sin embargo, a ella misma le resultada difícil mirarlos y no sentir un poco de escalofríos.

Los Agentes Grises tenían apariencia de seres humanos, es decir, estaban hechos de carne al cien por ciento, a diferencia de Los Híbridos y Mecas. Pero actuaban como máquinas, sus rostros no tenían la más mínima expresión y sólo obedecían a los Docs. No obstante, cuidaban de Los Híbridos Puros con su propia vida si era necesario.

Por eso es que Avalyn no comprendía el miedo tan arraigado de Hara, aunque no era la única. Los demás chicos se habían parado y estaban en silencio. Lily y Teo, los más pequeños, de dos y tres años respectivamente, habían contraído el rostro y los ojos les brillaban, como si se fueran a echar a llorar a pleno pulmón en cualquier momento. Les estaba tomando un poco de tiempo acostumbrarse a la vida en La Colonia.

-Tranquilos, chicos – los tranquilizó Avalyn -. Él no va a hacerles daño.

Los niños miraron a Avalyn y algunos se arracimaron entorno a ella como pollitos alrededor de la gallina. Pero no dejaron de mirar al Agente con un pánico primitivo.

-Saben que no pueden jugar con sus Regalos si no hay doctores presentes – dijo él con su tono de voz grave y carente de inflexión -. Conocen las reglas. No queremos que se hagan daño entre ustedes.

-Sólo estaban jugando – repitió Avalyn -. Yo soy responsable de ellos mientras estén conmigo. Si hay algún inconveniente, puede hablar con la Doctora Helena Ferben.

Avalyn no quiso sonar pretenciosa ni autoritaria pero tampoco entendía por qué aquel Agente armaba tanto revuelo. Después de todo, sólo eran niños, indefensos e inofensivos. Como ella misma.

El Agente miró a Avalyn fijamente durante un momento más y al final, se dio la vuelta.

Los niños se relajaron visiblemente cuando él salió por la puerta, pero el ambiente de diversión, risas y confianza se había disipado por completo. Todos estaban sombríos. Avalyn estuvo jugando con ellos durante un rato más, se tumbaron sobre los cojines y almohadones de colores que había tendidos en el suelo mientras ella les contaba una historia de fantasía. Cada semana les contaba una distinta, ya que ese era el tiempo que le tomaba inventar e imaginar un cuento nuevo.

Ésta vez, no hubo reacciones de asombro, risas y aplausos, como en otras ocasiones.

-¡No te vayas todavía, Lyn! – suplicaron Hara y Lily a una voz.

El corazón de Avalyn se contrajo.

Lily, Teo y Bruno lloraban mucho al principio y siempre parecían tristes, pero Hara era fuerte, risueña, extrovertida y orgullosa. No comprendía por qué se estaba comportando así.

-Tengo que ir a alimentar a los animales, peque. Y luego debo ir a tomar la merienda o me quedaré sin comer. Mañana vendré, como todos los días – prometió.

Acarició el rostro redondo de Hara. Algunos de sus cabellos seguían parados.

-¿Podemos ir contigo a alimentar a los animales? – preguntó Teo.

-No, tesoro. Quizá más adelante si los doctores lo permiten.

Los chicos parecían tan desesperanzados como nunca. A Avalyn se le rompió el corazón pero no podía hacer nada. Los niños debían aprender a comportarse primero para ganar la libertad de la que gozaban los mayores.

-Pero ustedes pueden seguir jugando aquí – señaló los juguetes y esbozó una expresión animada.

Ninguno de los niños dijo nada.

-Esto es para ti – Lia le tendió un dibujo con la pintura todavía fresca.

En él estaba ella, con su cabello blanco plateado. Ya había perdido casi por completo su auténtica melena castaña, sólo tenía algunas mechas color chocolate. Aquello entristecía mucho a Avalyn porque amaba su cabello natural pero no había nada que hacer, ese era uno de los efectos indeseados de la mutación.

Sonrió al ver a todos los niños retratados por Lia, cuyas piernas y brazos eran palitos y semejaban más a las patitas de los pajaritos. Una oleada de ternura embargó a Avalyn.

Sentimiento que se vio sustituido rápidamente por el pesar que sintió de ver el interior del pequeño antebrazo de Lia con marcas recientes de pinchazos.

Ava, Híbrido Puro, Libro I 🏳‍🌈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora