-¿Cuánto más hay que esperar? – inquirió Avalyn luego de dos minutos de completo silencio.
Julieth y ella estaban agazapadas en uno de los rincones oscuros del comedor común. En ese momento se hallaba casi vacío, aunque eso no implicaba que la cafetería y el restaurante hubieran cerrado. Los empleados tenían un horario muy extenso con un primer turno que iba del mediodía a la medianoche exactamente; el otro comenzaba a la medianoche y terminaba al mediodía siguiente. Avalyn comprendía por qué se veían tan cansados y ojerosos a pesar de que algunos eran tan jóvenes. El restaurante debía estar siempre abierto por si alguno de los Miembros Premium o los doctores, tan aficionados a trabajar hasta la madrugada, decidían que querían comer algo sin importar la hora. Las comidas, desayunos y meriendas de Los Híbridos, por otro lado, se servían de manera estricta y puntual. No les permitían comer fuera de los horarios establecidos, aunque Helena le dejaba chocolates a Avalyn muy a menudo. Eran sus favoritos y también los responsables de que hubiera subido de peso tres kilos, según arrojó la báscula durante la última revisión general. Algo que también la hacía sentirse culpable porque sabía que un tercio de la población humana en total, moría de inanición.
Susana ya se había marchado, pero la cocinera joven y nueva que Avalyn había visto junto a ella sí estaba y se notaba terriblemente demacrada.
Julieth siguió su mirada.
-¿Qué pasa? ¿Apenas te das cuenta del esclavismo tan evidente en que viven los empleados aquí? ¿O sigues pensando que son afortunados porque La Colonia les permite trabajar?
Avalyn no contestó. Julieth era como su consciencia, una que hablaba en voz alta y no podía acallar por más que intentara pensar en otra cosa.
-Debemos esperar hasta que el sistema se reinicie – explicó Julieth -. De lo contrario, seremos rastreadas o vistas por las cámaras – señaló una de las esquinas del comedor en donde un pequeño punto rojo destellaba sutilmente -. Serán más o menos cinco minutos. La última vez que los conté fueron como cinco minutos con quince segundos – se giró hacia Avalyn -. Tendremos que correr, así que estate preparada. No te distraigas ni te quedes atrás, veas lo que veas.
Avalyn parpadeó. Le costaba asimilar todo lo que Julieth decía porque hablaba muy rápido.
-¿Rastreadas?
-Claro, Tontalyn – alargó un dedo de cada mano para señalar el collar que llevaban ambas - ¿Por qué creíste que nos pusieron esto? ¿No pensaste que era un regalo de parte de los Doctores por dejarnos chupar la sangre amablemente día tras día? Aunque en mi caso, ni de forma tan amable porque una vez mordí a un asistente y le di un cabezazo a otro cuanto intentaron sujetarme con correas. Estuve encerrada durante una semana, pero ellos también se llevaron lo suyo, jeje.
Julieth dio un golpecito suave en la quijada a Avalyn para que cerrara la boca.
-Es hora.
Tal y como Julieth predijo, las luces se apagaron de repente y junto con ellas, el sistema central de La Colonia que proveía de electricidad, seguridad inteligente y aire acondicionado limpio. Julieth saltó como un resorte y echó a correr. Avalyn no sabía que el sistema dejaba de funcionar porque jamás se encontraba despierta a las tres y quince de la mañana. De hecho, le ardían un poco los ojos y se sentía cansada. Debería estar durmiendo en su cama. Los Híbridos necesitaban mínimo diez horas de sueño, el único aspecto en el que eran más débiles que los humanos, a quienes les bastaba con un promedio de cinco a seis horas.
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Ava, Híbrido Puro, Libro I 🏳🌈
Science FictionAño 2150 Un siglo después de la Tercera Guerra Mundial, producida por la lucha codiciada entre las naciones para acaparar los escasos recursos naturales existentes y obtener un extraño metal líquido recién descubierto, la tierra ha quedado devastada...