De los dos años que Avalyn llevaba en La Colonia, Taxa había sido su amiga durante uno y medio.
Taxa, la dulce, la sabia, la paciente, la humanitaria y la bondadosa. Siempre era amable con todo el mundo y nunca profería el más mínimo insulto o palabra desagradable. Tenía una sonrisa perenne y alegre sin importar lo mal que hubiera ido su día, lo duras que fueran las pruebas en el laboratorio. Era tan madura para sus catorce años, aunque en tiempos apocalípticos todos maduraban a marcha forzada y precoz.
Era ella quien se había encargado de animar a Avalyn durante los días posteriores a las cirugías y el lento proceso de Hibridación Mecánica. Avalyn no podía moverse ni hablar porque las prótesis requerían de quietud absoluta y los asistentes la habían atado a la cama para prevenir cualquier imprudencia o arrebato. Era una buena medida. Todos Los Híbridos despertaban sin recordar absolutamente nada de su vida anterior, y la confusión al encontrarse en un sitio que no conocían, rodeados de gente a la que tampoco habían visto antes, no ayudaba mucho a disminuir su miedo. El dolor físico que conllevaba la implantación era algo ya de por sí insoportable, un dolor que hacía a cualquiera desear la muerte.
Los asistentes de los Docs sólo entraban al cuarto de Avalyn para revisar sus signos vitales, monitorear cambios en su estado y suministrarle medicamentos que poco efecto surtían contra el martirio tanto mental como físico. Ninguno de ellos le hablaba y como ella tenía el respirador artificial hundido hasta la tráquea, tampoco podía emitir palabra. Sólo lloraba, lloraba y lloraba porque era la única forma que tenía de desahogarse. No entendía en dónde estaba, qué le había pasado y por qué la sometían a una tortura tan espantosa. Pero nada de eso se comparaba con el horror de no poder sentir las piernas. Experimentaba un ardor infernal desde la cadera y los glúteos, ardor que con el pasar de los días fue extendiéndose hacia el resto de su cuerpo. Era como si algo vivo estuviera apoderándose de ella, recorriéndola con toda libertad. Eso era la Hibridación, una posesión.
¿Qué le había hecho esa gente? ¿Qué le estaban haciendo? ¿Y por qué?
La tercera noche luego de su última cirugía, una silueta menuda se deslizó a la habitación en el horario en que ni asistentes ni Doctores se hallaban presentes. Avalyn no tenía forma de saber cuándo era de día y cuándo de noche porque estaba rodeada de paneles que proyectaban imágenes artificiales, unas veces era un bosque, un paisaje de aurora boreal y otras el firmamento cargado de estrellas. Todo era muy tenue, quizá pensado para que ella pudiera conciliar el sueño, algo que no ocurría con facilidad de todos modos. Se sobresaltaba ante cualquier sombra, ruido, cambio de aire y las pesadillas que tenía tampoco la dejaban tranquila. No lograba recordar sobre qué habían sido, pero supo que no eran buenas porque al despertar sentía terror, angustia y una aflicción tremenda, como si le hubieran quitado algo y echara mucho en falta su presencia.
Fue consciente de que sus sentidos se habían agudizado sobremanera. Percibía olores con más sensibilidad, escuchaba mejor y sentía a las personas cerca por la calidez que emanaba de ellas.
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Ava, Híbrido Puro, Libro I 🏳🌈
Science FictionAño 2150 Un siglo después de la Tercera Guerra Mundial, producida por la lucha codiciada entre las naciones para acaparar los escasos recursos naturales existentes y obtener un extraño metal líquido recién descubierto, la tierra ha quedado devastada...