🧬 Capítulo 3 💉

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Si bien los niños y los animales se alegraban enormemente cuando Avalyn llegaba, no ocurría lo mismo con los chicos de su área.

-Estas hierbas son para tu dolor en la cadera – dijo ella a Susana, una de las meseras del comedor común -. Debes hervirlas y aplicarlas todavía calientes. Te sentirás mucho mejor.

Susana recibió las hierbas curativas. Sufría de un desgaste de cadera que aunque le permitía seguir trabajando limitaba sus movimientos cada día más. Le provocaba un dolor tan tremendo que un día se desmayó en pleno comedor. Cojeaba desde entonces.

La cirugía era una posibilidad pero entrañaba inmensos riesgos que no auguraban resultados muy alentadores. Eso si ella hubiera sido candidata. Había que ser Miembro Premium de La Colonia para recibir esa clase de atención médica invasiva, compleja y en especial, costosa.

-Muchas gracias, cariño – contestó Susana esbozando una sonrisa de agradecimiento profunda.

Avalyn miró a ambos lados disimuladamente, como niña traviesa.

-Será mejor que las guardes – aconsejó en voz baja -. Nadie va a notar que me las llevé pero tampoco pedí permiso para tomarlas. Luego veré la forma de traerte más.

Susana la miró con preocupación y agradecimiento a partes iguales mientras guardaba las hojas en el bolsillo de su delantal.

-No quiero que te metas en problemas...

-Los demás también tenemos hambre – se quejó Emmanuel -. Hay cola y no tenemos por qué esperar a que tú termines de charlar con la cocinera.

Le propinó un empujón leve a Avalyn cuando pasó por su lado. Era musculoso y dos cabezas más alto que ella, aunque apenas contaba quince.

El semblante de Susana cambió por completo.

-¡Haz la fila y espera tu turno! – dijo en tono brusco – Avalyn iba antes.

Ella negó con la cabeza y le pidió que lo dejara avanzar antes. Emm no era precisamente un despliegue de cortesía y educación, pero al menos él no la había estampado contra la pared mientras bajaba las escaleras rumbo a una prueba grupal y tampoco el que le había vaciado una sopa todavía caliente "por error".

Una vez Emmanuel se marchó con su comida, Susana y otra cocinera joven, una que Avalyn no conocía, se encargaron de preparar su merienda con todo cuidado. Galletas recién horneadas, chocolate caliente, panqueques con miel y trozos de fruta fresca con dos capas de nata encima.

-¡Ujuyyyy! ¿Qué hay que hacer aquí para ganarse una comida tan rica?

Avalyn se giró hacia esa voz desconocida.

Detrás de ella había una chica morena, alta, con enormes ojos negros y una sonrisa cautivadora. Resultaba obvio que también era una Híbrido, quizá recién llegada a La Colonia porque era la primera vez que la veía. El collar metálico y su vestido largo con mallas blancas la identificaban como uno de ellos. El de Avalyn era igual, sólo que le cubría los brazos hasta casi un poco más arriba de la muñeca mientras que esa chica exhibía los suyos abiertamente, al igual que el busto turgente que le asomaba por encima del arco del vestido.

Era la mujer más hermosa que había visto en toda su vida.

A diferencia de Avalyn, ella todavía conservaba gran parte de su cabello negro y lustroso. Sólo algunos mechones plateados delataban los rastros de la mutación, pero en ella se veían hermosos, como si se los hubiera pintado de forma voluntaria. El contraste entre el negro y el plateado la hacía ver mucho más radiante y bella, resaltaba el tono caramelo oscuro de su piel. A Avalyn a veces la confundían con una persona mayor porque era bajita y su cabello blanco plateado la hacía parecer una anciana.

-Soy Valeria – se presentó.

-Ava, Avalyn – musitó ella de forma atropellada.

La sorprendía inmensamente que alguien de su área le hablara. Se había acostumbrado a la soledad y al silencio luego del incidente en el campo de ejercicios. Aun así, nunca se quejaba. El cariño de los niños y el contacto con los animales le brindaban la dosis de amor y compañía que necesitaba.

-¿Cuál de los dos? – Valeria sonrió con gracia.

-Avalyn, pero casi todos me llaman Ava o Lyn.

Ella asintió.

-¿Y tú cuál prefieres?

-Yo... mmm... como me quieras llamar está bien.

Avalyn era feliz en La Colonia, pero algo de lo que nunca gozaba era de la potestad para elegir. Nadie le preguntaba su opinión con respecto a nada y eso, sumado al hecho de que había sido orillada de manera obligada y radical a la soledad forzosa por parte de los chicos de su edad, no contribuía mucho a mejorar la forma en que se relacionaba con los demás. Con los doctores y empleados era sencillo porque simplemente los obedecía, hacía todo lo que ellos le pidieran y nunca indagaban sobre su pensamiento personal o buscaban sostener una conversación profunda. Sólo a Helena le contaba todo lo que le ocurría, sus miedos, sus pesadillas y era con ella con quien compartía todo aquello que la hacía dichosa dentro de La Colonia.

Helena Ferben era, a ojos de Avalyn, una madre adquirida, ya que sus verdaderos padres la habían dejado herida, abandonada y a punto de morir.

-Muy bien, preciosa. Así voy a llamarte.

Avalyn no supo cómo enfrentar aquella situación de forma normal. Nada la había preparado para responder con efectividad a la simpatía espontánea.

-Te doy algo de mi bandeja si quieres – repuso tendiendo la bandeja hacia el frente con rigidez.

Valeria soltó una carcajada sonora. Algo dentro de Avalyn se removió al escuchar la risa de aquella desconocida. Intentó corregirse porque por alguna razón, le preocupaba la impresión que fuera a dejar en la chica nueva.

-Digo... como hace rato mencionaste que te gustaba mi comida, podría compartirla contigo.

Julieth, la "Derramadora de Sopa Designada", se plantó al lado de Valeria y miró a Avalyn con frialdad.

-Si yo fuera tú, no me acercaría mucho a Raralyn – canturreó -. Tú no la conoces porque apenas llegaste ayer, pero ella es un miembro intocable en esta Colonia. A Michael le dieron choques eléctricos por culpa suya.

Ava, Híbrido Puro, Libro I 🏳‍🌈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora