El día siguiente transcurrió con la misma normalidad de siempre, al menos durante la mañana.
Avalyn visitó a los niños y preguntó a Lia, Sari e Isabella si estaban comiendo bien. Últimamente venía notando que algunos de los niños estaban muy delgados, pálidos y con un sarpullido extraño en la piel. Como era de esperarse, ellos se rascaban y eso empeoraba las heridas. Avalyn los regañó en repetidas ocasiones y les hizo prometer que intentarían no tocarse; ya se encargaría ella de hablar con Helena para que ordenara a los doctores y asistentes revisar a los niños.
Fue al comedor común más por necesidad que por otra cosa. No tenía hambre pero sabía que iba a necesitar las fuerzas para resistir las pruebas de la tarde. Esa misma mañana le habían extraído sangre e inyectado vitaminas esenciales que le habían dejado el estómago bastante revuelto.
Obtuvo, como siempre, las mismas expresiones y miradas hoscas por parte de sus compañeros. Sin embargo, Valeria no estaba con ellos.
Fue a la granja y ahí comenzaron algunos de los problemas.
Will no estaba por ninguna parte y el nuevo cuidador, un hombretón grande, de apariencia tosca y ceño fruncido quiso impedirle la entrada. Avalyn le explicó que era su costumbre ayudar con el cuidado de los animales.
-¡Vete de aquí, Híbrido! – amenazó él con voz ronca – No necesito ayuda para hacer mi trabajo. Lárgate a otro sitio con los demás engendros mecánicos.
A Avalyn le costó un buen momento procesar aquel trato.
Durante los dos años que llevaba en La Colonia, tanto Doctores como técnicos, empleados, asistentes y Miembros Premium se dirigían a ella con mucho respeto y en muchas ocasiones, cariño. Recibía diversos obsequios como lápices y pinceles (aunque éstos les estaban prohibidos a sus compañeros porque dada la personalidad irascible de algunos, tendían a atacar a otros o hacerse daño a sí mismos), vestidos y libros. Sin embargo, nada de eso era tan importante para ella como ser bien tratada, gozar de la aceptación y la amabilidad de los demás.
La gentileza era para Avalyn, la cualidad más extraordinaria en alguien. Estaba segura de que la verdadera evolución radicaba ahí y no en Los Híbridos; estaba en la certeza de que la humanidad necesitaba recuperar el amor, la empatía y la sensibilidad perdidos. Después de todo, la guerra había sido el principio del fin, así que la respuesta no se hallaba en la hostilidad. Por egoísmo y crueldad, la raza humana no sólo había arrasado con los recursos naturales sino que además había llevado especies enteras a la extinción y exterminado a sus semejantes empleando bombas atómicas que habían dejado el planeta destrozado, inhabitable.
No era la inteligencia la que iba a salvar el mundo, como decía Helena, era la amabilidad y Avalyn creía fervientemente en eso.
-Puede hablar con la Doctora Ferben si así lo desea – replicó ella en tono sereno -. Tengo permiso para estar aquí.
Los animales habían comenzado a aullar, graznar, bufar y maullar nada más sentir a Avalyn cerca. Los caballos, cabras y vacas golpeaban la madera de las cercas con las pezuñas.
-No voy a hablar con nadie – espetó aquel hombre -. Lárgate si no quieres que llame a los Agentes para que te encierren en tu rueda de hámster.
Avalyn se quedó pasmada.
Durante un momento, no supo cómo responder ante la tosquedad y la crudeza porque no estaba acostumbrada a ellas. Pero había algo más en la mirada del nuevo cuidador; asco, odio y superioridad.
¿Por qué iba alguien a odiarla si ni siquiera la conocía?
-Es usted nuevo y quizá no esté informado – repuso ella en tono conciliador -. Yo podría serle muy útil, los animales confían en mí y estarán más tranquilos si me ven.
Avalyn observó los arañazos que él tenía en los brazos y supo que ya había sufrido la bienvenida por parte de los gatos. A saber cómo le habría ido con las cabras y las cacatúas, con lo rabietillas que eran con los extraños.
El cuidador no dijo nada, sólo presionó un botón en el comunicador que llevaba sujeto al overol de trabajo.
Tres Agentes Grises aparecieron en un parpadeo, como salidos de la nada. Era algo tremendamente inquietante que no hicieran el menor ruido al moverse.
-¿Algún problema? – inquirió uno de ellos con su voz átona.
-No quiere irse y no me permite hacer mi trabajo.
Avalyn parpadeó.
-No es cierto. Yo sólo me ofrecí a ayudarlo. Vengo aquí todos los días.
Los Agentes se volvieron hacia ella al mismo tiempo, como sincronizados bajo un patrón automático.
-Híbrido A-024, te llevaremos a las zonas seguras habilitadas. Ven con nosotros, por favor.
Uno de ellos la tomó la del brazo, sin hacerle daño pero sí con firmeza. A Avalyn se le hizo un nudo en la garganta debido a la impresión, la vergüenza y el horror de ser arrastrada contra su voluntad. No podía creer lo que estaba sucediendo.
La idea de que era prisionera en un castillo de oro iba tomando cada vez más fuerza en su cabeza.
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Ava, Híbrido Puro, Libro I 🏳🌈
Science FictionAño 2150 Un siglo después de la Tercera Guerra Mundial, producida por la lucha codiciada entre las naciones para acaparar los escasos recursos naturales existentes y obtener un extraño metal líquido recién descubierto, la tierra ha quedado devastada...