🧬 Capítulo 4 💉

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Avalyn se sentó en la mesa de siempre, la que estaba ubicada en el costado derecho del comedor común. Le gustaba aquella mesa porque era la única desde la que se veía el bosque que rodeaba La Colonia, y más allá, las colinas difuminadas por la estela de radiación.

De vez en cuando se volvía porque la intensa sensación de ser observada era demasiado fuerte. Y nunca fallaba. Sus compañeros de área no la estimaban en absoluto y no perdían ocasión para mirarla con desdén.

Ella se hacía una idea de la razón de su rechazo.

Avalyn era un Híbrido Puro, pero no uno cualquiera. Su IP (Índice de Pureza), era de un 98,55 por ciento. Ninguno de sus compañeros poseía ese índice. Axel era el que más se acercaba con un 95 por ciento, y aun así, no superaba a Avalyn. El resto estaban en un rango que iba del 85 al 93.

Entre más pura fuera la sangre, más efectivo era el suero que se sintetizaba, capaz de curar el RN+13 o el envenenamiento por radiación, sin importar que ambos estuvieran en fase final. A Avalyn y a sus compañeros, incluidos los niños, les extraían sangre todos los días, por eso era prioridad para La Colonia que estuvieran sanos y bien alimentados. Debían resistir las pruebas, los drenajes, las extracciones de líquido cefalorraquídeo y los efectos de la mutación que en algunos casos provocaban deshidratación, vómitos, infecciones, pérdida de cabello y problemas cerebrales, como la falta de memoria.

Los Híbridos eran tratados con sumo cuidado porque en su ADN se ocultaba no sólo la cura para el virus R y la radiación, sino también la supervivencia. Ellos eran la piedra angular de la evolución humana. Los Híbridos Puros eran el futuro. Sólo ellos habían desarrollado dones únicos que, dependiendo de su naturaleza, podían servir a La Colonia de una forma u otra. Axel, por ejemplo, tenía la habilidad de construir y reparar todo tipo de artefactos mecánicos como rastreadores, computadores, drones, aerodeslizadores y todo el equipo encargado de mantener el complejo en pie. Por supuesto, había trabajadores y técnicos para desempeñar las labores físicas arduas, pero era Axel quien resolvía los algoritmos, la programación digital, las conexiones averiadas, los fallos en el sistema central y los generadores que proveían de agua, electricidad y seguridad a toda La Colonia. Su inteligencia era infinita y Avalyn lo admiraba por eso. Hara por otro lado, podía mover objetos a su voluntad y vaticinar algunos hechos futuros o situaciones que estuvieran ocurriendo en otros lugares en ese mismo instante. Sin embargo, sus predicciones casi nunca eran precisas, claras o relevantes. Tenía que desarrollar y entrenar su habilidad, algo que los doctores incentivaban a través de diversas pruebas que aplicaban a Los Híbridos. "El sacrificio para un fin muy superior", decía Helena.

La habilidad de Avalyn era diferente, aunque también muy necesaria y ella no la habría cambiado por la de alguien más. Podía sanar animales y personas, como había hecho con Will; también acelerar el crecimiento de las plantas, algo que resultaba sumamente útil cuando los recursos y la comida comenzaban a escasear. Además, había ido perfeccionando el reconocimiento de las propiedades que tenían gran parte de las hierbas para curar o mitigar ciertas dolencias. Avalyn era una clínica andante y una medicina efectiva por sí misma, algo que le brindaba una satisfacción inmensa. Estaba muy orgullosa de haber salvado incontables vidas humanas y animales, así como contribuir para proveer a La Colonia con mucha más eficacia. Era lo menos que podía hacer luego de que Helena y los demás doctores le hubieran salvado la vida. Una clase de mutualismo tácito en el que todos desempeñaban una función específica y vital.

Como Avalyn respetaba y luchaba por salvaguardar la vida curando a otros a través de su sangre y sus habilidades, no comía carne y nunca lastimaba a nadie sin importar la ofensa o el insulto que recibiera. No era que no supiera cómo defenderse, simplemente se trataba de una característica, un rasgo instintivo que estaba enraizado en lo más profundo de su carácter y que iba muy de la mano con su don. Después de todo, no tenía sentido que alguien tuviera la capacidad de sanar a otros y fuera a la vez violento, iracundo o tendiente a la destrucción.

Prefería evitar y esquivar a sus compañeros, que eran los únicos con quienes no llevaba buena relación en La Colonia. No ignoraba el hecho de que su repulsión y desdén hacia ella se debían a que gozaba de ventajas que les eran negadas a ellos. Avalyn sólo tenía que pedir algo para que le fuera concedido; libros, ropa, dispositivos mecánicos para entretenerse y una habitación amplia bien amueblada con ducha propia; los demás tenían que usar los baños comunes. Además era la única que podía moverse dentro del complejo a voluntad, sin importar la hora. Era también la única de entre los chicos mayores, que tenía acceso a los invernaderos, la granja y los bosques que rodeaban La Colonia. Su comida era preparada con mucho esmero y las cocineras tenían una lista de todo aquello que le gustaba, de forma que ni siquiera le preguntaban lo que iba a querer sino que variaban su menú todos los días.

Este hecho avergonzaba a Avalyn unos días un poco y otros mucho más. Sabía por Will y algunos de los empleados con los que trababa amistad, que la vida afuera era cruel y muy difícil. Muchas personas no tenían ni para suplir sus necesidades diarias, se las veían duras para obtener agua, medicamentos y no digamos ya un lugar donde vivir con tranquilidad. Ella se estremeció la primera vez que Will le contó que muchos humanos mataban a otros con tal de despojarlos de alimentos, vehículos y adueñarse de propiedades ya ocupadas.

Mientras comía, escuchó a los demás hablar de ella sin esforzarse por bajar la voz.

Valeria, la chica nueva, se había sentado con ellos y no había dejado de mirar a Avalyn con una curiosidad que no se molestó en ocultar.

"Siempre huele horrible porque se la pasa con esos animales asquerosos de la granja".

"Se comporta como si estuviera por encima de nosotros".

"Es rara, tonta y casi nunca habla".

"Está del lado de los doctores y la muy idiota cree que es privilegiada por estar aquí".

Los comentarios de sus compañeros no eran algo nuevo, pero no pudo soportar la vergüenza de saber que ahora esa chica iba a verla con el mismo desprecio. De pronto se le hizo algo insoportable.

Dejó la mitad de la comida y aunque siempre ahorraba el trabajo a los cocineros y limpiadores llevando su bandeja hasta la encimera, ésta vez la dejó sobre la mesa. Salió del comedor común haciendo un esfuerzo enorme por conservar la compostura.

Escasamente aguantó hasta llegar a su habitación y allí se tendió a llorar desconsoladamente.

Ava, Híbrido Puro, Libro I 🏳‍🌈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora