-¿Qué está pasando aquí?
Helena Ferben apareció con el cabello recogido en un moño descuidado. Llevaba una bata, lo cual le hizo pensar a Avalyn si ella alguna vez dormía. Las ojeras en sus ojos eran más oscuras y marcadas bajo la luz potente de las lámparas del corredor.
-Avalyn y Julieth abandonaron sus habitaciones y causaron daños en el laboratorio G-6 – repuso el Doctor Prescott.
Había tres Agentes Grises rodeando a las chicas y otros dos más a una distancia prudente.
Helena miró a Avalyn directamente.
-¿Qué pasa, hija? ¿Cómo es posible que te hayas dejado arrastrar por Julieth? – dijo su nombre con desdén, pero no la veía a ella sino a Avalyn – Eres mucho mejor que cualquiera de tus compañeros y lo sabes. También sabes lo importante que es para tu cerebro y tu cuerpo que duermas las horas suficientes...
Avalyn resopló sonoramente.
-¿Eso es lo único que te preocupa, Helena?
Helena abrió la boca parcialmente y parpadeó con sorpresa. Sin duda, no se esperaba esa respuesta de Avalyn. Al parecer, no era la única. Valeria había permanecido junto a ella con un su rebeldía y estoicismo de siempre, a pesar de que Avalyn le rogó que se fuera a su habitación y la dejara cargar con toda la responsabilidad, después de todo, fue ella la que destrozó el laboratorio.
Una sonrisa tenue se dibujó en sus labios carnosos al escucharla enfrentar a Helena por primera vez.
-Hija... - Helena la miró de pies a cabeza y esbozó una expresión aterrada cuando se detuvo en el vientre de Avalyn – te hiciste daño. Permite, por favor, que los asistentes te atiendan. Yo misma suturaré la herida.
Alzó un brazo, quizá para pasarlo por los hombros de Avalyn. Ella retrocedió y elevó el rostro; sus mejillas brillaban allí por donde pasaron sus lágrimas.
Uno de los trozos de vidrio se le había incrustado en el vientre, muy cerca del ombligo. Por supuesto que le dolía, pero la pérdida y el efecto de la verdad eran mucho más devastadores y ocupaban toda su mente en ese momento.
-Estoy bien. Mucho mejor que los animales y que Lily.
Helena echó la cabeza hacia atrás y, por un instante, una sombra de frialdad cruzó por su cara severa. Indolencia.
-Me dijiste que estaba enferma cuando te pregunté – prosiguió Avalyn –, y también me dijiste que los animales estaban bien cuidados.
El semblante pétreo de Helena no cambió.
-No voy a discutir eso en este momento, Avalyn. Ahora mismo, mi prioridad es tu vida.
-Ya te dije que estoy bien – dijo Avalyn subiendo el tono.
Julieth silbó.
-La chica buena se cansó de serlo y ahora anda desatada.
Helena la fulminó con la mirada.
-¡Tú tienes la culpa de esto! – espetó – Eres una desagradecida. No has hecho más que dar problemas desde que llegaste aquí. Esta vez llegaste muy lejos y no voy a dejarlo pasar. No voy a permitir que envenenes la mente de Avalyn – alzó una mano -. Llévenla a aislamiento. Diez días.
Dos Agentes avanzaron hacia Julieth de dos zancadas y la sujetaron por los brazos. Ella no opuso ninguna resistencia. Avalyn sí.
-La culpa fue mía, Helena. Fui yo quien destrozó el laboratorio, no Julieth.
-Ya. Y esperas que yo crea que llegaste al laboratorio por tu cuenta; que ella, habituada como está a escabullirse por toda La Colonia, no tuvo nada que ver en esto. Si antes de acercarte a ella, tú nunca habías sido desobediente – negó con la cabeza mientras la miraba con tristeza -. Estoy muy decepcionada de ti, Avalyn. No imaginas cuánto.
Una semana atrás, aquellas palabras unidas a ese tono de reprobación, habrían afectado mucho a Avalyn por el cariño y el respeto que le guardaba a Helena. Ya quedaba muy poco de lo primero y lo segundo había sido reemplazado por una emoción cercana al miedo.
-¿A ella también le vas a dar choques eléctricos como a Michael?
Si la mandíbula de Helena no hubiera estado sujeta a su quijada, se le habría caído al suelo.
-¿Doctora, quiere que activemos descargas en los rastreadores?
Los ojos de Helena centellearon de ira.
-¡Por supuesto que no, idiotas!
Un peso se asentó en el estómago de Avalyn cuando se percató de que hablaban de lastimarlas a ella y a Julieth.
-Avalyn, por favor, ven conmigo y deja que te cure esa herida – volvió a pedir Helena en tono suplicante y maternal -. Luego hablaremos de lo que tú quieras.
La Doctora no veía a Avalyn sino a la mancha roja que se extendía por su overol blanco. En el suelo ya se había formado un pequeño charco rojo platinado. Ella, por su parte, se sentía cada vez más mareada pero hizo un esfuerzo descomunal por tenerse en pie.
Sin pretenderlo, Helena le proporcionó a Avalyn la única debilidad que podía usar contra ella. Su sangre. No había nada que la Doctora Ferben atesorara más que la sangre de un Híbrido Puro.
-Iré contigo, madre – exclamó ella con voz carente de emoción –, sólo si desistes de castigar a Julieth. Me has enseñado que uno siempre debe asumir las consecuencias de los errores que comete. Eso estoy haciendo.
Helena arqueó una ceja y al final asintió. La sangre seguía goteando.
-Está bien, Avalyn. Recibirás el castigo, pero quiero que entiendas que sé que fue ella la que te metió en esto, porque de ninguna forma te habrías rebelado contra mí si no fuera por su influencia y la de los demás chicos mayores. Te llevaré a aislamiento una vez te suture, y espero que eso te sirva de escarmiento para que no se te vuelva a ocurrir desobedecer las reglas.
Avalyn asintió y comenzó a avanzar, escoltada por los Agentes Grises.
Julieth la miró con la expresión más triste y profunda que Avalyn le hubiera visto en un año que llevaba en La Colonia Trece. Eso, por extraño que pareciera, la hizo sentir muy bien.
Helena ordenó que llevaran a Julieth a su habitación y luego caminó delante de Avalyn.
-Yo no soy mejor que nadie, Helena – afirmó en medio de los Agentes -. Todos somos iguales.
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Ava, Híbrido Puro, Libro I 🏳🌈
Science FictionAño 2150 Un siglo después de la Tercera Guerra Mundial, producida por la lucha codiciada entre las naciones para acaparar los escasos recursos naturales existentes y obtener un extraño metal líquido recién descubierto, la tierra ha quedado devastada...