-Tengo mucho miedo.
El chico de cabello castaño, ojos verdes y sonrisa cautivadora, la atrajo hacia su ancho pecho y la abrazó. Ella alargó la mano hacia su cuello y acarició sus rizos.
-Yo nunca voy a permitir que te pase nada – la miró con una expresión velada -. Eres todo lo que tengo y no voy a dejar que te aparten de mí.
-No es por mí que tengo miedo.
-¿Entonces?
Ella inspiró con fuerza.
-No me gusta que papá y tú salgan. Se están exponiendo demasiado. Hay tribus guerreras y salvajes en donde las personas se han vuelto antropófagas y todo.
-Es necesario. Hay que salir a buscar comida. Las reservas se están agotando y somos treinta. El agua tampoco durará mucho.
-Podemos hacer un esfuerzo y racionarlo todo un tiempo más. Sé que resistiremos.
-Eso sólo postergará lo inevitable. No podemos morirnos de hambre.
-Es que no quiero que ustedes salgan hoy – insistió ella con más vehemencia -. Tengo un mal presentimiento.
-Todo va a estar bien. Sólo estás un poco ansiosa.
Ella suspiró.
-Si al menos papá y tú me dejaran ir con ustedes...
Él torció el gesto y la miró de forma inflexible.
-Ya te he dicho que no es seguro. No sé cuántas veces hace falta repetírtelo – resopló -. Si montan una redada o nos cruzamos con alguno de los Agentes, van a medirte y se darán cuenta. No tenemos armas para protegerte. Te llevarán con ellos y tu padre y yo no podremos hacer nada. Nosotros daríamos la vida por ti sin dudarlo, pero una vez acaben con nosotros, te llevarán de todos modos. Créeme, Flora, estás más a salvo aquí que recorriendo la estepa y las colinas con nosotros.
-No soy una enclenque débil a la que siempre hay que proteger. Sé cómo luchar. Sergio me está enseñando.
-Ah, ¿sí? – soltó él entre carcajadas – Tú no eres capaz ni de matar a un insecto. Cuando te encuentras arañas, grillos y cucarachas, los metes en frascos y los liberas afuera – se puso serio de repente -. Te conozco, hermosa, y sé que no podrías matar o herir de gravedad a alguien si la situación lo demanda.
-Ya es hora, Jonathan – bramó una voz grave detrás de ellos.
El chico se puso en pie y aunque sabía que el padre de Flora no veía con buenos ojos que él la toqueteara delante suyo, igual la besó con un deseo incontenible no exento de ternura.
Luego se irguió y se reunió con los demás exploradores en la parte trasera del cuartel.
-Leti, Jero y tú estarán bien... - comenzó Genaro.
-¡Ya estoy cansada de que me repitas eso! ¡Los que me preocupan son ustedes!
Genaro se acercó a su hija y la miró con un afecto teñido de miedo.
-Nosotros no corremos ningún riesgo – le dijo -. El centro de todo esto eres tú. Si esa gente te atrapa... lo mejor que podría pasarte es que... murieras, Flor. Ellos torturan a los chicos como tú, los usan y una vez que ya no les sirven para nada...
-¡Sí, sí, ya sé! – ella alzó la mano – Pero eso no implica que ustedes no van a correr peligro allá afuera.
-Nosotros sabemos cómo pelear, hija – replicó él con el rostro sombrío -. Puedes estar tranquila. Lo importante aquí es que tú te mantengas dentro del cuartel.
-Comienzo a cansarme de estar encerrada, papá, viviendo con miedo. Así ha sido desde que tengo uso de razón. Siempre he estado encerrada por miedo a que me atrapen – se llevó las manos a la cabeza -. A veces... pienso que lo mejor sería que lo hicieran de una maldita vez, así no tendría que vivir con esta agonía constante.
-¡No vuelvas a decir algo así, Flora! ¡Nunca!
-¡Es que estoy cansada de esto! ¡Vivir así, con miedo y terror, no es vida en absoluto!
Él se acercó y le dio un beso en la frente.
-Ten paciencia, cariño. Sé que no es agradable, pero imagina por un momento que no nos tienes a nosotros. Que te alejan de mí, de Jonathan, de Jero y Leti.
A ella no le hacía ninguna ilusión pensar en su prima. Leticia no perdía oportunidad para hacerla sentir mal sobre lo egoísta que era al no entregarse, lo mucho que exponía la vida de los demás, no sólo la de Genaro, Jonathan y Jero, sino la de los otros miembros del cuartel. Flora nunca dijo nada porque sabía que su padre la echaría del cuartel sin dudarlo y Leticia quedaría completamente sola, exiliada.
-Está bien – suspiró -. Aguantaré. Sólo te pido que te cuides mucho y que no dejes que Jonathan cometa alguna tontería, como hacerse el salvador y el valiente.
Genaro asintió.
-Y tú, cuida de Jero y trata de no pelear con Leti, por favor. Somos la única familia que le queda. Ya sabes... sabes cuál es la posición exacta donde están las minas. Si por alguna razón, alguien se acercara al cuartel, ustedes no tienen que hacer nada y mucho menos salir, los explosivos los protegen. Pero mucho cuidado, Flora, no se te ocurra pisar el campo porque las minas se activan con el movimiento y es difícil distinguir el suelo por la noche. Ninguno de ustedes tres debe abandonar el búnker. Sergio se quedará con otros cuatro patrullando los alrededores.
Flora lo miró durante un instante.
-Te quiero, papá. Te quiero muchísimo.
Los dos se fundieron en un abrazo largo.
-Y yo a ti, Flora.
Avalyn abrió los ojos. Sabía que el sueño que acababa de tener había sido maravilloso, lo sabía porque se sintió querida, experimentó felicidad y añoranza. Sin embargo, los medicamentos que le suministraban mezclados con la comida inhibían la parte subconsciente que controlaba los recuerdos y bloqueaba los sueños antes de que entraran a la corteza consciente. No pudo recordar nada por más que se esmeró.
Pero a diferencia de otras veces, logró arrancar un nombre de su sueño.
Jonathan.
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Ava, Híbrido Puro, Libro I 🏳🌈
Science FictionAño 2150 Un siglo después de la Tercera Guerra Mundial, producida por la lucha codiciada entre las naciones para acaparar los escasos recursos naturales existentes y obtener un extraño metal líquido recién descubierto, la tierra ha quedado devastada...