Algo se acerca a mí, no sé qué es. Es algo grande y negro. No lo sé, no sé qué demonios es eso, pero me deslumbra con una poderosa luz que se aproxima cada vez más y más a mí. Luego oigo rechinar algo, un ruido muy fuerte en el suelo y...
Mis ojos se abrieron poco a poco y de forma pesada. Parpadeé un poco para poder acostumbrarme a la luz de la sala en la que estaba. Me dolía los músculos y la cabeza y estaba cansado, muy cansado. Era como si me hubiese atropellado un enorme camión y después me hubiesen lanzado por un precipicio. Estaba totalmente exhausto. Hasta respirar me cansaba. Y lo peor era la cabeza. Me dolía a rabiar y sentía un leve escozor en el cuero cabelludo. Sentía que tenía como una especie de esparadrapo o algo pegado allí. Era la misma sensación que cuando se te pega un chicle al pelo
Bajé la mirada para saber dónde me encontraba y me di cuenta de que estaba en una cama con sábanas blancas, en una sala igual de blanca y con un fluorescente también blanco. Aquí todo era blanco. Giré la cabeza para ver qué había más a mi alrededor y me di cuenta de que tenía una especie de tubito de aire debajo de mi nariz. Intenté quitármelo, pero tenía también cables en los brazos. ¿Qué cojones me había pasado?
De repente, la puerta se abrió, entrando a la sala una pareja de ancianos. Ella era bajita, con el pelo canoso y cara dulce y cariñosa. El hombre también tenía canas, muchas más que las de ella (deduje que era más mayor que ella) y con cierto aire de autoridad, no sé por qué. Tras de ellos se encontraba una niña pequeña de pelo pelirojo oscuro, casi marrón y de ojos verdes como esmeraldas. Era una niña muy guapa y desprendía esa inocencia y dulzura que los niños tenían. Estaban los tres muy bien trajeados y arreglados de arriba a abajo. ¿Quiénes eran?
-Vaya, ya te has despertado -dijo la mujer mayor con una amable sonrisa- ¿Qué tal te encuentras?
-Me duele todo, pero a parte de eso, estoy bien -miré levemente todo a mi alrededor- ¿Dónde estoy? -dije aún un poco atolondrado- ¿Qué ha pasado?
-Estás en el hospital de Georgetown -dijo la mujer- Te encontramos en mitad de la carretera y necesitabas ayuda
-¿Ustedes me trajeron aquí?
-Sí -contestó dulcemente la niña. Me produjo una gran ternura
-¿Y quiénes son ustedes? ¿Los conozco?
-No, no nos conoces. Yo soy Thomas Peterson. Ésta es mi mujer, Madeline Peterson, y ésta mi nieta, Sophía Peterson -me presentó el hombre a su familia
-No te preocupes, Colin. El médico ha dicho que podrás pasar la noche aquí y mañana te darán el alta y...
-Perdón, señora, pero, ¿quién es Colin?
Los dos se miraron mutuamente de forma rara, desconcertados por mi respuesta. ¿Alguien podía explicarme lo que ocurría?
-¿No sabes cómo te llamas? -volvió a preguntar la señora
-Me han llamado Colin así que supongo que será ése
Los dos volvieron a mirarse entre ellos y luego a mí
-Sophía, cariño, ¿por qué no vas a la máquina y sacas algunas chocolatinas o algo? Luego que te lleve Mike a casa. Ya es un poco tarde para ti
-Vale, abuela. Adiós, Colin -yo le hice un gesto con la mano y luego salió de la habitación tras coger el dinero que le ofrecía su abuela
Sólo en cuanto la niña salió de la estancia fue cuando los dos empezaron a interrogarme
-¿Recuerdas algo de ti?
Me paré a pensar un poco. Intenté recordar y encontrar algunas imágenes en mi cabeza, pero no me venía nada a mi mente. Nada sobre mi identidad. Ni siquiera mi nombre. ¿Quién era?
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SIN IDENTIDAD: La otra cara
AcakConocemos la historia de mano de Sam, pero, ¿cómo la vivió Colin? Si quieres averiguar todos sus secretos ocultos, ésta es la forma de hacerlo Vívela a través de Colin SI QUIERES ENTENDER MEJOR ESTA NOVELA, TE RECOMIENDO QUE LEAS PRIMERO EL PUNTO DE...