Capitulo 6: "Samantha, déjame cuidarte"

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MARATÓN (3/3)

Las chicas se fueron y la casa se quedó en total tranquilidad y serenidad. Incluso el ambiente era cargado nada más estar Sam y su mala leche aquí. Pero en ese momento, se disipó. Tal vez era porque ya no tenía que estar en tensión constantemente por Sam y ahora podía ser yo mismo y desenvolverme mejor con los demás

Tras cambiarme de ropa por una limpia, fui al salón para poder leer un par de libros que me llamaron la atención hace poco y vi a Sophí tirada en el sofá, viendo la tele con cara tristona. Claro, Sam se había ido a la fiesta en vez de ir con ella al cine. De todas formas, pregunté:

-¿Qué te pasa, Sophí? Estás un poco seria -me senté a su lado con el libro en mis manos

-Es que Sam se ha ido con Lana a una fiesta y no conmigo al cine -se encogió de brazos e hizo un mohín

Bingo

-Pero seguro que te llevará otro día, Sophí

-Me ha dicho que mañana iremos. Y me lo ha jurado. Pero como no lo cumpla, no la hablaré ni en un millón de años

-Si Sam te lo ha jurado, seguro que cumple su palabra

De eso sí estaba seguro, aun sin conocerla mejor de lo que me gustaría. Sam se comportaba de una forma mucho más cariñosa y atenta que con sus propios abuelos. La protegía y la amaba muchísimo más, como si ella fuera toda su vida, todo lo que le quedase, y eso se notaba a kilómetros de distancia. No fallaría a Sophí de nuevo. Cumpliría su promesa. Seguro

Llevábamos un buen rato los dos tranquilos hasta que llegó Thomas. Al parecer, ya había venido de trabajar

-Hola, cariño -besó tiernamente en el pelo a Sophí- ¿Tú no deberías estar ya en la cama, señorita?

-La abuela me ha dejado ver la tele un rato más

-Ah, ¿y dónde está? -se tiró rendido en el sillón a nuestro lado

-Dijo que estaba cansada y se ha ido a dormir -le informé

-Oh, vale -me pasó la mano por el pelo- Pues creo que yo también me voy a ir a dormir. Ser poli es agotador. Y comer rosquillas no compensa en nada

Yo me reí

-¿Pensé que ese era el típico cliché de las pelis policiacas?

-Y lo es, pero nos encantan demasiado las rosquillas -se rió ladeando la cabeza- Supongo que somos una comisaría de película

Esas risas fueron interrumpidas por el sonido del teléfono. La primera que lo cogió fue Sophí, que lo tenía justo al lado

-¿Diga?...Ah, hola, Lana. ¿Qué ocurre?...Oh, vale...Claro. ¿Dónde es?...Sí, por supuesto...Ahora mismo se lo digo -Sophí terminó la conversación al colgar

-¿Qué ocurre, Sophía? -preguntó Thomas

-Era Lana. Dice que se le ha averiado el coche y que si tú puedes ir a por ellas

-¿Dónde están?

-En la casa de los Donnovan, me ha dicho Lana

Thomas se recostó de nuevo en el sofá con cara de cansancio, mucho cansancio, y se pasó la mano con la cara y la barba canosa que ya le estaba saliendo

-No quiero cortarles el rollo a los chicos de la fiesta al presentarme allí y, además, yo estoy demasiado cansado para conducir, no quiero tener un accidente, así que ve tú, Colin

Yo abrí los ojos de par en par. ¿Yo?

-Pero, Thomas, yo no sé dónde está esa casa. No sé moverme por el pueblo, de hecho

SIN IDENTIDAD: La otra caraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora