Aunque aseguró que todo sería una sorpresa, la princesa Doro amaba armar pleitos. Con su alma de guerrera, escribió una carta que la envió al Reino danés, manifestando que se protejan de un "posible" ataque que podrían sufrir.
No podía mantener tanto misterio por nada del mundo.
Sonreía con malicia, sabía que todo iba a la perfección.
Lanzó un protocolo, que revisó una y otra vez para dictárselo a sus tropas. Le encomendó a Dave que se lo dictara a las tropas inglesas también. Ambos países unificados con un único motivo: destruír y apoderarse de Europa.
Faltaba que todos se juntaran, hicieran los ensayos correspondientes, se aprendieran bien los movimientos del primer ataque. Asegurarse de qué hacer en todos los casos. Lo pensaba muy bien.
Su mente no permitía la existencia de la palabra "derrota" en ningún sentido.
Entretanto, el reino danés apenas recibió la carta, el Rey Torben mandó a sus tropas a preparar el armamento y a organizarse en caso de un ataque. Por razones obvias, para no alarmar al pueblo, se mantuvo como algo secreto. Tan secreto que ni siquiera los "gemelos" Ulrich tuvieron oportunidad de enterarse.
- ¡Correspondencia real a la princesa...! -el guardia se quedó a medias cuando entró a la habitación compartida, al principio convencido de que se encontraban los dos, en realidad, sólo estaba Sunniva observando por la ventana- Su majestad, como es lo usual, le ha llegado una carta del príncipe Jason de Inglaterra.
- Oh, qué bien -sonrió ansiosa de oreja a oreja.
Tomó la carta y no la abrió hasta que el guardia se haya alejado lo suficiente.
Como era de costumbre, siempre suspiraba enamorada: antes, durante y después de leer las cartas con poemas que le escribía su amante. Teniendo, además, una invitación a una cita al anochecer.
Recordó la verdadera razón por la cual miraba por la ventana, resulta que su hermano Lars había escapado minutos antes y ella debía vigilar que ningún guardia llegara, hacerle señas de que no había peligro... al recibir la carta, quedó tan embobada que lo olvidó.
Se asomó por a ventana, con al menos unos diez minutos de retraso y le hizo las señas.
Lars por fin se sintió tranquilo y huyó del castillo, no para buscar diversión lanzando flechas. No para correr en los campos de cultivo.
Sólo para ir directamente al pueblo, buscando entre cabaña y cabaña, hasta dar con la indicacada.
- Buenas tardes -saludó a su amigo filipino, siempre con la sonrisa serena-. Espero que no estés ocupado, quiero aprovechar los últimos días de tu compañía al máximo.
- Oh, Lars -sonrió maravillado-. Adelante, pasa, no hay ningún problema.
- Veo que te haz acomodado muy bien a este país -comentó una vez adentro de la cabaña, observando la decoración únicamente artesanal de Dinamarca.
- Sí, ya te lo he dicho, adoro tu país, se me hace muy difícil el hecho de que deba irme... -hizo una pequeña mueca en decepción.
Aunque habían ocasiones en que Lars podía hablar con alguien por horas -porque siempre tiene algo del qué hablar-, el silencio reinaba incómodo.
Los dos con la mirada desviada, aveces se miraban de reojo. Incluyendo extrañas sensaciones cerca de la espina dorsal, comenzando a sudar...
En el momento en que se observaron a un mismo tiempo, sintieron un pequeño cosquilleo en el estómago. Miraron a diferentes direcciones y luego hacia los ojos del otro; aquella intesa mirada que se dedicaban, un sentimiento compartido que ni ellos podrían decifrar qué era.
- ¿Te parece si salimos a buscar diversión afuera? -sugirió el ex heredero danés.
- Uh... claro -sonrió con timidez-. Vamos.
Se dirigeron a los campos de cultivo, en una zona no habitada. Sólo el campo, pasto, el cielo nublado semi despejado, la brisa leve... y ellos dos. Corriendo de un lado a otro.
Lars se impresionaba en ocasiones por el extraño trato que le daba a su amigo; a diferencia de su hermana, no tenía miedo en insultarla, empujarla al suelo, entre otras cosas a la hora de divertirse o en un momento casual. En cambio, cuando se trataba de Kirk, le entraba un infinito miedo de herirlo o algo así, verlo dolido tal vez era uno de sus mayores miedos cuando estaba a su lado. No paraba de cuestionarse el porqué.
- Uhh... ¿te ocurre algo, Lars? -desde que agarraron confianza, el príncipe Kirk dejó tanta formalidad para dirigirse hacia él.
- ¿Ah? Te juro que no es nada -trató de mentir, sabía que no lograría convencerlo, hasta mentirle le daba miedo. Por tanto, quiso distraerlo del tema- ¿Te parece si descansamos un poco? Ya sabes, recostarnos sobre el pasto y mirar el cielo, ¿te parece? Así luego tenemos energía suficiente para seguir...
- Claro -le interrumpió, sonriendo con dulzura. Haciendo que Lars se sintiera más y más incómodo.
Se aseguraron de recostarse sobre un terreno liso, mirando el cielo lleno de nubes, aunque eso no evitaba que se colaran los rayos del sol. Que parecían no dar nada de calor. Agregándole el no muy fuerte viento que pasaba... era el clima habitual de Dinamarca, nada comparado al calor casi sofocante típico de Filipinas, al nativo de aquel país todavía le costaba acostumbrarse al clima más frío.
Sobretodo porque sus ropas, eran de tela liviana. Trataba de cubrir con la manga de su camisa todo su brazo hasta las manos, no obstante, más que recibir calor, la tela se enfriaba con rapidez por el viento y terminaba congelándose.
Hasta el punto de temblar un poco, tratando de disimularlo.
- ¿Ocure algo, Kirk? Te noto algo... pálido, y estás temblando.
- Pues... tengo frío -murmuró, tratando de acercarse más a su amigo para obtener algo de calor corporal.
- ¿En serio? Yo hasta tengo calor -le miró extrañado.
- En Filipinas el clima es muy diferente, el sol siempre está brillando radiante... no hay tanto viento... -apoyó su rostro en el hombro de Lars- siempre hace calor.
- Bueno, aquí siempre hace frío. Creo que es la costumbre que me haga sentir calor. Los días siempre son así o más helados aún. Algo me dice que necesitas quedarte más tiempo aquí para que sientas calor, o comprar ropa de tela más gruesa... o... -se quedó en silencio, bloqueado por sus propios pensamientos.
- ¿O...?
- Por ahora, solo... podrías conformarte con... -mordió su labio inferior, cuando se miraron con tal curiosidad que morirían de eso en el momento.
- ¿Con...?
No respondió, cerró los ojos y sin previo aviso... lo contuvo con sus brazos hasta recostarlo sobre su pecho, después lo abrazó cariñoso, sintiéndose alividado de cierta forma.
Kirk se encontraba... él no sabía no cómo se sentía, le fascinaba el hecho de por fin haber obtenido el calor que necesitaba, más que se lo haya dado Lars. Después de todo, el cosquilleo en su estómago regresó de una forma más agresiva. Sus mejillas se llenaron de calor también, tomando un pequeño tono de rosa.
Cerraron los ojos, dejándose llevar por la brisa. Relajados al fin.
Sin ningún problema.
ESTÁS LEYENDO
Imperio Metal (Metallica, KLARS)
FanfictionCorría el siglo XVIII, cuando el Reino de Dinamarca y el Reino de Noruega se unificaron, con única misión de que, Lars Ulrich, príncipe y heredero de Dinamarca, protegiera a su media hermana, princesa de Noruega, la cual era muy codiciada por los ho...