Capítulo 1: Lars y Sunniva, Dinamarca y Noruega.

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A finales del siglo XVIII, aislándose de la Revolución Francesa, en el Norte de Europa; se planificaba la unificación de dos Reinos: El danés y el noruego.

Era todavía algo secreto, primero se le debía informar a todos los de la corte, y después se debía organizar una fiesta en conmemoración al acontecer.

Y, en el caso más terco, se encontraba el rey de Dinamarca, Torben Ulrich, explicándole por enésima vez el suceso a su primogénito que llevaba por nombre Lars.

- Hijo, ya no sé cuántas veces debo repetírtelo: es por nuestro propio bien la unificación. Ya sabes sobre todos esos temas económicos, al ser ambos países ricos, podemos complementarnos muy bien.

- Papá, no crea que esa sea la verdadera razón para unificar a dos reinos, en dónde los reyes de Noruega fallecieron y sólo quede la única heredera.

- Bien que lo haz deducido; hay una razón detrás de todo ésto y es que, estás obligado a convivir con la princesa de Noruega -su hijo lo miró feo-, bueno, hay un pequeño secreto que nunca te contó tu madre antes de fallecer, creí que podrías vivir sin saber eso, pero tu vida y la del reino dependerá de ello.

- ¿Y eso es...?

- Sunniva Blom, princesa de Noruega, es tu hermanastra.

- ¡Ewww! -gritó-, ¿voy a estar con mi hermana? ¡Qué asco! ¿Acaso no puedo relacionarme con...?

- Convivirán de manera no incestuosa -Lars suspiró en alivio-. Al no haber reyes en su Reino y al estar ella soltera, miles de príncipes de diferentes países van a querer pedir su mano. Tú, hijo -posó su mano sobre su corazón-, deberás protegerla de todo aquel que quiera acercarse a ella.

- ... ¿cómo es posible que yo tenga una hermana y no la conozca? ¿Mi madre acaso era una asquerosa ramer...? -su padre le tapó la boca con una mano para que evitara decir la mala palabra.

- Para nada, antes de contraer matrimonio conmigo, había tenido una hija con el recién fallecido Rey de Noruega, hijo, por favor, te ruego de todas las formas posibles que la protejas y no permitas que ningún hombre se acerque a ella a menos que tú apruebes la fidelidad de éste. Claro, teniendo en cuenta que tú nunca podrás enamorarte de nadie, porque sólo ella está destinada a tomar el reino.

- Ah, claro -aceptó encogiendo los hombros, como si se tratara de la cosa más normal del mundo-, ¿y cuándo la conoceré?

- Ahora mismo, hijo, sólo esperaba que aceptaras por fin la noticia para poder presentártela, espero que se lleven muy bien -sonrió y salió del gran salón.

El pequeño Lars, como solían llamarlo, ya no era el niño pequeño del que todos admiraban. Ya había cumplido los dieciocho y ya iba cerca de los diecinueve, sin embargo, aveces su personalidad un tanto infantil arruinaba la buena impresión de las demás mujeres, haciendo que todavía no contrayera matrimonio y nunca tuviera la oportunidad de saber lo que era el verdadero amor. Tampoco tenía amigos, se la pasaba solo encerrado en el castillo y en ocasiones escapaba para buscar algo de diversión en el pueblo danés.

Como su padre no se encontraba distraído, no podía escaparse. Mantuvo la calma, estando sentado de cuclillas en el suelo.

Se impresionó cuando una joven muchaba no muy mayor que él entró a la sala, tenían exactamente los mismos rasgos faciales, exceptuando que esta dama los tenía más delicados para su bello rostro femenino.

Vistiendo un largo vestido de seda, color celeste pastel, caminó hasta el ex heredero del Reino Danés. Al cruzar miradas, ella se impresionó también por el parecido que tenían.

- ¿Tú eres Lars Ulrich? -el otro asintió, se levantó y ambos estrecharon manos- Un gusto, yo me llamo Sunniva Blom.

- El gusto es mío, "hermana" -marcó énfasis en esa última palabra-, aunque ahora que eres de nuestra familia, por favor, date el gusto de obtener NUESTRO apellido.

Imperio Metal (Metallica, KLARS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora