Una vez hace mucho...

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—Por favor... —suplicó Eleanor con bondad— no soy más que ustedes, no tienen por qué tratarme así.

—La muchacha tiene razón Mateus —intervino Ilena—. Eleanor debe parecer una niña normal aquí, nada de princesa, nada de favoritismos y absolutamente nada anormal.

—En nueva Orleans lo extraño es normal, y ser normal es ser un completo extraño —se quejó el hombre.

—Mateus... —le advirtió Ilena, su esposa—, estuve ahí hoy, deberías haber visto lo mal que observaban esas personas a Eleanor.

—Lo siento, es solo que, he querido conocerte desde que nos enteramos de tu nacimiento, eres un milagro en nuestro pueblo —respondió Mateus mirando con felicidad a Eleanor.

—Por favor, pasa —la invitó Ilena con un brazo a que entrara en el interior de la cabaña— ponte cómoda, —añadió.

Ilena volvió a salir junto al auto mientras su esposo, Mateus, preparaba una taza de té con algunas hierbas. Cuando Ilena volvió a entrar, llevaba consigo una mochila muy cargada, que tenía varios compartimientos, y a lo que se podía ver, todos estaban llenos.

—¿Qué es eso? —preguntó curiosa Eleanor.

—Hemos previsto que tu llegada aquí no sería prácticamente unas vacaciones, así que, hoy fui al pueblo para conseguir ropa y algunos objetos que hagan tu vida en Nueva Orleans un poco más fácil. No sabíamos que día llegarías, pero Imhotep nos avisó hace una semana que estemos preparados, así que eso estuvimos haciendo —. Comentó sentándose con una taza de té en un sillón cerca de la chimenea.

—Un momento —dijo Eleanor— ¿quiere decir que mi llegada aquí ya estaba planeada?

—Cariño —respondió Ilena—, tu padre previó la guerra con tu tío hace semanas, nosotros esperábamos a tus hermanos también, pero por lo visto... —se calló un momento para elegir las palabras correctas— bueno... su valentía les costó mucho —dijo al final.

—Mis hermanos no están muertos —aseguró tajante— pero... ¿cómo? Es decir, ¿Cómo podría mi padre saber que ustedes estaban aquí?

—Tu padre no —respondió Mateus—, pero Imhotep, sí. Lleva siendo el sacerdote del pueblo desde hace mucho, y su familia, bueno, digamos que Imhotep proviene de una larga generación de sacerdotes.

—De todos modos —insistió— ¿Cómo podría Imhotep saber que había Isis aquí?

—Mi niña —, dijo con dulzura Ilena, era tan amable y tenía una voz tan agradable— ¿recuerdas que me hiciste esa pregunta en la ciudad? ¿Y que, te dije que no era momento de hablar de eso?

—Si... —respondió Eleanor con decepción, en realidad quería respuestas, quería saber un poco más de lo que estaba pasando.

—Ha llegado el momento de que te lo contemos —habló acercándose a ella y poniéndole una mano en el hombro.

—Hace un tiempo —comenzó contando Mateus— en las tierras sagradas de Is se abrió un portal, era extraño, porque su energía no provenía de las piedras mágicas, parecía provenir de la tierra, desde muy abajo.

—Seytan... —murmuró la princesa.

—Exacto —aclaró él—, en ese entonces no lo sabíamos, e incluso hasta que apareció en Lógverting no lo supimos. El caso es, que algunos de nosotros fuimos a vigilar ese portal, no por lo que pueda salir, sino más bien por cualquier amenaza que pudiera entrar; sin embargo, al mirar allí nos encontramos con una vida diferente a la nuestra, había personas, familias felices, un mundo distinto, pero más seguro que el nuestro.

—Pero un día, escuchamos aullidos de lobos, y no eran de los nuestros —dijo Ilena colaborando con la historia.

—Si... —asintió Mateus— minutos después de ese aullido, el cielo se tornó negro, el portal lanzó una llamarada roja y luego vimos detrás de nosotros criaturas mágicas muy extrañas. Había personas que tenían los ojos como lobos, y si mirabas bien, parecían ser lobos —añadió con insistencia—. También había otros que parecían estar muertos; quiero decir, —dijo haciendo una expresión desagradable en su rostro— realmente parecían personas muertas hace días, pero que habían resucitado de una forma extraña.

—Sus ojos eran cuencas vacías, pero si querían, también podían aparentar ojos normales como los nuestros, era horrible —comentó Ilena temblando asqueada.

—Si que lo eran —confirmó Mateus acariciando la mano de su esposa—, cuando le preguntamos quienes eran, respondieron que se llamaban Vampiros.

—Algo así como bestias chupasangres que asesinaban a la oscuridad de la noche —volvió a decir Ilena.

—Sí —aseguró su esposo— le daban mucha importancia a su título. ¡Oh y casi me olvidaba! También los acompañaban un grupito de personas, eran como tú y yo, pero sus habilidades... ¡tenían magia como los elfos! —Dijo emocionado— Ni los Isis hemos visto algo así jamás, se llamaban brujas.

—El caso es, —comenzó a decir Ilena al ver que su esposo se estaba desviando del tema— que todos ellos pasaron por el portal ese día, y los hubiéramos dejado ir sin problema, si es que Imhotep no nos avisaba de lo que estaba pasando.

—Así es, —dijo con mucha seriedad Mateus— fue ahí cuando comprendimos que los ataques, las desapariciones y los embrujos eran hechos con un propósito: crear a esas cosas.

—El jefe de guerra nos mandó venir a este planeta, varios de nosotros están esparcidos por la tierra cuidando que los hombres lobos, vampiros y brujas, se mantengan a raya y no creen ningún problema —, comentó Ilena.

—Pero, ¿por qué Nueva Orleans? —preguntó intrigada la princesa; le parecía fascinante y a la vez aterrador lo que estaba sucediendo, pero quería saber aún más.

—Bueno, al parecer Nueva Orleans es una de las ciudades en todo el mundo que celebra la magia como ninguna, —comentó Ilena con un poco de desaprobación— todo eso les fascina, así que, para nuestros queridos monstruos, es el lugar perfecto.

—Sí —dijo Mateus—, en Nueva Orleans todos los visitantes buscan aventuras y los vampiros se aprovechan de eso. No salgas por las noches —le advirtió a Eleanor— ni siquiera aquí en el bosque, es muy peligroso. Las noches de luna llena está estrictamente prohibido que asomes la cabeza a las ventanas y por ningún momento, vayas a las tiendas de las brujas.

—Seytan no puede saber que estás aquí —le dijo Ilena acariciando su cabello— queremos que tengas una vida normal como los demás, así que irás a la escuela; es un lugar donde te enseñan lo básico de la vida —se apresuró a explicar al ver su cara de confusión— como los templos en Lógverting, pero aquí es más básico y podrás hacer amigos.

—Y... ¿Cuándo empieza? —preguntó ella.

—La próxima semana —respondió Mateus—, nos ha costado mucho conseguirte un lugar allí, pero de momento vamos a enseñarte cómo actuar ante los demás, recuerda que nadie debe saber quién eres ni mucho menos lo importante que eres.

—Pero ahora... —dijo Ilena dejando su taza de té un lado y levantándose, haciendo que Eleanor también se levante— vamos a prepararte un baño, vas a cambiarte de ropa y tomarás un buen descanso.

Y así, la princesa Eleanor comenzó una nueva vida en un nuevo lugar, alejada de su familia, de sus tradiciones, y de todo lo que conocía como normal. En silencio esperaba que algún día, sus hermanos la acompañaran y pudieran juntos recobrar el mundo de Lógverting, vengando así la muerte de sus padres, y mandando al vacío a la escoria asesina de Seytan.

Sin embargo, en Lógverting, ambos príncipes se debatían en una difícil decisión: confiar o no en la ayuda que les ofrecían los elfos.

La Dimensión Perdida (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora