La Dimensión Perdida (LIBRO 1)

Una creciente esperanza.

Alguien alguna vez inventó el puente, el cual serviría para unir; y por mucho tiempo, unió ciudades, países, personas y ahora, mundos.

En un mundo llamado Lozart, donde los seres de fantasía son reales y los reinos luchan por el poder y la libertad, un reino llamado Lógverting vio nacer un puente un día. Un puente destinado a traer la paz.

Lo príncipes creían que Bella los había separado de su hermana, pero la realidad era que, los había unido con un mundo que ellos aún no conocían, y, que, cuando menos se lo esperaban, este mundo los uniría nuevamente con aquella hermana que creían haber perdido.

Había pasado ya una semana desde aquel accidente que había dejado a Aaron internado en la enfermería de la ciudad de los elfos, Tolhet le había dicho a James que en ese lapso de tiempo su hermano se recuperaría, pero hasta ese día, Aaron no había regresado a casa, y, aunque a James le preocupaba su hermano, tenía otras preocupaciones en la cabeza que requerían de mayor importancia.

James no podía olvidar aquella sombra que había visto en el borde de aquel arroyo cerca del bosque de los muertos, le parecía extraño que solo lo haya visto él, y, que, cuando Sophía apareció, la sombra se haya esfumado; pero, lo que más intrigaba a James, era que esa sombra o ese espíritu o lo que sea que haya sido, provocó en él unos pensamientos de locura, había escuchado risas frenéticas, personas gritar, una multitud de gente pidiendo ayuda, y nada de eso escuchó Sophía, solo él.

¿Por qué aquella sombra lo había elegido a él para presenciar y sentir aquellas cosas? Un nuevo problema del qué cuidarse, o quizás un nuevo aliado que le proporcionaría las respuestas que él estaba buscando. Todo dependía de cómo trataba a ese espíritu, todo dependía de lo que él supiera sobre esas criaturas y como manejaba toda esa información para llevar a cabo su voluntad, era bueno con eso, era inteligente, y, sobre todo, sabía dónde buscar.

Sophía le dijo que en ese lugar habitaban anteriormente los elfos oscuros, criaturas no muy amigables, pero, ¿qué quería decir con eso exactamente? Debía averiguarlo.

Salió de casa una mañana temprano y recorrió la ciudad de Dryadalis solo, y, aunque los elfos preferían hacer y cosechar sus propios consumos, tenían algunos mercados donde vendían ciertos productos. Pasó frente a una panadería y las consecuencias de no haber desayunado lo invadieron, así que se tocó los bolsillos y se encontró con que llevaba una bolsita con oro dentro, de modo que entró y compró una hogaza de pan de ajo. Siguió caminando con su hogaza de pan en mano, dándole pequeños mordiscos a medida que avanzaba, y vio también un puesto de frutas y verduras, a lado, había un puesto donde vendían todo tipo de semillas y plantines de lo que sea que se le ocurriera.

Saludó cortésmente a la florista y siguió caminando hasta que se encontró frente al camino que llevaba al palacio de la reina Elin, pero que también se dividía con otro sendero que llevaba hasta donde se encontraba la enfermería.

Y, aunque le tentaba saber cómo se encontraba su hermano, necesitaba respuestas a aquella duda que lo perseguía desde que había visto aquella sombra, y sabía que las respuestas sobre algo así solo se encontrarían en la biblioteca del reino, y, por alguna razón, creía que se encontraba en el palacio.

Caminando por el sendero se encontró con Elliot, quien estaba recostado por la pared, cruzado de brazos, mirando exactamente a la nada. Cuando éste se fijó en James, frunció el ceño intentando descifrar la razón de por qué estaba ahí.

—Hola —saludó James, un tanto incómodo por no saber que decir.

—Hola —respondió Elliot sin mirarlo, y sin decir nada más.

—¿Sabes dónde queda la biblioteca? —preguntó James mirando a Elliot y entrelazando sus manos en la espalda.

—Arriba —respondió el elfo, señalando con su dedo a un balcón que se encontraba a metros más arriba de su cabeza—, si alguien te encuentra allí, dile que te di el permiso de estar en la biblioteca para prepararte por tu entrenamiento —añadió.