El inicio de la batalla

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50 años... ese fue el tiempo que le tomó a Sebastián ejecutar su venganza, pero hay algo con lo que él no contaba: todo tiene un precio, y a veces a los más miserables, les toca pagar el más alto valor.

Era una mañana tranquila ese día, el cielo azul daba a los pájaros la comodidad de cantar y remontar vuelo a lo ancho por el cielo; sin embargo, al rey la calma de aquel día le inquietaba más que nunca. Hace 50 años había perdido a su padre y a su hermano a causa de la coronación, hoy, le tocaba a él coronar a uno de sus hijos. La tradición demandaba que, a los 19 años, el hijo mayor debía de obtener el honor de ser el rey, solo si había sido capaz de eliminar de su corazón todo rastro de ira, orgullo, ambición y hostilidad; pero el rey tenía dos hijos mellizos, con la misma edad, que habían entrenado juntos con la mentalidad de algún día heredar el trono.

Esta vez, no era solamente la coronación del nuevo monarca de Lógverting, sino que también, del nuevo rey dependía que la pureza y la bendición de los dioses volvieran a restaurar el trono que una vez, hace 50 años, fue manchado de sangre. El rey temía que la historia vuelva a repetirse, temía que si uno de sus hijos era elegido como rey, el otro arremetiese contra su familia y asesine a todos; pero lo que más temía, era que su hermano, Sebastián, invada el reino ese día.

El rey Daniel sabía que su hermano no estaba muerto, de hecho, lo sentía, y la situación en la que se hallaba el pueblo últimamente parecían confirmar aún más sus sospechas. Cada cierto tiempo ocurrían eventos extraños, había ataques, desapariciones o embrujos, y lo extraño era el patrón que tenía cada uno. Los ataques eran hechos solamente en las noches de luna llena, y en ocasiones no se encontraban los cuerpos, las desapariciones solo ocurrían de noche o en lugares tan oscuros que no llegaba la luz del sol, y los embrujos nunca eran lanzados contra los elfos, parecía como si todo aquello era en realidad una táctica preparada para arruinar la unidad del reino.

Y así sucedió, los elfos encontraron pruebas de que los ataques eran realizados por los lobos, y los únicos en todo el reino eran los acompañantes de caza de los Isis; por ello, los elfos ordenaron que, si estos no encerraban a sus animales en las noches de luna llena, lanzarían una maldición sobre los lobos y todos serían asesinados. Esto no simpatizó en nada a los cazadores, por lo que se quejaron al rey de que los embrujos eran realizados por los elfos, ya que a estos no les afectaba, e inventaron una excusa de que la reina elfo quería destronar al rey, y que para ello, desprestigiaba su paz y su forma de cuidar al pueblo; así, de esa forma los pueblos, tanto de los Isis como de los elfos, empezaron a desconfiar unos de otros y la unidad del reino poco a poco se fue decayendo.

De esa forma Sebastián vio que la oportunidad de vengarse había llegado, y una noche antes, preparó su ejército. Con el deseo de aniquilar y destruir todo rastro de su familia, salió del submundo acompañado de su hija, Bella, quien ahora era una mujer adulta y muy hermosa; ya no quedaba ningún rastro de aquel joven humano que una vez, hace 50 años, fue lanzado al pozo más horrible de todos, el submundo, o como ahora, gracias al libro ancestral sabían que se llamaba: Averno. A medida que ambos iban acercándose al gran portón blanco del reino, Sebastián parecía deteriorarse más; su rostro, era un cráneo ovalado cubierto de piel áspera y descolorida, su cuerpo, asemejaba la apariencia de un cadáver, cubierto por una larga túnica negra, lo único que podía verse eran sus manos, cadavéricas igual que su rostro, con uñas largas como garras y manchadas de un color extraño, era sangre seca. Lo único que quedaba de aquel príncipe de 19 años, eran sus ojos inyectados en odio, ira, orgullo, codicia, ambición y una horrible y enorme sed de venganza.

Y aunque Sebastián tenía la apariencia de que podría caer al suelo en cualquier momento, su fortaleza era distinta, caminaba con un vigor y una elegancia alarmante; su túnica rozaba el suelo a medida que avanzaba y allí donde tocara, las plantas y todo ser vivo morían. Al llegar a la entrada del reino vieron a dos guardias que vigilaban la entrada, éstos, al verlos, tocaron un cuerno para poner en sobre aviso al rey, quien en ese momento estaba a punto de comenzar la coronación de uno de sus hijos.

La Dimensión Perdida (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora