Desafíos distintos.

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Más allá de Lógverting en la ciudad de Nueva Orleans, en el Bayou Lafourche, la princesa Eleanor estaba enfrentando sus propios desafíos.

—Buenos días —se inclinó en una reverencia ante Ilena y Mateus.

—No, no, no —dijo Ilena—, si quieres pasar desapercibida entre tus compañeros de secundaria debes actuar como ellos.

—¿Y cómo se supone que debo actuar? —preguntó Eleanor algo frustrada.

—Los chicos de aquí no muestran respeto por los demás, cada uno va por su lado, mirando a los demás con altanería, juzgándolos con la mirada, pasando a lado del otro y sin siquiera inmutarse por su presencia —respondió Ilena recordando como la habían tratado cada vez que iba al barrio.

—Pero eso está mal —dijo indignada Eleanor.

—Exacto —dijo Mateus—, y eso es exactamente lo que queremos que hagas, de lo contrario, no durarás ni dos segundos fuera.

—Está bien — suspiró Eleanor con pesadez.

—Vuelve a entrar por la puerta y practiquemos nuevamente —añadió Ilena señalando a la puerta de su habitación, y Eleanor se alejó a regañadientes, arrastrando los pies.

Antes de abrir la puerta se mentalizó todo lo que le había ocurrido esa semana; había perdido a sus padres a causa de una diosa desquiciada, había perdido a sus hermanos y se había alejado por mucho de lo que una vez había considerado hogar, ahora se encontraba ahí, en el pantano, viviendo en una cabaña con una pareja de Isis intentando acostumbrarse a la vida normal de aquellas personas, para así evitar que los demonios de Bella la matasen. Con todo eso, no le fue difícil cambiar la expresión de su rostro y mostrar poca o nada emoción por todo lo que debía de afrontar desde allí en adelante; pensó en sus hermanos, y en los desafíos que quizás ellos estarían afrontando, eran desafíos distintos, pero, aun así, ellos también estaban luchando a su manera por buscar una solución a todo lo que estaban viviendo.

Cuando abrió la puerta de su habitación y salió a la sala de la cabaña, miró a Ilena y Mateus como si fueran dos extraños, dos personas que le habían hecho mucho daño y no merecían su compasión, pero que de igual forma no podía ser tan descortés como para no saludar.

—Hola —dijo sin mucha energía.

—¡Así se hace! —dijo Ilena con alegría— Haz eso mañana y verás que pasarás desapercibida.

—Ya, pero... —comenzó a decir Eleanor— esto es solamente el saludo, ¿qué voy a hacer cuándo alguien se me acerque y me hable? —preguntó insegura.

—Bueno tesoro —dijo Mateus acercándose— ¿conoces la ley del hielo? —ella asintió— mientras menos les hables a las personas, menos posibilidades habrá que te descubran, y si por si acaso llega a pasar que alguien te habla, respóndele como tú, como Eleanor, no como una princesa.

—Parece irónico —dijo Eleanor—, durante mucho tiempo ansié comportarme como una niña normal y dejar de ser princesa, y ahora, que tengo esa posibilidad, no hay nada más que quisiera que volver a mi antigua vida —suspiró y la pareja se acercó a abrazarla.

—Bueno cariño —dijo Ilena aun abrazándola— a pesar de que la situación ha cambiado puedes seguir siendo tú, ¿recuerdas lo que Imhotep te dijo antes de enviarte aquí?

—"Recuerda bien tus raíces" —susurró Eleanor tocando su medallón que aún conservaba puesto.

—Exacto —asintió Ilena— esas son cosas que nunca se olvidan, a pesar de lo mucho que cambie nuestra vida —y al mirar el reloj que tenían encima de la chimenea se sobresaltó— ¡pero mira la hora! Es tardísimo y mañana debes levantarte muy temprano.

La Dimensión Perdida (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora