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No se quedaron por el té. Pero ya sabían dónde encontrar a Akemi al día siguiente.
Estaban todos exhaustos y por primera vez Chris descansó plenamente. En la mañana despertó con un mensaje de Kamal avisando que acababan de llegar al sur de Chile.
Después no supo nada más. Confiaba en sus amigos y esperaba que aunque hubiera contratiempos las cosas salieran bien.
Él tenía otras cosas en las qué pensar, como en lo que Akemi le había dicho el día anterior: que él era quien ayudaría a Noah a comprender mejor esta vida, para poder morir en paz y solucionar los temas pendientes.
Se iban a reunir con la Estrella de las Almas alrededor de la hora de almuerzo, lo que para ella era casi al medio día.
Encontró a Noah y a Etienne conversando a las afueras del hotel, Valentina y Dimitri habían salido a recorrer los alrededores, y Madsen con Elizabeth aún no salían de sus habitaciones.
Cuando los dos hombres lo vieron acercarse, dejaron de hablar.
Chris alzó una ceja hacia ellos, pero no dijo nada, miró el reloj del celular y se rascó la nariz.
—¿Y bien? —preguntó—. ¿Nos vamos ya? Queda media hora y a los japoneses les gusta la puntualidad.
Noah se miró el reloj de pulsera en su muñeca izquierda. Tenía la correa de cuero desgastada y el vidrio rallado.
