Brave Dragons, Capítulo Uno- Merida

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Merida estaba alucinando. ¡Un dragón, damas y caballeros, ni mas ni menos! Estaba muy orgullosa de ser la primera persona en ver a una de esas peligrosas y hermosas criaturas, pero eso no quitaba que tenia unos dientes afilados como cuchillas (¿Hacia tres segundos tenia dientes?) y la encaraba, haciendola retroceder contra la pared de roca. Cargó el arco a la velocidad del rayo y disparó: clavandole el proyectil a la bestia en un ala. Rugió de dolor y se abalanzó sobre ella, que gritó a su vez.

-¡Chimuelo!- oyó una voz de lejos:- ¡Déjala, Chimuelo ‚ chico malo! ¡¡¡Chico muy malo!!!

Mérida chilló y pegó la cara al suelo todo lo posible, pero nada lograba apartar el aliento del dragón que se cernía sobre ella. Herido pero, igualmente, mortal. Asustada, comenzó a dar patadas al animal en el estómago con toda su fuerza, lo que solo lo enfureció más.

En ese momento llegó el chico al que Merida no habia hecho demasiado caso.

-¡¡¡Corre!!!- le ladró:- ¡Coge mi arco y dispara!

Pero el muchacho ni siquiera le prestó atención: corrió hasta la cabeza del dragón y se la abrazó, tapándole la mirada.

«Genial- pensó Merida:- ¿ahora me junto con bestias devoradoras de hombres y suicidas? ¿Desde cuándo? ».

Sin embargo, el dragón no intento partirlo en dos, sino que dejó de gruñir y se pasó la lengua por el hocico, como un adorable perrito.

-Tranquilo, amigo- oyó Merida como el chico le susurraba:- Todo irá bien, te curaré y volveremos a casa sanos y salvos ‚ ¿si? Vamos compañero, solo tienes que soltarla, vamos, Chimuelo...

Nada mas el dragon retiró una pata de su pecho ella saltó y cogió su arco, apuntando al animal:

-¡NO!- el chico se interpuso a la vez que componía un improvisado escudo con sus brazos:- No dispares. Por favor... No te hará daño.

-¡¡HACE MEDIO SEGUNDO QUERIA DEVORARME!!- se desgañitó Merida. Después se repuso (tenia una reputación que mantener):- Apártate antes de que te haga daño.

-No.- se plantó él.

Merida se impresionó.

-Muy bien.- bajó un poco el arco con recelo:- ¿Quién eres, y que haces con compañías tan... eh...?

El dragón rugió y enseñó los dientes.

-¿Cuál es tu nombre?- le preguntó.

-Vas a reírte- dijo inseguro, pasándose una mano por el pelo castaño.

-¡Claro que no! Venga, no me voy a reír de ti.

-Hipo.- respondió con un hilito de voz.

Merida torció el gesto, pero no de risa, mas bien de sorpresa. El chico la miró con ojos verdes... agradecidos.

-¿Y de dónde vienes? No creo que seas de por aquí.

-De Berk.

La pelirroja frunció el ceño e hizo cálculos.

-Eso está al menos a tres semanas en barco, no puedes haber venido tú solo.

-Es que no he venido solo... exactamente- Hipo suspiró como si se hubiera visto en aquella situacion más veces.

En ese instante el dragón caminó unos pasos hacia él para frotarse la cabeza con su hombro.

-¡Estate quieto!

-¡Perdón, perdón!- Hipo se apresuró a apartarlo un poco:- He venido montado en Chimuelo.

Merida se impresionó tanto que bajó el arco por completo y guardó la flecha. Entonces, ¿no había sido la primera en descubrir a un dragón? Qué pena. Por otro lado...

-¡Ja! ¡Sí, claro!

-En serio. Sé que suena raro.

-¿Raro? ¡Eso es bastante poca cosa!

-¡Pero es verdad! Te lo demostraría si no tuviera una flecha de medio metro clavada en el ala.

La consciencia de Merida empezó a revelarse y soltó un suspiro.

-Lo siento.

-Da igual. Podemos arreglarnoslas solos, ¿a que sí?

"Chimuelo" asintió orgulloso.

-Ni hablar.- Merida frunció el ceño:- Tú, Hipo, vas a venir conmigo al castillo de mi familia.

-¿Tu familia es la líder?

-¿Te refieres a la realeza? Sí, exacto. Mi madre sabrá qué hacer.

-¡¿Tu ma...?! ¡No, no, no, para!- Hipo, que había comenzado a seguirla, se detuvo:- Está más que demostrado que los padres no suelen entender estas cosas.

-Créeme, ella es diferente, digamos que ha tenido sus roces con cosas sobrenaturales- oh, sí, cuán largo de explicar...

Hipo dudó un poco, siempre con su aire de inseguridad, antes de ceder.

-Muy bien, pero mejor que Chimuelo se quede aquí.

Giró sobre su pierna de metal para llegar junto al dragón y susurrarle algo.

-Sí...- Merida le oyó decir en tono cansino, como si... ¿discutieran?:- Vamos, Chimuelo, confía en mí. No estoy tan desamparado.

Se abrió un poco el chaleco de piel para mostrar algo que brilló al sol. Una navaja, seguro, aunque Merida pensó que tampoco sería muy letal.

-Vámonos- le sonrió a la chica girándose de pronto, cogiéndola por sorpresa.

Ella correspondió a su sonrisa y cabeceó hacia la dirección en la que pastaba Angus.

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