Capítulo Diecisiete- Rapunzel

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Cuando Jack, Hipo y Merida se fueron, Rapunzel se recostó en la pared con un hondo suspiro. Después, con los dedos en pinza sobre el puente de su nariz, miró a su alrededor.
¡Por todos los cielos! ¡Qué desorden!
Dejó las bandejas en la mesa del comedor y se entretuvo un rato organizando las estanterías. Hasta que escuchó la voz que tanto esperaba.
-¡Rapunzel!- canturreó Eugene desde abajo de la torre:- ¡Deja caer tu pelo!
-¡Qué gracioso, señor Fitzherbert!- le dedicó una mueca graciosa antes de soltar la cuerda.
-Oh, no se enfade conmigo, futura señora Fitzherbert.- rápidamente Eugene saltó a la torre y extendió los brazos hacia Rapunzel.
La chica le dio un tierno abrazo en el que enterró su rostro en el pecho de Eugene, aspirando con fuerza. Le dio un besito.
-Ahora me ayudas con todo esto.
-¡Jo!- exclamó Eugene como un niño pequeño, y Rapunzel se echó a reír.
-Está bien...
Rapunzel miraba a su prometido intentar cargar con todas las cajas de ropa y utensilios de adorno que sus padres, los reyes, les habían regalado. En realidad, no se acostumbraba del todo a que tantas personas centraran tanta atención en ella, ahora que era oficialmente "la princesa". Contrataron a los mejores profesores del reino, aprendía de prisa, y llamaron al modista más sofisticado, que enseguida la vistió con exquisitas telas y bailarinas de paño ligero. Lo único que no combinaba del todo era su cabello, ahora cortado de forma irregular (aunque, según Eugene, se veía sencillamente hermosa).
Pascal aterrizó en su hombro.
-Ya me extrañaba que tardaras tanto- sonrió ella.
-Grrr- Pascal se encogió de hombros. Si es que un camaleón tiene hombros.
Eugene cayó de la silla donde estaba de puntillas para colgar un cuadro, haciendo mucho estruendo, y Rapunzel hizo una mueca, al tiempo que cerraba los ojos.
-¿... Estás bien, cielo?- aventuró abriendo un ojo.
-¡Sí!- contestó Eugene emergiendo de pronto del montón de cosas con los pulgares arriba, la sonrisa tonta y una mirada algo perdida:- Estoy estupendamente.
Después hizo una pequeña mueca y se pasó la mano por la muñeca izquierda.
-¿Pasa algo?- Rapunzel se acercó con rapidez, un temor acuciante creciendo en su pecho.
-No, no, sólo...- tomó su muñeca y Eugene emitió un gesto de dolor.
La rotura, de hacía tanto tiempo... cuando intentaba liberarlos de la caverna inundada...
No podía ser.
¿Me crees ahora?, susurró algo en su cabeza, a penas un ronroneo, Puedo hacer que los, ¿cómo expresarlo? "Efectos mágicos" desaparezcan, querida, sin dejar ni rastro. Si el hechizo en cuestión ya no existe, ¿por qué sus consecuencias sí? Haré que desaparezcan absolutamente todas las maravillas que ha obrado la salvia de esa hermosa flor que corre por tus venas. Todas, y Fitzherbert tendrá una muerte lenta y dolorosa, si no colaboras, querida...

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