Capítulo Diecinueve- Merida

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-¡No! ¡Esperad! ¡Ésto... ésto no...!- Merida estaba colgada del brazo de uno de los guardias que levantaban a Hipo, al parecer como a un peso pluma.
-¡Suéltame, cara de hojalata!- Hipo se revolvió y pegó una patada en el estómago a uno de ellos, que seguro lo habría soltado adolorido, pero que debido a la armadura, le dolió más a el chico:- ¡¡¡AU, AU, AU, AU!!!
-Merida- intervino Elinor, con aquella voz monótona que tan poco entendía su hija:- La decisión está tomada.
-¡¿Pero qué decisión?!- chilló Merida, ahora sujeta al marco de la puerta mientras medio estrangulaba a un guardia con las piernas:- ¡Si hasta hoy mismo... te parecía bien...! ¡AH! ¡ME HA MORDIDO!
-Su Majestad- rogó el guardia casi sin aire.
Elinor se acercó a su hija y la agarró fuertemente de un hombro. ¡¿Desde cuándo Elinor tenía tanta fuerza?! Merida no lo sabía, sólo pudo quejarse ante el empujón que le dio la reina, tirándola al suelo de la habitación.
Desde allí, a través de los mechones pelirrojos, observó a su madre con ojos cargados de miedo. Aquello no podía estar pasando... Su madre no era así.
No se me hace difícil manejar a la gente, ronroneó una voz junto a su oreja: O... sustituirla.
Abrió sus celestes ojos como platos. Hipo gritaba maldiciones y pataleteaba mientras los guardias se lo llevaban a las mazmorras.
Dos. "Alguien" sabía que quedaban dos, y quería que Merida se los entregara, por las buenas o por las malas. Siendo ella consciente o no.
Chimuelo y Balaur.
Tenía que encontrarlos.

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