Capítulo Cinco- Merida

2.8K 268 8
                                    

Merida vio a Hipo recoger sus cosas a toda prisa.

-¿A qué te refieres?

-Esunahistoriamuylarga.- respondió, cargando con una montura de cuero y metal.

-Pues resúmela.- le arrebató la montura.

Hipo pateó el suelo.

-¡No lo entiendes!- volvió a quitarle el objeto:- No podemos perder tiempo.

Montó en Chimuelo, quien hizo una pequeña mueca cuando Hipo le rozó el ala herida, pero logró elevarse varios metros en el aire.

-¡Espera, voy contigo!

-No puedes.- miró al chico con ojos llenos de ira y de incredulidad, ¡ella era la que lo protegía! ¡Ella era la que se arriesgaba!:- Lo siento, perdóname.

Y entre un parpadeo y otro, en su lugar solo quedaba una tenue estela de color. Merida sintió cómo su pecho se llenaba de ira por momentos.

-¡¡¡AAAAAAH, ESTÚPIDO VIKINGO!!!- chillaba lanzando cosas por los aires, aunque sabía que no podrían alcanzarlos:- ¡¡¡OJALÁ NO ME HUBIESE TOPADO NUNCA CONTIGO!!!
Cuando se tranquilizó un poco y pudo pensar con claridad, corrió en dirección al castillo. Maldita sea, necesitaba a Angus.

Llegó (asombrosamente) minutos después. Con piernas de gelatina, saltó a lomos del caballo e hincó sus talones en los flancos con más fuerza de lo que solía hacer. Angus relinchó, molesto, antes de salir cortando el aire.

Cabalgó, cabalgó y cabalgó durante tanto tiempo... Cayó la noche, continuaban serpenteando por el bosque en la dirección en la que creía haber escuchado los rugidos. Llegados a un punto, Merida ordenó a Angus detenerse y escuchó con más atención: nada. Aquel silencio no era bueno en ningún bosque.

Bajó del animal, que miraba inquieto la oscuridad. Merida frunció el ceño mientras inspeccionaba la maleza, y de pronto sus ojos se centraron en un punto brillante.

Oyó como de muy lejos que alguien gritaba su nombre a sus espaldas. Supo quién era, pero no se giró, porque no podía, porque aquel brillo la había capturado. Aún así, hizo un intento...

-Hipo...- murmuró sin ser plenamente consciente.

-Meridavetedeaquí.- tomó su mano y jaló hacia detrás, pero ella la liberó en un solo movimiento:- Meridaestonoesunjuego.

-¡Chist!- lo atajó Merida, molesta.

Ahora eran dos puntos brillantes, y la miraban, como dos enormes lunas verdes. Dio un paso. Seguido de otro. Extendió la mano... Estaban tan cerca...

Y un golpe en su costado la derribó, Merida e Hipo caían rodando pendiente abajo.

-¡Auch! ¡¿Pero QUÉ haces?!- chilló en la oreja de Hipo. Ambos no dejaban de caer, formando una especie de bola humana.

-¡¿No te podías quedar, AY, quieta en el claro?! ¡¡¡CUIDADO!!!

***

-¡Puef clafo que no!- rezongó Merida tiempo después, resignada, mientras se dejaba hacer en el brazo. Habían ido a parar en medio de unas gigantescas ortigas. ¡Yupi! Sentía la lengua tan hinchada que a penas podía hablar:- Te fuifte fin defifme nada.

-No pofíamos pefdef el fiempo.- respondió Hipo, que también había chupado ortigas.

Le untó un mejunje raro hecho por él mismo que al principió le escoció, aunque después alivió el picor. Iba a aplicárselo en la cara, pero Merida lo sujetó por la muñeca, inmovilizándolo.

-Yo.

-Muy fien...

Mientras se curaba las heriditas, miraba a Hipo con enfado. Chimuelo se acercó a su dueño con timidez, como si percibiera que ambos chicos estaban de un humor demasiado explosivo.

-¿Grrr?- ronroneó cuidadoso.

-No fue culpa tuya, amigo- dijo Hipo, ya sin efes, con tono un poco áspero. A Merida le pareció que la miraba de reojo.

-¡¿Qué estás insinuando?!- le gritó.

-¡Que si te hubieras quedado quieta, ese Furia seguiría aquí! ¡Lo espantaste!- le respondió también a voz en grito.

-¡Yo no he espantado a nadie! ¡Estábamos muy bien!

-¡Te hubiera devorado!- Hipo le dedicó un gesto despectivo con el brazo a la vez que centraba su atención en las aguas del río.

-¡Hipo, dejemos una cosa clara, por mucho que creas que sabes qué es y qué no es lo mejor para mí, NO-LO-SABES!

-¡Oh, no me agradezcas el haberte salvado la vida!

-¡¡¡Pues muy bien!!!

-¡¡¡Pues muy bien!!!

Hipo corrió con Chimuelo y alzaron el vuelo en menos de un segundo entero. Merida miró a Angus con un extraño brillo en sus ojos.

-Ah, pero no te preocupes, amigo- le dijo:- Vamos a demostrarle a Hipo de lo que somos capaces aquí en DunBroch. Voy a domar ese dragón, Angus- le aseguró, saltando a su lomo:- Ya lo creo que sí.

Brave DragonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora