Capítulo Nueve- Merida

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Merida cabalgó en Angus a lo largo de toda la mañana, sin rumbo fijo. No le gustaba nada estar a la espera del Gran Algo. Para ella, había que salir en su busca y pelear por él, nada le había llegado nunca por casualidad y no creía que aquello fuera diferente.
El bosque estaba tranquilo cuando el sol terminó de salir, Merida bajó de un salto de su fiel amigo para dirigirse a un riachuelo. El agua tibia se escurrió entre sus dedos cuando se cogió un poco para lavarse la cara.
¿Qué voy a hacer? - pensó: - No tengo ni idea de dónde, cómo o cuándo buscar. Solo tengo mi "qué"...
Unos pajarillos trinaron por encima de sus cabezas. En ese entonces, una pequeña vola azul cayó justo entre las orejas de Angus, quien se sobresaltó y se puso sobre dos patas.
La joven lo calmó como pudo, para después coger con suavidad la pequeña vola, que resultó ser un pajarito diminuto.
-Oh- dejó escapar, y acarició al animal; el pobre temblaba de miedo en su mano.
Miró a las altas copas de los árboles, desde donde no le quitaban ojo otros dos pájaros, uno azul más oscuro y más robusto, el otro era de azul más delicado.
-¿Son tus papás? - preguntó al pajarito.
Podía sentir su corazón palpitar a través de sus plumas, si prestaba un poco de atención, incluso escucharlo. El pajarito pió con alboroto.
-Ya entiendo- Merida lo dejó en la rama más cercana a los otros pájaros a la que pudo alcanzar: -Has tenido suerte de que estuviésemos aquí, chiquitín, porque has caído desde muy alto.- ¿Cómo un bosque como éste puede albergar a un dragón despiadado?
Y dicho esto, los tres pájaros la vieron alejarse por el camino.
***
Cansada ya, espoleó a Angus en dirección al castillo.
Al llegar se cruzó con la noviecita de Hipo, y no pudo evitar una pequeña mueca. El saber que Hipo mantenía una relación con esa rubita le producía sentimientos encontrados...
-Buenos días, majestad.- le sonrió con falsa amabilidad:- ¿Ha decidido levantarse temprano a practicar con la espada?
-Buenos días, Astrid. Hummm, la verdad es que no, pero yo que tú me lo pensaría dos veces antes de empezar una pelea que no podrás ganar.Podrías salir peor parada, ya sabes...- se pasó con disimulo el dedo índice por la garganta.
-¿Eso es una amenaza?
-Tómalo como una advertencia. ¡Ah!- recordó: -Y cuando yo esté delante, mantén a raya tus impulsos amorosos con Hipo.
Se fue dejando a la rubia con la boca abierta en busca de una respuesta cortante. Le dijo adiós con la mano a tiempo de volverse para dejar escapar una carcajada.
***
Encontró lo que buscaba en el cuarto de los trillizos.
-Buen trabajo- chocó sus manos con ellos y salió corriendo con una pequeña libreta de cuero bajo el brazo.
***
Corría agarrándose los vuelos del vestido. Corría, corría como alma que lleva el viento, hacia los establos donde estaba Chimuelo.
Pero, por desgracia, allí estaba su dueño. Se ocultó tras una pared de madera en un ángulo en el que Hipo no la vería.
Lo observó dar de comer a su dragón y rascarlo en los lugares que le gustaban. Definitivamente, Hipo tenía ventaja, si de conquistar al dragón salvaje a modo de cosquillas se trataba.
Después de unos instantes, se sorprendió a sí misma distraída en la caída suave de su cabello castaño, y a veces, en los reflejos que le sacaba el sol a sus ojos verdes.
¿Por qué él me distrae tan fácilmente? Bufó bajito, apretando la madera con las uñas hasta astillarla.
Bien jugado, vikingo, bien jugado.

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ÉSTE NO ES UN CAPÍTULO DEFINITIVO, POR FAVOR, SI TENÉIS CONSEJOS PARA HACER LA NARRACIÓN MÁS AMENA/DIVERTIDA/INTERESANTE, DECIDMELOS. OS LO AGRADECERÍA MUCHÍSIMO.
Besos de Chocolate -3-

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