Capítulo Catorce- Hipo

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El sueño, la cárcel y el amuleto.

-¡Hipo, déjame!- chilló Merida.
-¡No!
Continuó golpeando las poderosas raíces, que formaban una especie de embudo sobre la chica.
No sabía dónde estaban. No sabía a qué se debía nada de aquello.
-Hipo...- murmuró Merida con voz temblorosa:- Está llegando.
En efecto, ese... lo que fuera, corría a grandes pasos por el techo de encima de sus cabezas, que desprendía boronillas de polvo rojizo que le escocía en la garganta.
-No vas a conseguir sacarme. Déjame. Seré una buena distracción, vosotros sólo...
-¡No, maldita sea!- Hipo agarró una navaja de su cinturón. ¿Una navaja? La abrió y era más o menos de la longitud de su antebrazo. Comenzó a cortar las raíces lo más rápido que pudo.
-Está bien, escucha- Merida le agarró de la mano:- No van conseguirlo sin ti.
-Ni sin ti.- Hipo le sostuvo la mirada:- "Cuatro hallarán la forma de salvar tierra y aire de la muerte bajo el fuego que crece del abismo". Dice cuatro, no tres.
-¡También habla de un sacrificio, estúpido vikingo terco! ¡Sin el sacrificio no va a cumplirse nada! Están esperando por ti. Teneis que iros.
Entonces Hipo bajó la mirada hasta el bolsillo de Merida, de donde colgaba el amuleto. Merida se puso tensa, adivinando lo que Hipo pensaba hacer, pero antes de que ella pudiese detenerlo, el chico lo agarró y lo colgó al rededor de su cuello.
¿No era él el único indicado? Le daba igual el estúpido precio a pagar, pero debían salir de allí.
Merida tomó aire para gritar, antes de que un resplandor blanco lo cegara todo, e Hipo sintió las astillas de las raíces al partirse. Se le doblaron las piernas.
-¡Hipo, Hipo, levanta!- Merida le palmeó una mejilla:- Lo has conseguido. Me salvaste.
Consiguieron ponerse en pie y salir de la habitación, que estaba por derrumbarse por completo. Hipo veía nublado, el amuleto le pesaba en el pecho. El calor tan sofocante parecía quemarlo, y estaba casi por dejarse caer, pero Merida seguía tirando de él sin consideración alguna con su pobre hombro. Entonces, vino el golpe. Oyó gritos distantes mientras todo se volvía aún más negro, e incluso algo húmedo descendiendo por su cuello. Ni siquiera sentía dolor, era como volar en Chimuelo en una tarde tranquila de verano.
Y el amuleto zumbaba contra su pecho.

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¡Buenas!
Estarán hartitos ya de tanto sueño y tanta pesadilla , pero bueno, era algo necesario... >:3
Les agradezco tanta paciencia a todos aquellos que sigan leyendo capítulo a capítulo, de verdad, y a los que votan y comentan, ¡parece poco, pero es tremendo para una autora novata! Y a los llamados Lectores Fantasmas... Bueno, hasta hace poco yo también lo era, pero animaos un poquin ;).
Besos de Chocolate a todas esas Mericcuperas
PD: ¡Sois las mejores!
PD2: Prometo subir más seguido a partir de YA .
PD3: ¡Besos!

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