Capítulo Doce- Hipo

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En el que se narra el surgimiento de un auténtico equipo.

El dragón rugió con ferocidad.
¡Vaya, era tan hermoso...! Hipo se lo quedó mirando totalmente embotado, con la boca abierta y todo, y una sonrisa naciente.
-Ejem, ¿Hipo? - empezó Merida.
-Chist, no lo arruines- Hipo le puso una mano en la boca. Merida se la apartó de un manotazo.
-¡¿Cómo te atreves?!
-¡No quiero que le ahuyentes!
-¿Ahuyentarlo? Si va a comernos.
-Wow, gracias por iluminarme. Pero quiero disfrutar del momento, gracias.
Los dos se sacaron la lengua y voltearon hasta quedar de frente con el dragón otra vez. Éste había dejado de gruñir. Estaba sentado con la cabeza inclinada a un lado, como quien piensa: "¿Por qué no huís asustados? ".
-Pues así se ve adorable- Merida soltó una pequeña carcajada.
-¿A-adorable, has dicho? ¿Pero tú eres consciente de con qué especie de dragón estamos tratando?
-No me has contado mucho acerca de ellos.
-¡Es un Furia Nocturna, por Thor, Merida! Era la bestia más temible de todo Berk. Es rápido como un rayo y sigiloso como un felino. Tiene, tiene tanta potencia de vuelo que...
Merida lo escuchaba con la boca entre abierta. Hasta el mismo dragón lo escuchaba con la boca entre abierta, con un poco de suerte, sintiéndose halagado.
-Y su bola de plasma es...- hizo un gesto amplio con los brazos:- totalmente alucinante. ¡BUM, y no quedan ni cenizas! Más te vale no enfadarle.- señaló con el pulgar al Furia.
-Qué... qué irónica situación.
Hipo hizo una mueca de contrariedad y suspiró. Ambos chicos volvieron a observar al dragón, quien no se decidía entre si eran muy valientes o estaban muy chiflados.
Finalmente, se decidió por lo de chiflados. Y no merecía la pena acabar con ellos, así que se apartó y, no sin antes calentar la roca con una bola de ardiente plasma, se tumbó recostado a la pared, lamiéndose una pata.
Ante su comportamiento Hipo reaccionó con una risa histérica.
-¡Mira eso!- señaló incrédulo.
Merida soltó todo el aire que había estado contenido en su pecho. Lo miró sonriente. Era increíble totalmente, ahora lo veía. Un Furia Nocturna, tan manso en su propia guarida...
Perdió el hilo de sus pensamientos cuando Merida comenzó a caminar con paso firme hacia el dragón antes de que Hipo pudiese detenerla.
-¡¿Pero qué haces?!- dijo en un susurro enojado:- ¿No te sirve con que haya decidido dejarnos en paz? ¿Quieres tentar a la suerte?- Merida le dirigió una mirada despreocupada con un movimiento de su hombro.
-Mira qué quietecito está, no me hará nada. Además, ¿no eras tú el que estaba como loco por encontrarlo?
Siguió su camino mientras Hipo reflexionaba a su pesar. Cierto, cuando buscaba solo al dragón, no le interesaba demasiado terminar chamuscado, pero con Merida aquí... Era una tontería, ¿él , siendo sobre protector con ella? Suspiró con resignación.
-Es fantástico. - decía Merida, sentada a menos de un metro del dragón, sin dejar de observarlo, emocionada: -Todo este tiempo ha estado en nuestro bosque, y nadie...- sacudió la cabeza maravillada.
-Ejem. En realidad- Hipo levantó un dedo con algo de timidez: -creo que nadie había visto a nadie, antes.
-Explícate.
-Me refiero, se nota que no sabe como reaccionar ante nosotros. Quizá el destino no quiso que nos atacara.- sonrió un poco.
-Ya, el destino...
Se sentía bien que Merida lo viera como un chico inteligente.
Entonces, el dragón, que los había ignorado hasta aquel momento, sencillamente comenzó a jugar con ellos. Hipo se rió a carcajadas hasta caer contra la pared cuando a Merida casi le da un ataque, porque la "bestia" pegó su hocico a su cara de pronto.
-Sólo te está... te está... olisqueando- y rompió a reír otra vez.
-Ah.- la voz de Merida sonó amortiguada.
Luego, centró su atención en Hipo. Corrió hacia él, que se asustó casi sin motivo e intentó retroceder, aunque de mucho no sirvió. Pronto el Furia estaba sobre él haciéndole cosquillas en el cuello. Ahora era Merida quien se reía.
-¿Qué, Hipo? - decía con voz burlona: -¿Te da miedo?
-Casi nada- sonrió Hipo, apartando con suavidad el morro del dragón.
De golpe una idea vino a su cabeza. Se quitó la chaqueta de piel.
-¿Eeesto, pecas? - Merida parecía entre nerviosa y... algo más: -¿Qué se supone que estás haciendo?
Ignorándola, dio a oler su prenda al dragón, que pronto abrió mucho sus ojos. Echó su cabeza hacia atrás para estremecer toda la caverna con otro de aquellos aullidos lastimeros. Seguidamente correteó inquieto alrededor de ellos.
-Chimuelo- murmuró Merida.
-Chica lista. Quieren encontrarse.

***

Merida se había empeñado en llamarle Balaur, que significaba "Dragón" en alguna lengua del sur. Qué original. Sobre todo porque recién descubrían que era una dragona, mas bien.
Bueno, para que Balaur los siguiera hasta el agujero, tuvieron que probar más de una artimaña. Finalmente resultó que le encantaba el pelo de Merida.
-¿E-estás seguro? - no la culpaba por sentirse atemorizada, con una dragona a menos de cinco centímetros de su cara mordisqueando un mechón rojo fuego, pero francamente, Balaur lo hacía sin rastro de maldad. Tampoco la culpaba a ella. El cabello de Merida olía a canela y a rocío.
-Vamos, venga- tiró de la princesa por la manga de su vestido.
La chica dio un pasito y Balaur la siguió como su sombra, mirando a la nada.
-Si se me quema el pelo- dijo Merida a tiempo que respiraba hondo para calmarse: -Me vas a tener que compensar.
Hipo le dedicó una mueca graciosa, para después recordar... "Dudo que sepas cómo compensar a una chica, Hipo". Ahora la frase calaba un poco más hondo.
-Si se te quema el pelo- tenía que disimular un poco :- te dejaré volar en Chimuelo. ¿Quieres?
La cara de Merida se iluminó, sus ojos celestes muy abiertos.
-Siii- dio un pequeño saltito y chocó contra la barbilla de Balaur:- Ay.
Hipo rió.
Pronto llegaron al agujero. Balaur era muy lista, pues supo en seguida lo que querían que hiciera. Soltó el cabello de Merida -a su pesar- para subir entre trotando y entre volando por las paredes verticales.
-Bien.- Merida se arremangó y colocó sus dos manos juntas: -Tú primero.
-¿Vamos a subir escalando, verdad?
Merida le dirigió una mirada de significado claro. Con su corazón a cien por segundo, puso la pierna de metal y se impulsó arriba. Quedó colgado a once centímetros del suelo.
Merida enseguida le alcanzó.
-¿Te ayudo? - se ofreció, sin esperar respuesta, puso su mano en su espalda para evitar que cayera.
Unas horas antes, Hipo le habría dicho que ni en sueños, que él podría sólo, y que no necesitaba su ayuda. En aquel momento era diferente, porque en vez de actuar por separado, sin darse cuenta habían pasado a formar un equipo.

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Éste cap ya estaba preparado antes, así que no aparecen ni Jack ni Rapunzel, pero en el siguiente sí que uno de ellos estará.

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