______ veía la ciudad de Washington desde lo alto de su habitación en la costosa clínica. Si bien ella podía costeárselo, agradecía que el Departamento de Control de Daños de Tony Stark se había encargado de pagarlo, podría guardar ese dinero para comprar cosas de colección de sus series y animes.
"No me esperen en Abril" de Alfredo Bryce Echenique permanecía en su regazo con un separador de páginas casi a la mitad; y pensaba que ahí afuera, entre el frondoso parque y las imponentes estructuras arquitectónicas que ahora se veían tan insignificantes, habían demasiadas palomas cuculí que cantaban sus versos con melancolía por la chica que se había roto el brazo derecho. El brazo derecho que había sido roto y la paloma cuculí del árbol cerca de su hogar cantaba con melancolía porque la chica que siempre lo alimentaba se había olvidado de él.
Pero después, las palomas cuculí cantaban en el inmenso parque con tono alegre porque la noche estaba hermosa y porque un gato que siempre trepaba para asustarlas no había escalado hacia ellas. Pero ella no escuchaba el cantar alegre sino se inundaba con el canto melancólico de la paloma cuculí fuera de su departamento, canto que ni siquiera podía escuchar, no escuchaba nada más que el bullicio de la capital de la capital del mundo.
El brazo izquierdo tan móvil como siempre porque ella era ambidiestra, pero el derecho roto y todo roto porque la paloma cuculí ya no cantaba con melancolía sino que ella ahora era la melancolía. Y su celular brillando por los mensajes que le llegaban de su madre, pero no quería contestarlos porque la melancolía y la paloma cuculí no salían de su mente. Los mensajes se juntaban y en muchos su madre le relataba que se pondría bien, pero cómo la mujer podía decirle que estaría bien si ella misma no estaba bien.
______ levantó la mirada, olvidándose de las palomas y las metáforas que eran la forma de escribir del autor que leía; y prestó atención al sonido que venía de la puerta. Reconoció los golpees suaves contra la madera y permitió que quien quiera que fuera pueda ingresar.
— Parece que estás bien.— habló el hombre, quien traía un ramo de rosas para la internada.
Aquella mañana había transcurrido de lo más normal, se levantó temprano y tan perezosa como siempre, pero se dio el lujo de quedarse unos cinco minutos más siendo abrigada por las confortables mantas. Se aseo y desayunó viendo la serie de Sherlock Holmes donde participaba Benedict Cumberbatch.
Ese día iba a dedicarse a preparar queques para el desayuno, a los ancianos les encantaban porque aparte de ser deliciosos, eran suaves y esponjosos, por lo que no dañaban sus dentaduras débiles. Batía con tranquilidad y preparaba los moldes para meter al horno sus mezclas. Además, parecía que todos los reposteros estaban de muy buen humos porque entre todos conversaban animadamente y reían ante las memorias amorosas de Dean.
Cuando la tanda de 6 queques, suficientes para el día porque de cada uno salían 9 tajadas, se dedicó a tomar los pedidos y a llevarlos. Y como no, conversar un poco con cada uno de los comensales que habían venido solos, al principio solo eran personas mayores pero ahora uno que otro joven se escabullía al café para entablar una conversación con la chica.
— ¿Algún día aceptarás salir en una cita conmigo?— el chico descansó su rostro en el mostrador.
— Alán. Salimos, fuimos novios, no funcionó, y si vuelves a mi café solo para eso, me vas a perdonar pero te saco a patadas.— respondió _____ divertida, no tenía una mala relación con su ex, pero no deseaba darle una segunda oportunidad.
— No gracias, quiero vivir. Fue suficiente con la secadora.
— ¿Secadora? ¡Ah! Entendí esa referencia.
— Cuídate, bonita.— el chico le guiñó un ojo y tomó su pedido que había sido empacado en una bonita bolsa de cartón reciclado con el logo de la tienda.— Intenta no enamorar a nadie.— movió su mano en forma de despedida y le sonrió antes de salir por la puerta.
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Good-Old fashioned lover boy [Bucky Barnes y tú]
Fiksi PenggemarCuando Bucky se liberó del control de Hydra, poco sabía sobre quién era. Al menos, sabía quien no quería ser. También tenía claro, que en aquella pastelería de Washington DC, se encontraban los mejores postres del universo, al igual que los mejores...