Capítulo cinco.

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Emerjo del agua después de estar el mayor tiempo posible sumergida

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Emerjo del agua después de estar el mayor tiempo posible sumergida. Caelia había subido a mi habitación hace pocos minutos para cambiarse para la fiesta de Sophia. A ver, de que la odiábamos un poco, pero una fiesta de alguien con tanto dinero debería valer la pena sin importar el anfitrión.

Mi problema era que la chica se llevó la única toalla que trajimos cuando se salió del frio, mientras yo seguía sumergida hasta el cuello para palear un poco el viento frio que me encrespaba la piel. No aguantaría secarme al aire libre con la noche acercándose cada vez más.

—¡Mattia! —chillé desde la piscina rezando por que me escucharan. Si entraba a la casa estilando agua, papá se enojaría por dejar todo su piso marcado con agua. Y bueno, era piso flotante, no muy recomendable de mojar. —¿¡Massimo?! ¡Santino! ¡Valentino! Coño, son cuatro ¿como puede ser que ninguno me escuche?

Silencio absoluto. Contando hasta tres, corrí hasta el ventanal para entrar a casa dispuesta a gritar desde ahí; no llegué muy lejos cuando un cuerpo enorme se interpuso en mi camino.

Chillé antes de correr de vuelta a la piscina y tirarme de cabeza, con un sonriente Noah a mi espalda. —Tu realmente necesitas dejar esta casa algunos días aunque sea.

—¿Y que con eso? —preguntó ignorando totalmente mi comentario. Observé como caminaba hacia mi con paso calmado y se acuclillaba frente a mi en la orilla de la piscina, mientras yo me sumergía hasta los labios —¿Te da vergüenza que te vea en bañador?

Sonrió socarronamente y yo apreté los dientes de molestia —Claro que no.

Claro que si, pero jamás lo admitiría. Resulta que los bañadores solían ser bastante costosos, por lo que conservaba muy bien los pocos que tenía y usaba los más roñoso para estar por casa. El único problema aquí, es que yo había crecido -de altura, peso y edad- desde que el presunto bikini me quedaba como guante. Ahora no era muy... family friendly.

Sin borrar su sonrisa, se puso de pie y volvió a entrar a casa. Suspiré aliviada, hasta que el aliento se atascó en mi garganta al verlo salir con una toalla de playa en la mano.

—Ven, toma —Estiré el brazo esperando que la depositara en mi mano, pero el negó con la cabeza —Dije, ven.

Noah... —me lamenté —Estoy con mucho frio, empapada y en un mini bikini. Solo quiero la toalla para entrar en calor.

Observé sus ojos oscurecerse apenas esas palabras salieron de mi boca. Mis mejillas se incendiaron al comprender el sentido que se le podría dar a mi estúpida descripción. ¿Es qué yo no puedo hacer nada bien?

—No es necesario que digas mi nombre con esa voz —masculló seriamente antes de volver a sonreír con actitud burlesca —Si no vienes, no hay toalla. Puedo esperar todo lo que quieras, princesa.

Gruñí debatiendome internamente. Era solo unos cuantos pasos, agarrar la toalla y cubrirme con ella; no demoraría demasiado y el no tendría una visión tan exhaustiva de mi.

Una estrella más brillante [Vittale #1] EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora