Capítulo veintisiete.

1.9K 102 62
                                    

¿Conocen esos momentos en que la vida se siente diferente?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Conocen esos momentos en que la vida se siente diferente?

Como cuando estás bajo el agua, o cuando estás solo en un bosque rodeado de naturaleza, o intentar dormir el último día de vacaciones antes de ir a la escuela.

Bueno, eso pensé que sentiría al despertar con Noah. ¿Qué siento en cambio? Calor. Joder, me estoy asando.

Noah, el gigante de metro noventa tiene la cabeza descansando en mi pecho y dos tercios del resto de su cuerpo sobre el mío, que es considerablemente más pequeño en comparación.

No lo negaré, se siente bien, es relajante y su respiración es lenta. Pero si no respiro pronto temo por mi vida.

Comienzo a acariciar su cabello jalando suavemente para despertarlo, pero eso solo lo hace gruñir roncamente y frotar su cabeza contra mí. Quizás tiene complejo de perro.

Rasco su cuello y tiro nuevamente del cuero cabelludo. Sigue sin despertar y necesito desesperadamente aire fresco. A la mierda.

Le aprieto la nariz para que se despierte al no respirar, Noah solo abre la boca y respira tranquilamente por ahí.

—¿Quieres matarme, princesa? Porque existen métodos más efectivos. —su voz sonando gangosa por tener la nariz apretada.

—-¿Estás despierto? —quito mi mano de su nariz —¿Hace cuanto rato?

Sigue en la misma posición con los ojos cerrados

—Antes que tú, como diez minutos.

—¿Diez? ¿Y no te diste cuenta de que quería que te despertaras?

Sonríe dejándome ver sus hoyuelos y el calor me recorre de pies a cabeza.

—Claro que sí, pero si tu manera de despertarme era hacerme cariñito prefería no despertar aún.

—¿Estás muy cómodo ahí? —le pregunto entre risas

Se sube totalmente encima de mí, abrazando mi cintura, con su cabeza todavía apoyada en mi pecho.

—No sabes cuanto. Buenos días, princesa —por fin levanta la cabeza y me da un suave beso en los labios, su voz está ronca y su cabello todo despeinado, y no se puede verse más lindo.

—Buenos días.

Su mano acuna mi mejilla como ayer.

—¿Te duele?

Niego con la cabeza y me muerdo el labio pensando como expresar lo siguiente.

—¿Qué?

—¿Qué de qué?

—Cada vez que algo te ronda la cabeza te muerdes el labio, así que dímelo, no te juzgaré, lo prometo —me da un beso en la frente y se sienta a mi lado apoyado en el cabecero. Sujetándome por la cintura me acomoda entre sus piernas abrazándome por ella.

Una estrella más brillante [Vittale #1] EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora