Capítulo veintinueve.

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Tenía un buen presentimiento de la cirugía, se habían llevado a Massimo hace como cuatro horas y no estaba segura de la duración de una operación al cerebro, supuse que sería bastante

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Tenía un buen presentimiento de la cirugía, se habían llevado a Massimo hace como cuatro horas y no estaba segura de la duración de una operación al cerebro, supuse que sería bastante.

Me dediqué a recorrer el hospital en completa soledad. Pasé por la cafetería comprando un muffin de terciopelo rojo, y lo comí en el patio del hospital.

Subí escaleras, bajé por varios ascensores y todo acompañada de mi música, me relajaba y no estaba tan asustada como en la primera operación; Massimo estaría bien, quien sea que estuviera arriba, un Dios, el universo, el destino, sabían perfectamente cuan necesario era mi hermano en esta vida, no iban a alejarlo de nosotros.

En algún punto de mi recorrido llegué a la capilla, una anciana afroamericana estaba en primera fila y el resto estaba completamente vacío. No sé que me llevó a pasar; mi familia y yo nunca hemos sido muy apegados a la religión, aunque me gusta pensar que hay algo más, que hay alguien más.

Tomé asiento detrás de la señora e inhalé profundamente. Estaba sola y la realidad se me vino encima. Mi hermano estaba en una cirugía de cerebro. Podría no volver a verlo. A no hablar con él.

Las lágrimas llegaron y las dejé caer silenciosamente por mis mejillas.

—¿Linda, estás bien?

Me limpié rápidamente las lágrimas ante la mirada atenta de la anciana.

—Lo siento, señora, no quise...

—Oh cariño, no te atrevas a pensar que me molesta —palmeó un lugar junto a ella —Ven ¿quieres acompañarme? Quizás te ayude a despejarte.

Luego de dudar un poco tomé asiento junto a la señora.

—¿Quieres contarme? —negué con la cabeza. —¿Quieres escuchar? —volvió a preguntar y esta vez asentí, me gustaría concentrarme en otra historia.

>>Estoy aquí por mi hija, tiene treinta años y su marido está internado aquí por septicemia. Estaba cuidando a mi nieta, tiene tres años y Rose apenas puede mantenerse en pie.

—¿Rose? —pregunté susurrando y sorbiendo por la nariz.

—Oh, mi hija. Es de las personas más fuertes que conozco y una mamá increíble, ahora está pasando tiempo con mi nietecita, así que aproveché de venir aquí.

—¿Que causó la septicemia de su yerno?

—No lo sabemos, estábamos de vacaciones en Brasil, se enfermó y tuvimos que volver de emergencia para que priorizaran la salud.

Claro, eso era lo complicado en otros países; al ser extranjeros, si un hospital está lleno o deben salvar a un cierto número de personas los extranjeros nunca serán prioridad

—¿Cómo te llamas, linda?

—Roma Vittale ¿y usted?

—Soy Liberty Conwell

Una estrella más brillante [Vittale #1] EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora