- Extra. -

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Noah, 19 años...

Pasé mis manos desordenando mi cabello en un acto ansioso y desesperado. Esto no debería estar pasando. ¡Bajo ninguna circunstancia esto debería estar pasando!

—Tiene dieciséis años, joder —mascullé pasándome las manos por la cara.

Y es que acababa de caer en cuenta de cuanto me gustaba la hermana menor de mi mejor amigo.

¡¿La leche, no?!

—Mattia me va a castrar

—¿Noah? —preguntó mi mejor amigo entrando en mi apartamento. Casi siempre nos veíamos aquí, básicamente, porque durante el último tiempo había estado evitando rotundamente ver a Roma.

Voy a morir, es mi fin, me va a odiar.

—¿Qué te pasa? —preguntó entrando a la sala con una de las botellas de agua de mi nevera y sentándose en el sofá frente a mí. —Estás pálido

Seguí caminando en círculos, casi arrancándome el cuero cabelludo, pensando en como era la mejor forma de decirle. Y es que la culpa estaba matándome y me sentía como un maldito pedófilo; si tan solo Mattia pudiese decirme lo contrario sería muchísimo más fácil.

—Noah...

—¡Me gusta Roma!

Ahí está, lo dije. Desde el fondo de mi corazón le confesé a mi mejor amigo que me gusta su hermana menor.

Creo que podría haber vomitado cuando Mattia parpadeó lentamente como si no comprendiera una sola palabra de lo que le había dicho. Si su rostro no se hubiese vuelto tan rojo pensaría que no me escuchó.

Oh, no.

—¿Qué mierda has dicho?

Oh, no. Oh, no. Oh, no

—Yo...

Se puso de pie amenazantemente y se acercó a mí hasta que quedamos rostro con rostro. Ambos éramos de la misma altura, por lo que nuestras narices casi se tocaban. Mi expresión de terror y culpabilidad cara a cara con la rabia de Mattia.

—¿Roma Vittale? —su voz era lenta y fría, completamente calculadora —¿Te gusta mi jodida hermana?

Tragué intentando aflojar el nudo en mi garganta—¿Sí?

Creo que sentí el puñetazo antes de ver su mano volar hacia mi mandíbula. Retrocedí un par de pasos por el impulso y miré nuevamente a Mattia. Se pasaba una mano por la boca, un gesto que hacía, generalmente, cuando estaba ansioso, molesto, o cualquier emoción probablemente negativa. Sobre todo para el pobre bastardo que se enfrentaba a él.

En este caso yo.

—¡Tiene dieciséis años, maldito pedófilo!

—¿¡Tú te crees que yo quería que esto pasara?! —grité de vuelta —Ella está toda embobada con el amigo de Santino.

—¡Y aunque no lo estuviera! —se acercó amenazante y yo retrocedí hasta que quedásemos separados por el sillón.

—Si me golpeas de nuevo te la voy a devolver, Mattia.

—Estas en segundo año de universidad —gruñó con las manos hechas puños —Ella ni siquiera ha terminado la preparatoria. Te he visto en al campus, Noah, no te quiero más cerca de Roma de lo habitual.

—¿Piensas que la trataría como a cualquier otra? —pregunté genuinamente ofendido. Que quizás no era el mejor amante o novio, pero quería a Roma. Más allá de una atracción física, la conocía desde que la chica tenía nueve años.

—No lo sé, y no lo quiero averiguar. —las venas del cuello de Mattia estaban por explotar y su cara estaba roja de rabia —Lo vas a disimular.

—Ah, mira que yo pensaba ir a decirle ¡Claro que lo voy a disimular! No la tocaré hasta que tenga los dieciocho años o esté cerca de cumplirlos.

—Noah... —su mandíbula estaba tan tensa que temía por los dientes de Mattia.

—Quiero a Roma, Mattia. Jamás le haré daño, y a no ser que ella no quiera, cuando sea mayor lo intentaré.

Asintió lentamente, pero sin relajarse ni un milímetro.

—Si ella quiere, no puedo hacer nada. Pero cuando sea mayor.

—Lo juro.

Se dirigió a la puerta principal nuevamente, supongo que ya no tenía demasiadas ganas de verme por las próximas veinticuatro horas. Y es que solo me sorprendía que no me hubiese golpeado más fuerte; creo que no había nada más importante para Mattia, que su familia. Sobre todo sus hermanos.

¿Para qué mencionar a su única hermana y la más pequeña de los cinco?

—Y Noah —se giró hacia mí con el picaporte de la puerta en la mano —Si llegas a hacerle algo a mi hermana que la dañe; créeme que te repudiaré por el resto de mi vida.

Así, sin más, dejó el apartamento y yo por fin me derrumbé en el sillón sintiendo mi mandíbula palpitante.

Al menos tenía eso a favor, entre mis planes no estaba causarle ningún tipo de daño a Roma Vittale.

Una estrella más brillante [Vittale #1] EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora