Capítulo treinta y cuatro.

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Llamé a Caelia y le dije que Noah me había terminado, y que la necesitaba esta noche urgentemente, no tardó nada en contestar que estaría aquí

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Llamé a Caelia y le dije que Noah me había terminado, y que la necesitaba esta noche urgentemente, no tardó nada en contestar que estaría aquí. Papá accedió a hacer la fiesta y Mattia... Mattia desapareció luego de dejarme en el hospital.

Valentino me ayudó a colgar algunas decoraciones, nada muy especial, algunos pocos globos y guirnaldas; Santino mientras, acomodaba las frituras en platos y algunas bebidas.

—Se ve bien —dijo Santino cuando entró a la sala. Sonrió levemente y eso fue suficiente para que yo me sintiera mil veces mejor.

Había comprado al paso un globo gigante con las letras It 's a girl! En él, todo era rosa, algo sexista, pero al menos se veía aniñado y Caelia entendería el concepto.

Cuando el timbre sonó corrí a abrir la puerta pensando que era Caelia, pero era Noah quien traía una gran bolsa con dulces, tal como le pedí.

—Hola, princesa. —me dio un casto beso en los labios, ya que papá nos miraba desde la sala.

—¿Son los dulces? —le pregunté señalando la bolsa emocionada.

—Así es, ¿soy el mejor novio o que?

—Hmmm, dudoso.

Le quité la bolsa de las manos y me di vuelta para ir a la cocina, sin embargo, me retuvo por la cintura acercando su boca a mi oído y provocándome cosquillas.

—Dilo.

—Gracias por los dulces.

—Strike uno, princesa. —por mi parte empecé a reír, adoraba molestarlo.

—¿Trajiste los dulces ácidos? Son los favoritos de Caelia.

—Strike dos.

Me di vuelta en su abrazo y le besé la mejilla. Si las miradas mataran, papá nos tendría a cinco metros bajo tierra.

—Eres el mejor novio.

—¿Y?

—Y te amo.

—Yo más —un último beso en mi frente y me empujó hacia la cocina, en donde Santino preparaba ponche sin alcohol.

Especial para mi amiga.

—¡Hola, cuñis! —le gritó Noah a Santino haciéndome resoplar. Era demasiado fácil imaginarse a Santino diciéndole eso a Noah, pero estaba tan apagado que me hubiese sorprendido.

—Joder, no me digas así. Yo te diría así —explico dando la razón a mis pensamientos—Pero tú a mi no.

—¿Por qué? Me gusta.

—Solo no —agregó Santino sonriendo y negando con la cabeza.

Noah dejó los dulces sobre la mesa y luego de indicarle que los pusiera en platos como las frituras, comenzó a acomodarlos y llevarlos a la sala, saludó a mi padre, quién le dio un abrazo.

Una estrella más brillante [Vittale #1] EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora