El profesor caminó lentamente en la dirección que Aransha le había indicado. No conocía el edificio, así que procuró moverse con sigilo. Tras ingresar, se internó por un pasillo lateral iluminado con faroles antiguos. Al pasar cerca de la entrada de un gran salón, oyó voces. Al asomarse, observó que habían tres deportistas meskar en su interior. Uno de ellos era Valtar. Lentamente ingresó, observando alrededor, como lo haría cualquier empleado del recinto. Los meskar, si bien notaron su presencia, no le dieron importancia. Davor miró hacia un costado y notó un bolso deportivo, que supuso pertenecía a uno de los tres. Se acercó lentamente con la intención de depositar en él, un dispositivo transmisor de audio de corto alcance. Sin embargo, su mente todavía estaba atribulada por su situación con Ziranna. No podía dejar de pensar en ella y en todo lo ocurrido.
*
Ziranna se había dirigido a otro sector del gran jardín municipal. Se sentó en un banco a terminar su copa de vino. Luego de beberla completamente, se dispuso a marcharse a casa. No esperaba encontrarse a Davor en ese lugar y en ese momento. Sintió que la situación había empeorado y no sabía cómo reaccionar. Cuando se disponía a abandonar la velada, escuchó que alguien decía su nombre.
- ¿Ziranna?
- ¿Sí?
- Hola. Soy Aransha. ¿Me recuerdas? Luchamos en la primera ronda hace unas semanas.- Ziranna, con la mente algo nublada por el alcohol, tuvo dificultades para hacer memoria.
- Oh sí. Graaan pelea. ¿Vienes por la revancha? Grrr... Jajaja.
- Je je je. No. Solo quería charlar un rato contigo, si no te molesta.
- Estaba a punto de irme. No me siento bien. Como vez, no estoy en mis cabales. He bebido demasiado y no estoy acostumbrada a hacer esto ¿sabes? Soy una respetable guardiaaana mundicipal... Y se supone que no...
- Es por tu patner humano, verdad?
- ¿Que? Cómo sabes eso.
- Los ví discutir hace un rato. Lo siento.
- Ahh... Nos viste... Nah! Que importa.
- Ziranna. Mi patner también es humano. Siéntate- Le respondió Aransha tomándole de una mano. Ziranna quedó boquiabierta. En ese instante abandonó la idea de marcharse. Se sentó lentamente a su lado para escucharla. Aunque antes de pronunciar palabra, la desconocida tuvo que recibir en sus brazos a una abatida Ziranna, quien, sin mediar motivo, comenzó a llorar en su pecho.*
Davor extrajo el pequeño dispositivo transmisor que se disponía a introducir en el bolso. Pero en un descuido, se le cayó al suelo, rodando un par de metros de el.
- Mierda! Debo tener mi mente puesta en esto!- Dijo para sí en voz baja. Pese al sigilo, uno de los meskar notó algo extraño en el lugar donde se encontraba el bolso. Rápidamente se aproximó y descubrió a Davor agachado en el piso. Éste, con agilidad, logró recuperar el diminuto aparato ocultandolo en su mano.
- Grrr... Hey que haces aquí!- Pronunció el meskar con firmeza.
- Nada, solo soy un trabajador de este lugar- respondió Davor nervioso. Sin embargo, el luchador siguió su instinto y no le creyó. Con un rugido, agarró al profesor con una de sus manos y lo levantó del cuello.- Grrr... Que es lo que quieres humano! Acaso robarnos?
- Noooo... Suéltame!- Exclamaba Davor, forcejeando con el poderoso brazo del meskar.
- No nos dijeron que habrían humanos en este lugar.
- Ya basta- dijo Valtar con autoridad. Suéltalo. No debemos maltratar a humanos en esta ciudad. Es un delito.
Poco a poco, el meskar fue aflojando su mano hasta liberar al profesor. Este quedó semi agachado, tocándose el cuello e intentado respirar con normalidad.
- Escucha, empleado, te equivocaste de lugar. Lárgate ya- le dijo el meskar con desprecio.
- Por qué... Cor cof!.... Por qué lo golpeaste Valtar.- Pronunció Davor en voz baja. El aludido se sorprendió al escuchar su nombre. Se volteó y se aproximó. El profesor, le devolvió la mirada con frialdad.
- ¿Acaso te conozco?- Respondió el meskar con ironía.
- No me relacionaría con basura como tú, capaz de golpear a un anciano cobardemente. - Al oír estás palabras, Valtar abrió más sus ojos. Se acercó a Davor y lo aprisionó contra la pared.
- Grrr... De qué estás hablando.
- ¿Vas a atacarme con tus amigos? ¿Cómo lo hiciste con ese viejo?
- Grrr... ¿Que? Quién rayos eres!- Gritó el meskar con agresividad, llamando la atención de sus amigos. Davor podía sentir su respiración furiosa en la cara. Pero guardó silencio.
- Responde!- insistió mientras lo aprisionaba más contra el muro.
- ¡Déjalo en paz si no quieres ser arrestado! - Se oyó de pronto una voz en el salón. - ¿Acaso no saben que maltratar a un humano es un delito en esta ciudad? Aunque se lo merezca.- Agregó. Todos se sorprendieron al ver a una atractiva meskar ataviada de azul ingresando al recinto a paso lento, con una copa de vino en la mano.
- Ziranna!- Pronunció Davor en voz baja.
- Y quién eres tú, linda colega- Dijo otro de los presentes.
- Soy oficial de policía de Ciudad del Canto.- Respondió la hembra, tratando de mantener la compostura.
- No se preocupe. No estábamos maltratando a nadie. Conocemos las leyes. Todo ha sido un mal entendido. Verdad?- Se apresuró a decir Valtar mientras liberaba al humano e intentaba arreglar su ropa.
- No hay problema oficial, todo está bien- dijo Davor en tono serio.
- Tú, vienes conmigo- indicó la meskar señalando al profesor. Acto seguido, ambos salieron afuera del recinto, dejando solos a los tres luchadores. Valtar quedó pensativo. Acaso ese humano fué testigo del incidente del callejón?
- ¿Sucede algo Valtar?- preguntó el otro meskar luchador.
- No! No pasa nada.
- Creo que ustedes deberían aprender a ser más discretos en estos asuntos- pronunció una voz meskariana desde la penumbra del otro extremo del salón. Era una voz masculina.
- Ah. Estabas aquí. Esa guardiana debe ser amiga tuya. Podrías haber ayudado.
- No era necesario. Pero, será mejor que vayamos a otro lugar- respondió la voz, sin salir de las sombras.
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Ciudad del Canto
General FictionZiranna, la hembra meskariana y Davor, el macho humano, inician una nueva vida juntos en Ciudad del Canto. Pese a la armonía alcanzada entre ambas especies, las turbulencias del pasado vuelven a levantarse, poniendo en peligro la estabilidad de la c...