Rodas seguía internado en el mismo hospital. Su valerosa acción le había válido tres proyectiles en el cuerpo, un pulmón perforado y una costilla rota. Su esposa, una meskar de pelaje claro, se encontraba observándolo desde el otro lado del cristal. Con lo ojos enrojecidos por el llanto, esperaba con paciencia que los médicos le dieran mejores noticias. Le habían dicho que las horas iniciales tras la operación que le extrajo las balas, serían cruciales.
Los compañeros guardias más cercanos, incluyendo a Ziranna y Zac, se habían acercado a observarle también. Al encontrarse con su esposa, Ziranna le dió un apretado abrazo, intentando aliviar un poco su decaído estado. Zac, hizo lo propio, sollozando como un niño, indicándole a la meskar que gracias a su esposo, el estaba vivo.
- Gracias por venir- dijo la hembra con voz suave.
- Rodas es fuerte. No tengo dudas de que se recuperará- señaló a su vez Ziranna.
- El y yo conocemos los riesgos de su profesión. Tengo esperanzas. Ustedes deben cuidarse mucho en las calles.
- No le quepa duda, señora, atraparemos a los que le hicieron esto al jefe- dijo a su vez Zac, con convicción, a lo que la hembra respondió asintiendo con la cabeza.Davor, quien se encontraba al otro lado del cristal, observaba la escena meditando sobre las consecuencias del odio y la intolerancia entre las especies. Sólo esperaba que el hombre que ayudó a atrapar, revelara más pistas de la organización que esta detrás de éstos atentados.
- ¿Señor Zerek? - De pronto escuchó una voz a sus espaldas.
- Si? dígame.
- ¿Se acuerda de mí? Soy Tyrenus, asesor del alcalde.
- Por supuesto señor Tyrenus. Es un gusto saludarle nuevamente.
- El placer es mío profesor- respondió el meskar estrechando su mano.- El señor Heron desea hablar con usted, aprovechando que aún se encuentra aquí.
- Eh? ¿El alcalde? ¿Se encuentra bien?
- Sí, mucho mejor.
- De acuerdo. Si no le importa, le diré a mi patner.
- Adelante.
Haciendo señas a Ziranna, para que lo siguiera, el profesor se encaminó junto al consejero hacia la habitación donde yacia el alcalde Heron. Al arribar, tanto el pasillo, como la entrada, se encontraba vigilada por más guardias meskar que la vez anterior. Incluso había algunos policías municipales que saludaban formalmente a Ziranna. En la habitación, el alcalde se encontraba sentado en su cama. Un monitor de televisión emitía las notícias del atentado y como había sido frustrado su intento de asesinato, por la acción del capitán de los guardias. Al ver a Davor y Ziranna, Herón se alzó, saludandolos con efusión.
- Señor Zerek. Señorita Ziranna. Que bueno volver a verlos - Exclamó.
- Me alegra que se sienta mejor señor alcalde- respondió Davor con cortesía.
- Señor - saludó Ziranna inclinando la cabeza.
- ¿Ven lo que dicen los noticiarios? Ya hay caos en las calles por lo sucedido. Por esa razón, junto a mi equipo y la dirección del hospital, acordamos mantener en secreto éste última acción cobarde en mi contra, de la cual salvé con vida gracias a usted, señor Zerek, y tambien al señor Arquenes. Su intervención fue oportuna, tal como la del jefe Rodas en el orfanato. A todos les debo mi vida. Muchas gracias. - Davor y Ziranna se miraron y asintieron.
- La verdad fue gracias a los dioses, que pude darme cuenta de lo que ocurría - respondió el humano.
- Usted parece ser enviado por ellos para salvarnos. Lo del cachorro, el secuestro de las meskar, y ahora esto. Ziranna, no permita que este hombre se aleje nunca de nuestra ciudad- remató el alcalde con una sonrisa.
- Descuide señor, no lo permitiré- respondió ésta, envolviendo a Davor con sus brazos.
- A propósito, iré a ver al jefe a su habitación en cuanto pueda. Espero que se recupere. También he ordenado ayudar a su esposa lo más posible. No los dejaré solos.
- Nosotros tampoco señor alcalde. Y no descansaremos hasta encontrar al resto de los responsables. - dijo Ziranna.
- Lo sé. Por mi parte, les prometo que no me van a amedrentar, ni tampoco a mi gente, en nuestro esfuerzo por lograr la plena integración de nuestras especies. Malditos cobardes. Cómo pudieron atacarnos frente a un orfanato lleno de niños.
- Nuestros guardias ya están siguiendo las pistas. Y el prisionero capturado, está siendo interrogado. Esperamos resultados positivos pronto señor - respondió Ziranna con convicción.
- Muy bien. Señor Zerek, estoy en deuda con usted. Gracias nuevamente.
- Solo cumplí con mi deber de ciudadano alcalde.
Trás despedirse, Ziranna y Davor bajaron hacia la salida del hospital. Afuera, había gran agitación. Periodistas y sobre todo ciudadanos meskar se agolpaban en la calle para enterarse de la salud de su alcalde. Un móvil esperaba a Davor para trasladarlo a casa. Su pierna se había resentido aún más con la trifulca.
- Amor, estás seguro que no quieres que te examinen denuevo. Estoy preocupada.
- Ya me la revisaron Ziranna. Me duele un poco. Solo necesito algo más de reposo. Estaré bien.
- Oh Davor, no logro entender como pasó todo esto- dijo Ziranna mientras volvía a abrazar al humano.
- Parece ser algo constante en mi vida. Estar en el lugar equivocado en el momento equivocado- respondió éste
- O tal vez el correcto- añadió la meskar.
- Sea como sea, me aterra que algo malo te ocurra amor.
- Lo sé, pero... Aparentemente, siempre puedo contar con mi amigo Arquenes para protegerme je je je. - Dijo Davor con una sonrisa.
- Oh. Arquenes. Espero se encuentre mejor.
- Lo estará. Descuida. Es un viejo fuerte.
- Bueno Davor, será mejor que vuelva con mis colegas. Esta noche seguramente no iré a casa. Pero me alegra que Narel esté contigo. Te ayudará para que no esfuerces demasiado tu pierna.
- No te preocupes Ziranna. Estaremos bien. Tú sólo cuídate.
- Lo haré. Te amo.
- Y yo a tí grandota.
Trás despedirse con un efusivo beso, Davor se subió al móvil que lo llevó a raudamente a casa de la meskar. En el trayecto, no pudo evitar pensar en Arquenes y su extraña actitud.*
En el hospital, el agente había vuelto a su cuarto, después de prestar declaraciones a la policía. Se apretaba a descansar, cuando de pronto Beatríz, la enfermera humana, ingresó al lugar.
- ¿Como se siente señor Arquenes?
- Grrr... No tan mal como para saber que usted llamó al profesor.
- Disculpe mi atrevimiento, pero lo ví tan lastimado que no pude evitarlo. Además, ese señor es su amigo ¿no? Y lo que acaba de pasar lo demuestra. Si no fuera porque usted lo ayudó a detener a esos rufianes, tendríamos una crisis peor con el alcalde muerto.-
Al escuchar estás palabras, el meskar permaneció en silencio. Su mente divagaba entre los acontecimientos de hoy y su hijo Valtar.
- Permítame limpiar sus rasguños.
- Grrr... Váyase, yo puedo sólo- respondió algo molesto.
- No sea cascarrabias- respondió Beatriz con firmeza mientras acariciaba el cuello de Arquenes.
- Grrr... ¿Qué hace? - Preguntó éste sorprendido.
- Cálmense. Estoy tratando de relajarlo. Está demasiado tenso.
- Oiga estoy bien yo... -Dijo Arquenes al tiempo que su cuerpo comenzaba a sentir una suave sensacion de quietud.
- Grrr... Se... Se siente bien.
- ¿Lo ve? No se preocupe. Sé cómo relajar a un macho como usted. Tengo a uno en casa hace 15 años je je.
- Vaya... Debo decir entonces que su esposo es un meskar muy afortunado señora...
- Beatríz es mi nombre. Y es un amor, aunque a veces libera al ser salvaje que lleva dentro. Usted me entiende.- añadió con una sonrisa.
- Bueno, ahora que ya se siente mejor, le voy a pedir que se voltee para limpiar las heridas de la espalda. - El meskar obedeció sin protestar, cubriéndose sus partes íntimas.
- Ja ja ja. Por favor señor Arquenes. Soy enfermera. No tenga vergüenza. Conozco muy bien la anatomía meskariana.
- Eso es lo que me preocupa.- Sentenció el viejo, tras lo cuál, ambos rieron.*
El sol empezaba a ocultarse en Ciudad del Canto cuando Davor arribó a la casa de Ziranna. Las autoridades habían anunciado ampliamente por los medios, la instalación de la prohibición de movimiento a partir de crepúsculo. Toda la población humana y meskar debía permanecer en sus casas hasta el alba. Con ello se buscaba evitar acciones hostiles contra los humanos y facilitar las diligencias de la policía local en la búsqueda de los culpables. Así mismo, un cordón de vigilancia se instauró en todos los caminos de acceso a la ciudad para evitar que éstos huyeran. Ziranna, como jefa interina de los guardias, tuvo que dirigir los operativos en la zona central.
Cuando Davor tocó el timbre de la casa, Narel lo recibió en la entrada con un apretado abrazo.
- ¡Davor! Por fin que llegaste!
- Auch! Gracias.
- Ziranna me dijo que te habías vuelto a lastimar la pierna. ¿Te duele?
- Sólo un poco, la verdad yo... ¡Eeey!- Exclamó el profesor al ser bruscamente levantado en brazos por la meskar.
- Descuida, no dejaré que empeore. Para lo que tengas que hacer, voy a cargarte ¿de acuerdo?
- Eeeeh... No creo que sea necesario Narel.
- Ustedes los machos, siempre minimizando las cosas. Debes cuidarte o quedarás con secuelas.- Sentenció la hembra con seriedad, mientras cargaba a Davor hacia el interior. Tras dejarlo con cuidado en el sillón, se dirigió a la alacena a buscar algo de merendar. En ese instante, Davor se percató que la meskar sólo vestía un delantal de cocina sobre su cuerpo peludo. Tras un minuto, Narel con total naturalidad exclamo:
- Davor, hice un panke para tí. Espero que te guste.
El humano sorprendido levantó la cabeza y exclamó. - Tiene que ser una broma...Continuara...

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Ciudad del Canto
Ficción GeneralZiranna, la hembra meskariana y Davor, el macho humano, inician una nueva vida juntos en Ciudad del Canto. Pese a la armonía alcanzada entre ambas especies, las turbulencias del pasado vuelven a levantarse, poniendo en peligro la estabilidad de la c...