Parte I.Los fantasmas de Alderaan

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Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...

***

Se trataba de un crucero galáctico de tamaño mediano, que arrojaba al espacio una centellante luz de topacio; pero no era una nave imperial. Surcaba sereno la galaxia a una velocidad sub lumínica, quizás intentando exprimir los últimos momentos de las vacaciones de sus 200 tripulantes.

Para la mayoría habían sido las primeras vacaciones en las maravillosas costas de Unau, un planeta del núcleo interior famoso por ser el destino turístico preferido por las familias. La mayoría de estas eran granjeros de las regiones septentrionales, pero otros pasajeros habían sido recogidos incesantemente en diferentes puertos espaciales. Como fuere, todos volvían a casa, a su hogar: Alderaan.

Unos gritos interrumpieron la calma de la eterna noche espacial; eran los gritos de una muchacha, que se revolvía bajo las sabanas casi con la desesperación de un preso al que los soldados imperiales estuviesen a punto de ejecutar.

—Ya está, despierta mi niña –la calmó una mujer.

Por fin esta abrió los ojos, completamente rojos, y se echó sobre los brazos de su madre todavía temblando.

—Los abuelos, los primos, nuestras vacas... ¡Todos han muerto! Calcinados, Alderaan está ardiendo...

Su madre frunció el ceño mientras le limpiaba las lágrimas con besos. Aunque su hija ya pronto abandonaría el nido, siempre sería su pequeña. Era una adolescente tozuda, poco curiosa, pero con un ingenio y desparpajo que hacía reír a todo el que la conocía.

—Ha sido una pesadilla mi amor, están todos bien y deseando verte para que les cuentes que hemos hecho en las vacaciones.

Como su hija no se calmaba, Lirel la tomó de la mano para llevarla a la cocina del crucero esperando que hubiese alguien despierto y le calentase algo de leche de Bantha.

El silencioso comedor, que había sido testigo de las fiestas durante las dos semanas de vacaciones, se encontraba envuelto en una inquietante oscuridad que le erizó a Lirel los pelos de la nuca. Sin embargo, era el camino más corto para llegar hasta la cocina, así que dejó a su hija sentada en una silla mientras iba a por el vaso.

Pasaron los minutos y mientras Talas esperaba a que su madre volviese, sintió como el aire que la rodeaba se enrarecía. La misma sensación estática que sentía al tocar algunas pantallas inundó su joven mente.

Alguien la observaba.

Al darse la vuelta descubrió que unas mesas detrás suya, se encontraba agazapado aquel misterioso hombre que se había subido al crucero un par de sistemas atrás. Estaría a finales de sus 20 o principios de sus 30, llevaba algunas joyas sobre el pecho, vestía una capa oscura y poseía un aura inquietante.

La miraba sin descanso, como si la evaluase; aunque de eso no podía estar muy segura, ya que la oscuridad no iluminaba bien sus ojos ambarinos.

Y aunque Talas era una inexperta en casi todos los aspectos de la vida, reconoció aquella manera de mirarla. Había notado como otros hombres se fijaban en ella mientras crecía y, sin embargo, esto era muy diferente. Tenía la sensación de que el sujeto se metía en sus pensamientos y los estiraba.

—Tú también lo sabes –pronunció Talas, muy segura, sin esperar respuesta ninguna —Has visto Alderaan arder.

El misterioso personaje se levantó sin mediar palabra, se acercó a Talas y se detuvo para tomarla de las manos, como si fuese una ceremonia de matrimonio.

Entonces el hombre anunció algo, unas palabras que perseguirían a la muchacha durante años:

—No me busques.

Tras esto, desapareció por la puerta.

Talas esperó a su madre y cuando llegó con el vaso de leche, la nave comenzó a temblar hasta que las turbulencias hicieron que ambas perdieran el equilibrio y se cayesen al suelo.

—¿Estás bien, mami?

—Sí, si...

Unos segundos después se abrieron los canales de comunicación de la nave y la voz de la capitana emergió temblorosa desde todos los altavoces.

—Señores pasajeros, la nave se encuentra en perfectas condiciones, las turbulencias espaciales han sido fruto de una explosión en el sistema de Alderaan –se detuvo unos instantes para coger fuerzas—. Rogamos que se reúnan en el salón principal inmediatamente. Tenemos una noticia que darles.

Desgraciadamente, Talas ya sabía lo que había ocurrido.

Desgraciadamente, Talas ya sabía lo que había ocurrido

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𝐋𝐨𝐬 𝐟𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐝𝐞𝐫𝐚𝐚𝐧 | Din Djarin x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora