capítulo catorce.

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El planeta Mantessa era el lugar perfecto para aprovisionarse ante el largo viaje que les aguardaba hasta encontrar al pirata Olev. Era un gran planeta de junglas y bosques con una atmosfera rica en oxígeno. Su población era muy baja debido a lo destrozado que quedó durante la era de la rebelión, pero había conseguido ganarse su sitio como lugar de paso entre los anillos interiores y los medios, por lo que sus mercados eran puntos comunes de objetos e información.

-Si podéis quedaros en la nave mejor, pero sino, no os separéis de mi -les advirtió el mandaloriano mientras colocaba al pequeño en su bolsa.

Este bebé no le había quitado la vista a Talas de encima desde que habían despegado del asteroide y sus grandes ojos negros traían a la mujer recuerdos de una sensación que permanecería mejor guardada en su mente. Era como si el niño quisiera decirle algo.

Por otro lado, Ywein estaba preocupada por su higiene. El capitán de la Razor Crest no tenía ropa de recambio, así que le sugirió que consiguiese ropa nueva en el mercado mientras él compraba provisiones ya que no podía surcar la galaxia vestida como una princesa de luto.

A pesar de los deseos de Mando, la pelirroja continuaba dedicándole extrañas miradas de admiración y le sonreía de una manera que le confundía. No quería pensarlo demasiado, pero se preguntó si la princesa se había enamorado de él; ella era tan joven, tan soñadora e inexperta, que efectivamente podía verle como su héroe salvador.

Tenía que demostrarle que no merecía aquellos ojos negros. Su visión etérea y virginal le perseguía cada vez que se descuidaba; también el recuerdo de sus pechos perfectos en sueños.

Cuando se abrió la compuerta, un aire cargado, dulzón y caliente les invadió las fosas nasales.

El niño sonrió.

-¿Te gusta? -le preguntó el hombre mientras se apeaba.

Las dos jóvenes bajaron junto a él. Había aterrizado junto a una zona boscosa a media tarde y algunas antorchas les indicaban el camino que debían seguir para llegar al mercado. El cielo era de un tono lila claro, el aire era espeso y fragante.

El pequeño comenzó a ronronear, moviendo las orejonas provocando que Mando riese muy levemente. Le gustaba llevarle a sitios nuevos, ¿Quién sabría cómo sería Zenn'Hadar? Tenían que pasar juntos el mayor tiempo posible. Mientras caminaba por el sendero de las antorchas, Talas no perdía de vista la bolsa del bebé.

-¿Qué miras? ¿Le miras a él? -preguntó la pelirroja tomándola del brazo.

La otra joven rodó los ojos. No tenía tanta familiaridad como para que la cogiese así. Hacía unas horas eran enemigas mortales.

-Intento visualizar su culo debajo de esos pantalones apestosos -bromeó Talas. Lo que no esperaba es que su compañera la tomara en serio.

-Ay, no. No puedes sexualizarle -tartamudeó Ywein sorprendida-. Ni siquiera sabes si es guapo.

-¿Y quién dice que no lo sé?

El hombre les estaba tomando mucha ventaja mientras que ellas se quedaban detrás cuchicheando. Ya comenzaban a adentrarse en el mercado, rustico, lleno de vapores y extrañas criaturas venidas desde los rincones más recónditos de la galaxia.

-Intentas burlarte de mí -parecía desconcertada.

-Es que tú te crees que todos somos tan pardillos como tú --siseó Talas--, puede que el día que le diste tu sangre y me obligaste a girar la cabeza, yo abriese un poquitín los ojos...

Ywein se había ruborizado hasta las orejas. No era posible, ¡no era posible! De modo que aquella terrorista había dado un vistazo debajo del casco antes que ella. No era justo. ¡No era justo! ¿Sería Mando guapo?

𝐋𝐨𝐬 𝐟𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐝𝐞𝐫𝐚𝐚𝐧 | Din Djarin x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora