Capítulo diecinueve

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En la sala de conferencias principal de la nave, una sesión estratégica había congregado a los miembros del grupo. Olev y varios oficiales importantes de su nave, incluyendo al Maestro, estaban reunidos alrededor del mapa tridimensional de un planeta de colores marrones, verdes y grises.

A Din no le sonaba haber visitado aquel lugar, pero tampoco podía preguntar su nombre rebelando que era analfabeto.

—Bothawui –susurró la princesa casi sin mover los labios.

Pasaron unos segundos antes de que recordase toda la información que sabía sobre él.

—Ese planeta está en los límites de la galaxia –el cazarrecompensas movió la cabeza lentamente— ¿Por qué iba Qi'ra a establecer su cuartel general allí? Está muy lejos de cualquier corredor de comercio desde que el sol del sistema Greyskull se convirtió en supernova.

—Los bothan son una especie muy sibilina: una red de espías muy importante que ayuda a la puta de Qi'ra a consolidar cada día su poder –la voz de Olev sonaba bastante hostil— Desde que el imperio se derrumbó las grandes extensiones de tierra virgen han quedado inmaculados y es el escenario perfecto para establecerse sin mayores complicaciones.

La cadete Miña arrugó la nariz ya que su instinto le avisaba que el sanguinario Olev no les estaba contando algo. Recordaba que Bothawui era un planeta que, debido a un desajuste en su plano axial, experimentaba numerosas edades de hielo, que se expandían y se retractaban a través de las latitudes más altas en ciclos de setenta años. A partes de las grandes metropolis, Bothawui contaba con ricos bosques ecuatoriales, grandes casquetes polares a y sabanas herbosas que abarcaban las áreas entre los glaciares rocosos. Las montañas y crestas de Bothawui estaban separadas por profundos y anchos valles que estaban habitados por peligrosos animales salvajes.

Nunca había estado allí, pero conocía a varios bothan que habían participado en la rebelión junto a...

"Mi capitán. Yo le vengaré. Le haré al pirata Olev lo mismo que le hizo a usted" apretó los puños.

—¿Qué debemos de robar? –preguntó Din, cansado.

Las últimas horas no habían sido fáciles para nadie de su grupo. En la noche, cuando se encontraba en un duermevela, Ywein había entrado en la habitación muy apurada después de haber estado discutiendo con Madhi.

Creyéndole dormido se había desnudado completamente y se había metido entre las sabanas. Din intentó olvidar la visión de su cuerpo blanco, reluciente como una estrella que se negaba a apagarse en el amanecer, pero poco después escuchó algunos gemidos y su nombre entre ellos. Quiso taparle las orejas al niño, pero este había desaparecido.

—Din fóllame ahora –susurró la chica mientras apartaba las sabanas. No era una sugerencia: era una orden.

No pudo evitar la erección al verla tumbada gimiendo su nombre y suplicándole que la follase. Sin saber cómo, la armadura de beskar voló fuera y Din saltó sobre Ywein. Era tan menuda, sus pechos que hasta entonces solo había intuido por las holgadas ropas que siempre llevaba, eran tersos y sus pezones rosas. Estaba ya muy mojada cuando le penetró por primera vez; ella se retorció arañándole la espalda.

—No tengas miedo, no voy a romperme –le animó jadeante.

No estaba tan cerrada como el mandaloriano se temía, así que comenzó a intensificar sus embestidas mientras la besaba y mordía. Hacía ya mucho tiempo, por su solitaria vida que no tenía contacto alguno con una mujer y las estrechas profundidades de Ywein le dieron la bienvenida fogosamente.

Dejó de pensar y se convirtió en un animal loco consumido por el deseo. Ywein gritaba su nombre y estaba colorada.

El cazarrecompensas estaba a punto de correrse cuando despertó.

𝐋𝐨𝐬 𝐟𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐝𝐞𝐫𝐚𝐚𝐧 | Din Djarin x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora